El coronavirus ha truncado muchos planes, personales y profesionales. De un día para otro, 2020 se tragó como un agujero negro todo aquello que en los meses previos se había construido con paciencia y delicadeza. Pero, poco a poco, la normalidad ha ganado terreno a la pandemia. Con algún que otro retroceso y varias diferencias de lo que significa "normal", todo, o casi todo, ha vuelto a su cauce. Ese casi deja fuera muchas cosas, por supuesto, pero tal vez la más sangrante sea la industria cultural y del ocio.
Una de las personas inmersas en el casi es Joëlle Zilberman, una joven balear que, tras años formándose entre Madrid y Barcelona, logró formar parte de una de las compañías artísticas más importantes del mundo: El Circo del Sol. Un sueño que se deshizo en pedazos tras el estallido de la pandemia, que la obligó a “empaquetar la vida en una tarde” y salir corriendo de Estados Unidos. Dejó atrás el trabajo y el esfuerzo invertido, además de un proyecto que ahora le parece “solo un sueño”.
Se levanta el telón
“Mi objetivo nunca fue dedicarme al circo”, confiesa Joëlle, quien inició su formación profesional allá por 2004 en Barcelona. En la universidad Ramon Lllul se graduó en Comunicación Audiovisual, al mismo tiempo que estudiaba arte dramático y danza en el estudio de Nancy Tuñón, aunque antes de eso ya llevaba años formándose como bailarina. Joëlle llegó al Circo de Sol gracias a su madre, que en 2018 le propuso enviar el currículum. “Me salió una audición en Barcelona. Estuve ocho horas haciendo pruebas de expresión física, actuación, danza y canto. Al final me cogieron y empecé a formar parte de su banco de artistas”, relata la joven de Ibiza.
Finalmente, la llamaron para incorporarse al espectáculo R.U.N. de la compañía, en Las Vegas (Estados Unidos). A eso le siguieron nueve meses de entrenamiento físico en España y dos más en Montreal (Canadá), donde la empresa tiene su sede. En octubre de 2019 estrenó el show en el hotel y casino Luxor pero, menos de un año después, se vio con las maletas hechas.
Sin esperarlo
Para R.U.N., los productores de El Circo de Sol crearon un personaje a la medida de Joëlle. “Era un personaje hecho para mí, adaptado a mi formación de cámara y a mis aptitudes. Me dijeron que nunca habían encontrado a nadie con el perfil de actor que a la vez fuese técnico audiovisual”, explica. Ella encarnaba a Maeco, figura que introducía dentro del espectáculo un elemento nuevo: una cámara subjetiva que, de su mano, acompañaba a los protagonistas y permitía que los asistentes disfrutaran del detalle de la obra a través de unas pantallas envolventes que emitían la imagen.
“La compañía estaba intentando cerrar las giras asiáticas que hace cada año, pero no conseguían fechas. Había una crisis, pero no nos lo decían”, recuerda la joven ibicenca. Ella y sus compañeros no eran “para nada conscientes” de la situación. De hecho, cuando les comunicaron que iban a parar las representaciones del show, Joëlle llegó a pensar que solo sería una “pausa para refrescar el espectáculo” y pulir algunos aspectos, “como es habitual”, puntualiza. Pero nada más lejos de la realidad, el espectáculo se canceló definitivamente “en cuestión de días”.
Pasar el duelo
“Nos pilló totalmente desprevenidos”, confiesa la artista, quien recuerda vivir una situación “muy angustiosa”. Las fronteras internacionales empezaban a cerrarse con el avance del virus y la familia de la artista no paraba de llamarla pidiéndole que saliera del país. “Desalojé mi vida en una tarde y me fui a Canadá con una tía mía”, explica.
Joëlle confiesa que ha tardado “meses” en asimilar que ya no volvería a pisar ese escenario. “Hablo con mis compañeros y todo nos resulta como un sueño, porque acabó demasiado rápido. De un día para otro desapareció, fue bastante dramático”, señala la joven, quien asegura que tuvo que “pasar un duelo” por la experiencia, sus compañeros y su personaje.
La situación de El Circo del Sol
El pasado junio, la compañía canadiense se declaró en quiebra y despidió a más de 4.000 personas. Uno de los principales inversores de la empresa, con el apoyo de la provincia de Quebec, presentó un plan de reestructuración. Según la compañía, los tres inversores del circo, la estadounidense TPG Capital, la china Fosun Capital Group y la institución financiera Caisse de dépôt et placement du Québec, debían aportar 100 millones de dólares. El Gobierno de Quebec prometió otros 200 millones.
En su momento, el presidente y consejero delegado del Circo del Sol, Daniel Lamarre, declaró que, sin ingresos desde el cierre forzado de todos sus espectáculos debido al Covid-19, la dirección debía “actuar de forma decisiva para proteger el futuro de la compañía”. No obstante, la empresa evidenció su intención de volver a contratar una sustancial mayoría de los empleados despedidos cuando las condiciones económicas lo permitieran.
Los datos
Antes de la aparición estelar del Covid-19 --nunca mejor dicho-- la cultura daba empleo a 29,5 millones de personas en todo el mundo, según un estudio de Cisac y Unesco. Solo en la Unión Europea, el sector del espectáculo y las artes daba empleo a 7.4 millones de ciudadanos en 2019 --lo que representa el 3,7% del empleo--, según datos de Eurostat.
No hay datos oficiales de las pérdidas experimentadas por el sector desde marzo, pero si existen algunos ejemplos muy ilustrativos. Por un lado, la investigación Impacto del Covid-19 en las artes en Estados Unidos estima que, con el 96% de los eventos cancelados, las pérdidas ascienden a 8.750 millones de euros y los profesionales en paro hasta el 62%. En Barcelona, la Asociación de Empresas Productoras de Teatro estima que, desde la declaración del estado de alarma, se han suspendido un total de 5.341 funciones, lo que ha provocado que el sector del teatro deje de ingresar 35.500.000 euros solo en la capital catalana.
Visión de futuro
Pese a las cifras desalentadoras, Joëlle --que consiguió volver a Ibiza como repatriada-- se muestra optimista. Ahora le han dado una beca para irse como artista residente a una residencia de Berlín. “La situación es muy difícil, pero hay que ir dando pasos hacia delante”, manifiesta. Ella considera que su perfil será “útil” y “muy demandado” en la era post-Covid. “En un momento en el que el público no puede juntarse ni entre sí ni con el artista por las restricciones, yo puedo observar y vivir por él la experiencia artística, para trasladarle la magia del espectáculo con mi cámara”, señala la joven.
Algo parecido hizo en la gira 2016-2018 del cantante español Manolo García. Sobre el escenario, Joëlle actuaba como bailarina, pero también como cámara, trasladando al público todo lo que se vivía sobre las tablas desde un punto de vista privilegiado. “Habrá que reactivar el sector, y para eso es necesario adaptarlo. No podemos seguir así”, sentencia.