Verano juliano: aprobado general
El Covid-19 resucita las vacaciones franquistas de siete meses y los aptos a mansalva de los 'penenes' en los 70
3 mayo, 2020 00:00Las vacaciones de marzo a septiembre sin pisar un aula y un aprobado casi general encubierto, consecuencia del Covid-19, tienen un precedente en el moribundo régimen de Franco: el jocosamente llamado calendario juliano y la revuelta de los profesores no numerarios (PNN o penenes), capitaneada por jóvenes docentes precarios como Javier Solana, Alfredo Pérez Rubalcaba y Narcís Serra.
Los análisis realizados en los 45 años transcurridos atribuyen a motivaciones políticas o caprichosas en el nombramiento de Julio Rodríguez, padre del famoso calendario, como ministro de Educación y Ciencia en 1973. También sugieren un malentendido entre Carrero Blanco y Franco.
Verano sin suspensos
El año lectivo empezaría el 7 de enero y terminaría en diciembre, para hacer coincidir el curso académico con el año oficial. El titular de Educación más breve de la historia defendió que esta fórmula funcionaba muy bien en países como Australia o Chile y mejoraba la calidad de enseñanza.
Otra ventaja era, a su juicio del excéntrico ministro, que los exámenes de recuperación no se celebrarían tras el descanso veraniego, sino en pleno diciembre, con profesores disponibles para resolver dudas y las bibliotecas abiertas. Causó gran regocijo estudiantil, ya que aseguraba a todos un idílico estío sin suspensos. Una universidad gallega propuso su candidatura a Santo Patrón de las Vacaciones.
Otros historiadores ven tras el singular calendario un ahorro presupuestario ante la descomunal avalancha de 100.000 universitarios de COU, todavía sin selectividad. Su incorporación, con un presupuesto agotado, en plena recesión económica mundial o crisis del petróleo, exigía un esfuerzo inasumible en aulas y profesores.
Avalancha de alumnos pobres
El Régimen rebobinó en 1974 y destituyó a Rodríguez, militante del Opus, catedrático de Mineralogía y rector de la Universidad Autónoma de Madrid. Nombró al abogado Cruz Martínez Esteruelas, que devolvió el curso a su cauce tradicional.
Miles de universitarios disfrutaron siete meses de vacaciones. Ante un curso de apenas un cuatrimestre y el temario a medias, el profesorado suavizó los exámenes y se inclinó por un aprobado casi general. Muchos de los nuevos alumnos eran becados de clase media-baja, y un solo suspenso les hacía perder la ayuda y frustraba sus estudios.
La revolución de los 'penenes'
La situación enlazó con la corriente o movimiento en aquella España, todavía una sin transferencias, de los profesores no numerarios (penenes) que se levantaron contra la precariedad laboral. Las movilizaciones se extendieron a las enseñanzas medias, pero con menor fuerza. Aquellos docentes, en su mayoría militantes del PSOE, PCE, PSUC y movimientos más a la izquierda, esgrimían un aprobado general entre sus reivindicaciones de contratación estable y consideración funcionarial. Se habló de un Aprobado General Político (APG).
“Los cates se suspendieron, directamente o con exámenes camuflados. Salvo en el caso de algunos catedráticos adictos al régimen. El problema vino al curso siguiente con materias que exigían conocimientos del anterior”, recuerda José Luis Delgado, ingeniero industrial jubilado. Algunos estudiantes tuvieron que tirar de academia y otros terminaron abandonando.
Líderes históricos
En el curso 1974-75 se produjo la huelga más larga que ha vivido la universidad española. Desde febrero al fin de curso. Al frente de las protestas figuraban como representantes de la Coordinadora Estatal de Penenes de Universidad los incipientes políticos Narcís Serra, Javier Solana y Alfredo Pérez Rubalcaba. Los dos últimos, PNN de Química y destacados militantes socialistas, fueron después ministros de Educación y padres de la famosa Logse.
Su intervención también fue decisiva en la resolución de la complicada situación de este movimiento, sospechosamente poco investigado, que continuó durante los gobiernos de Adolfo Suárez (UCD) con protestas y aprobados camuflados. Le puso fin el primer ejecutivo de Felipe González. Una avalancha de contratos estables y unas pruebas de idoneidad muy laxas convirtieron de una tacada en funcionarios a más de 5.000 docentes sin plaza fija. Entraron, recuerda un alto cargo actual, muchos mediocres y se difuminó la autoridad de los catedráticos y de los funcionarios por oposición.
Aplausos en la retirada
En la madrileña Universidad Complutense era tradición que el profesor que se jubila se despida sin suspender a nadie. Deja un imborrable recuerdo en los más apurados. Cuentan que la última lección magistral recibe en algunos casos el aplauso del aula abarrotada como las mejores faenas taurinas en la Ventas.
Este año podrían ser más los jaleados, si la desescalada lo permite. La Comunidad de Madrid lidera el rechazo a un aprobado general. Pero lo defienden muchos docentes por razón de justicia social con los estudiantes desfavorecidos y Sindicato de Estudiantes, en la órbita de Pablo Iglesias.