La periodista sueca Anna Dahlqvist, autora de 'Es solo sangre'

La periodista sueca Anna Dahlqvist, autora de 'Es solo sangre'

Vida

Anna Dahlqvist: "A las mujeres se les niega el derecho a ir a la escuela y trabajar porque sangran"

La periodista sueca aborda el tabú de la menstruación en una obra en la que aboga por romper "el gran silencio" que impone la vergüenza y los mitos que la rodean

9 diciembre, 2019 00:00

'Es solo sangre', de Anna Dahlqvist

'Es solo sangre', de Anna Dahlqvist

La menstruación como realidad invisible. Anna Dahlqvist (Suecia, 1975), directora de la revista Ottar y periodista especializada en temas de género, sexualidad y derechos humanos, aborda en Es solo sangre (Navona, 2019) la lucha de millones de mujeres contra el estigma creado en torno a la regla. A través de un retrato minucioso de la realidad global, construido en sus viajes a India, Uganda, Kenia y Estados Unidos revela que a muchas niñas "se les niega el derecho a ir a la escuela y --cuando crecen-- a trabajar porque sangran".

--Pregunta. Tanto en la Biblia como en el Corán hay fragmentos dedicados a la impureza de la menstruación. En su obra recoge numerosas representaciones de la regla "como una amenaza impura". ¿Es un problema cultural? ¿Ha detectado patrones comunes que indican cómo se forja este tabú?
 
--Respuesta. He descubierto que en diferentes partes del mundo se ha representado como una especie de "fuerza" mágica. A lo largo de la historia no se ha explicado que las mujeres, y solo las mujeres, sangran regularmente sin estar enfermas o heridas. Pero con el tiempo, esta "fuerza", que históricamente podría ser vista como buena y mala, peligrosa y curativa, se ha convertido en "maligna" en el sentido de impura, tóxica, desagradable, vergonzosa, y uno se da cuenta de que va de la mano del patriarcado y la visión que las mujeres tienen de sus cuerpos como "el otro", en oposición a la norma masculina.
 
--Señala que los artículos de protección menstrual se basan en un estándar muy claro: "no deberían verse", a lo que se añade el "gran silencio", el hecho de que la menstruación no es un tema de conversación apropiado más que en contextos privados muy específicos. ¿Por qué hemos aceptado tanto la invisibilidad de la sangre en los anuncios, como la llamada "tasa rosa"?
 
--Porque existe un sentido muy fuerte, una norma, que nos dice que es algo vergonzoso y que se basa en la idea misma de que las mujeres son menos dignas, por ende, más débiles. El período se convierte en un símbolo de nosotras como "el otro" y podría ser una señal muy visible y, por tanto, debemos ocultarla. Por supuesto, también está el poder del dinero. Un negocio que necesita reforzar la idea del silencio y la vergüenza. Pero creo que cada vez se acepta menos. Mujeres en todo el mundo se revelan y dicen "yo sangro". Ahora tratamos de recuperar el espacio que nos ha arrebatado la sociedad, y ese es un espacio para las diferentes experiencias de menstruación y las necesidades que esta conlleva, así como los derechos que se nos han negado en términos de conocimiento, salud, cuidado, visibilidad y discusión.
 
--La frase de Gloria Steinem a la que hace referencia en el libro, "si los hombres menstruaran, la regla sería objeto de deseo; un acontecimiento humano del que presumir", ¿cómo se sustenta? ¿Qué evidencias existen de que si la regla fuese un proceso masculino no sería un estigma?
 
--Esa es una conclusión de que el período está estrechamente vinculado a la visión de las mujeres, como ya he mencionado, como "la otra", más débil, diferente. Mientras que si la menstruación estuviera estrechamente relacionada con lo "normal", no sería motivo para convertirla en algo vergonzoso, silenciado, impuro, desagradable. Si fuera como dice Steinem, formaría parte de las ideas estereotípicas de la masculinidad, como fuerza, control, valentía, resistencia y poder.

Imagen de un tampón y una copa menstrual

Imagen de un tampón y una copa menstrual

--La parte más importante es la educación, la información, el conocimiento: deshacerse de los mitos y tabúes y hablar de ello en términos de lo que realmente es, una función biológica normal que es esencial para la humanidad. A partir de ahí podemos hablar de necesidades y derechos. Pero debe combinarse con recursos materiales reales: acceso a copas menstruales, tampones, inodoros, agua, jabón, privacidad, algún lugar para desechar, almacenar o lavar y secar. Las cifras son altas y hay un largo camino por recorrer, pero se está progresando, especialmente porque se puede argumentar que en realidad afecta el desarrollo económico de la sociedad y, por lo tanto, afecta a todos. 

--¿Sería injusto afirmar que las mujeres hemos contribuido a que el tabú se perpetúe? ¿Nos cuesta romper el silencio? ¿Tenemos el deber de normalizar la menstruación?

--Todos somos parte del sistema en el que vivimos y nos ajustamos a él, ya seamos hombre o mujer. Por tanto, todos jugamos un papel en la defensa del tabú. El deber recae sobre nosotros como políticos, maestros, periodistas, colegas, padres, socios, investigadores, médicos, enfermeras; en definitiva, como sociedad. Como menstruadoras, no diría que tenemos un deber, pero tenemos mucho que ganar y la posibilidad de ser parte de la creación de un espacio completamente diferente para todas los próximas menstruadoras, así como para nosotros mismos.

--Sostiene que, más allá de las consecuencias prácticas, varias de las normas actúan dentro de un plan estructural, como refuerzo de la ideología imperante de la vergüenza. El silencio, la prohibición de mantener relaciones sexuales y de ejercer prácticas religiosas como muestra de la impureza de la menstruación. Lugares donde dormir separadas, horarios de comidas distintos y la intocabilidad estigmatizan a quienes menstrúan y las separan de la normalidad. ¿Cuál es el camino para romper la espiral del silencio? Sostiene que "mientras en el mundo persista un reparto tan desigual de poder, elegir con libertad si seguir o no las normas en torno a la regla será una ilusión”. ¿Cómo se puede romper el tabú?

--Se convierte en una espiral, se les dice a las menstruadoras que sigan ciertas normas con respecto a que la regla es sucia y vergonzante. Y si estamos separadas, obligadas a escondernos, se convierte en una prueba que lo refuta. ¿Por qué tenemos que comer en platos diferentes? ¿Dormir en casas separadas? ¿Por qué tenemos que evitar las relaciones sexuales y los lugares religiosos? Porque somos sucias, impuras. Como individuos, podemos hacer lo mismo, y romper las reglas en torno al periodo, aunque en muchas circunstancias no es una opción. No es seguro, por ejemplo. Pero si tenemos esa posibilidad, podemos ser parte de un movimiento más grande, haciendo cambios paso a paso. Podemos enmarcarlo como algo que ahora sabemos, que conduce a la opresión, que a las mujeres se les niega su derecho a vivir una vida saludable con oportunidades de ir a la escuela, al trabajo, a moverse libremente porque sangran; que afecta a la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Y que la vergüenza y el silencio están siendo utilizados por intereses económicos.