El secretario de Salud Pública de Cataluña, Josep Maria Argimon, indicó el pasado jueves que el 13% de las personas con coronavirus no siguen el aislamiento prescrito, así como el 45% de sus contactos, según los datos obtenidos por el Departamento de Salud a través de seguimiento telefónico.

El coordinador de la unidad de seguimiento del Covid-19 en Cataluña, Jacobo Mendioroz, ha lamentado que “los diagnósticos no sirven de nada si después la gente no se queda en casa”.

¿Pero por qué hay gente que se salta la cuarentena?

El miedo a perder el trabajo, una cultura con la fiesta y las vacaciones muy arraigadas y el desconocimiento de las recomendaciones sanitarias son algunos de los motivos.

Pánico a perder el empleo

K.G. tiene 26 años y es camarera en un bar del centro de Barcelona. Hace una semana, una amiga suya dio positivo en la prueba PCR por Covid-19. Aunque ella no tiene síntomas, debería estar en aislamiento, pero sigue acudiendo a su puesto de trabajo.

“Se lo comenté a mi jefe y me dijo que si yo no había dado positivo tenía que continuar yendo a trabajar”, explica la joven, que no quiere desvelar su nombre ni el del establecimiento para el que trabaja por miedo a “represalias”.

Personas con mascarillas ante la crisis del Covid en Barcelona EP

Ella manifiesta que es consciente de que este comportamiento es “irresponsable”, pero argumenta que, si se queda en casa, perderá el trabajo. “No puedo permitirme quedarme en paro viendo como avanza esta situación. Aunque nos nos encierren de nuevo, encontrar un nuevo curro está demasiado complicado como para perder este”, explica.

Precariedad

Durante las últimas semanas, las redes sociales y los medios de comunicación se han llenado de denuncias contra comportamientos de este tipo entre los hosteleros.

Lola denunciaba hace unos días en Twitter que la jefa de su hija le insistió en que fuera a trabajar pese a haber dado positivo en la PCR.

Según el Diario de Ibiza, en Formentera, el Govern balear ha cerrado un restaurante cuyo dueño mantenía en activo a cinco empleados que deberían estar en aislamiento tras el positivo de otros dos trabajadores del local.

El sociólogo y científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Luis Miller, concede en que “España tiene un mercado de trabajo muy precario”. “Muchos empresarios no invierten en medidas de protección y muchos trabajadores no pueden permitirte dejar de acudir a tu trabajo”, concreta Miller, quien estima que la decisión de aislarse en casa responde más a “cuestiones estructurales o posibilidades personales” que no a cuestiones culturales.

Una cultura diferente

Un amigo de A.M., gestor inmobiliario de 35 años, dio positivo por coronavirus unos días después de acudir a una cena de cumpleaños en la que él estuvo presente. El joven todavía no ha regresado a su oficina en L'Hospitalet de Llobregat porque está de vacaciones en Castellón junto a su familia, pero el próximo lunes tiene previsto reincorporarse pese a que todavía no hará 15 días desde que su contacto fue diagnosticado.

Él no está haciendo cuarentena. Tampoco sale mucho, pero no se priva de ir a tomarse una cerveza con los amigos, así que yo tampoco voy a fastidiarme la última semana de vacaciones. Verano solo es una vez al año”, comenta.

Aglomeraciones de la fiesta mayor de Vilafranca / TWITTER

El director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud de la universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Joan Benach, considera que, tras el confinamiento, “en España la gente ha salido de una forma muy brusca debido a nuestra cultura del contacto”. “En nuestra cultura está muy arraigada la fiesta, el verano y el turismo”, comenta.

Miller no está de acuerdo con esa afirmación, y achaca a las diferencias generacionales los comportamientos díscolos. “Los jóvenes son más arriesgados, más egoístas, porque son los que menos soportan el coste de esta enfermedad y los que más valoran el tipo de relaciones sociales donde no se contempla quedarse en casa”, asevera el experto.

Desconocimiento

La tía de G.G. dio positivo cinco días después de una comida familiar. El joven, de 25 años, y su familia continuaron su vida con normalidad tras la noticia, aunque asegura que fue por “desconocimiento”. “Solo la había visto ese día en todo agosto y yo no tenía ningún síntoma, así que no pensé que debiera hacer cuarentena”, explica.

Fueron unos amigos quienes le advirtieron que debería quedarse en casa durante dos semanas por precaución. “Busqué en internet y, efectivamente, era lo que estaba recomendando Sanidad. Así que mis padres y yo nos hemos confinado durante dos semanas”, puntualiza el joven.

En opinión de Miller, esto se debe a que “no se ha realizado una buena labor de rastreo y de seguimiento de los casos”.

La desinformación no puede ser una excusa, ya que los medios de comunicación repiten continuamente las medidas de protección y prevención, en palabras de Miller, quien, no obstante, sí opina que la administración debe asegurar que los contagiados y contactos estén al corriente de la situación.

“Nos ponemos las manos en la cabeza cuando hay casos de la gente que se salta el confinamiento, pero también pasa en otras cuestiones como saltarse el semáforo o no pagar impuestos”, comenta el experto, quien señala que “no nos deberían sorprender estas actitudes”.

Apelar a responsabilidad individual, ¿un error?

En opinión de Benach, “poner el acento solo en la responsabilidad individual es una actitud errónea”.

“Cada individuo tiene responsabilidad, pero a nivel de salud pública no se puede pretender que el control de la pandemia recaiga en el compromiso personal”, argumenta el experto. En su opinión, es “como si se dijera que la prevención ante el tabaco y los accidentes de tráfico es solamente responsabilidad de la ciudadanía”.

No tenemos una disciplina social como la de los países asiáticos”, señala Benach, que también achaca la conducta más responsable de estas zonas a la presencia de controles “autoritarios” por parte de sus gobiernos.

Para el experto son necesarias “campañas muy bien pensadas” por las autoridades para concienciar sobre la prevención ante el virus, así como un incremento de los rastreadores, cuyo bajo número Benach no ve “lódigo” tras tantos meses de pandemia.