Fue en enero de 2017 cuando la parroquia de Santa Anna, en el barrio Gòtic de Barcelona, decidió abrir sus puertas de forma indefinida para acoger a personas sin hogar durante las noches de invierno. Durante estos días, sus voluntarios reparten alimentos a unas 250 personas cada día, quienes forman largas colas para tomar un vaso de leche caliente y llevarse comida preparada. Y es que, como señala el coordinador del hospital de campaña que han habilitado en el primer piso, Adrià Pedrosa, “la crisis social ha superado a la sanitaria”.
Este educador advierte que el perfil de quienes acuden a la parroquia también ha cambiado. “Antes atendíamos básicamente a gente que duerme en la calle, pero cada vez vienen más personas que, o bien vivían de la economía sumergida, o tenían empleos esporádicos, llegaban muy al límite a fin de mes y ahora ya no llegan. A duras penas pueden ya pagar la habitación realquilada o el piso donde viven”, explica.
Reparto de alimentos
Del total de raciones que reparten entre las personas que, guardando la distancia de seguridad, se acercan a la parroquia, cerca de 150 provienen, en coordinación con Cáritas, del Ayuntamiento de Barcelona. El resto, del Banco de los Alimentos o de donaciones privadas. Entre ellas, las del restaurante Monvínic, que se sitúa unas calles más arriba, en Diputació 249.
Voluntarios reciben la comida minutos antes de las 9:00, y centenares de personas forman una fila hasta que se agotan las existencias. “También hacemos un desayuno con leche, que es lo único caliente que toman en todo el día”, lamenta Pedrosa. Su tarea no acaba aquí. Otra de las iniciativas que llevan a cabo es preparar lotes que familias de voluntarios entregan a hogares vulnerables. “Preparamos los alimentos y ellos son los encargados de repartirlos. No se trata solo de dar comida, sino también acompañamiento emocional y cubrir sus necesidades”, subraya.
Fuera del sistema
Entre las personas que se acercan a la parroquia, Andrés cuenta que hay afectados por ERTE, aunque en su gran mayoría son personas que no tienen acceso a ninguna ayuda de la administración y han quedado excluidos del sistema. Invisibles. “Inmigrantes en situación irregular, refugiados, son a los que más atendemos”, explica. Por ello alerta que la emergencia social va en aumento. “La situación no mejorará, cada día irá a más. Día tras día llega más gente, por eso decimos que, en estos momentos, la crisis sanitaria y la económica han quedado muy por debajo de la social. Es mucho más grave que en 2008”, apunta.
Y es que a este espacio llegan personas que derivan los servicios sociales porque “están desbordados”. “La gente nos dice mi asistenta social me ha enviado aquí porque no llegan”, relata Pedrosa. Así lo corroboran desde Cáritas Barcelona. “Ya no pueden más, estamos al límite”, explica su portavoz, Anna Roig. Una situación que se ha agravado con la desescalada, cuando muchas personas han abandonado espacios que había habilitado el consistorio para acoger a colectivos vulnerables como la Estació del Nord o el pabellón de Fira.
La intención de la entidad es adaptar los recursos durante esta semana, después de que Barcelona haya pasado a la fase 1. “Ver la nueva realidad y dar una respuesta. Dejar el espacio de Santa Anna para lo que nació, personas sin hogar que no tenían a donde ir, y derivar a las familias, sobre todo a las que tienen hijos, a comedores sociales”, avanza Roig. Y es que también Cáritas ha triplicado la atención que presta a los más vulnerables durante las últimas semanas. Ayuda para poder cubrir necesidades básicas como alimentación y vivienda.
Empadronamiento sin domicilio
Roig recuerda que esperan que el anuncio del inminente ingreso mínimo vital juegue un papel importante para ayudar a todos aquellos que se han quedado por el camino por culpa de la pandemia. “Intentar que el máximo de gente tenga una cuerda a la que agarrarse”, señala. Para que nadie quede fuera del sistema, abogan por el empadronamiento pese a no tener domicilio fijo.
“Intuimos que se producirá un aumento de personas sin hogar porque se han quedado sin poder pagarlas. Por eso esta decisión política garantizaría que puedan acceder a sus derechos a la salud, a la educación de los hijos y a prestaciones sociales para no quedar totalmente fuera del sistema”, apuntan desde la entidad. Y es que, como subraya su portavoz, “es la única forma. Aunque ejercemos la caridad con toda la pasión, podemos ayudar a paliar esta situación, pero se necesita una respuesta política”, zanja.