Morir es inherente a la vida pero, como decía Blaise Pascal, “es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte”. A veces llega sin que de tiempo a pensar en ella --“Es probable que los problemas más serios que te surjan en la vida sean cosas que ni se te pasaron por la cabeza, de esas que te sorprenden un martes cualquiera a las cuatro de la tarde”, que reza el monólogo final de The Big Kahuna -- pero otras se materializa como enfermedad terminal, un diagnóstico que se asemeja a una sentencia de muerte.
Un camino al patíbulo imposible de asumir sin ayuda psicológica. “El diagnóstico de una enfermedad irreversible genera un gran impacto emocional. No solo para el paciente sino también en la familia. Es un proceso altamente estresante: tristeza, miedo, rabia, culpa”, explica Inma Lillo, psicóloga en la Fundación Vilaniu en Tarragona. Una diatriba en la que la comunicación resulta clave. “Abordar aspectos espirituales, el legado de la persona, el significado vital, perdonar y cerrar asuntos pendientes”, señala la profesional.
Afrontar el duelo
Una de las personas que ha recibido este tipo atención para poder afrontar el duelo es Aleix Gómez, un joven de 25 años que hace cuatro perdió a su padre por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Nueve meses después, su madre falleció de cáncer. “Aprendes a vivir con ello y a seguir adelante. Ahora la vida me ha vuelto a poner en mi sitio. Por eso animo a las familias que estén en la misma situación a que recurran a la ayuda de profesionales”, sostiene.
La dificultad reside en cómo acceder a este tipo de apoyo. “En el ámbito público nos hemos centrado en aspectos médicos, pero resulta imprescindible incorporar la dimensión psicológica y la atención espiritual, también para las familias”, subraya Josep Ballester, director del Grup Mutuam, quien admite que son especialidades que no se enseñan en las universidades.
“No tienes ganas de vivir”
Una de las especialidades que se ha ido implementado en los últimos años es la de los psicólogos especializados en oncología. “Yo era reacio, pensando que solo saldría adelante. Y aunque puedes intentarlo muchas veces, cuando estás tan mal te das cuenta de que necesitas la ayuda de un profesional”, cuenta Óscar Monestillos, a quien tratan de un cáncer en el Hospital Sant Pau. Lo fundamental, subraya es encontrarse con empatía. “La cercanía es importante”, apunta.
Y es que el abordaje de la atención al final de la vida implica, no solo cuidados paliativos, sino ayuda emocional. Paz Teruel también acude a una psicóloga después de perder a su marido. “Llegó un momento en el que ya no era capaz de salir de casa. Me hice la fuerte pero no estaba bien. Es algo que se arrastra y no te lo puedes quitar de encima fácilmente”, lamenta.
Muerte digna
Gómez, Monestillos y Teruel se benefician de la colaboración público-privada del proyecto Equipo de Atención Psicosocial (EAPS) tras el que se encuentra la Obra Social La Caixa, pero como critica Nani Hidalgo, vicepresidenta Derecho a Morir Dignamente en Cataluña, aún queda mucho camino por recorrer en la atención a los pacientes en fase terminal. “A pesar de que todo el mundo tiene derecho a recibir cuidados paliativos no siempre es así por falta de presupuesto”, señala.
En relación a la eutanasia o suicidio asistido, Hidalgo apunta que el 87% de los españoles se mostró a favor de este derecho fundamental: la muerte digna –según datos de Metroscopia a abril de 2019--. Y ante las dudas que pueda suscitar subraya: “nadie quiere morir. El que toma esa decisión lo hace porque su vida es terrible”. Recuerda así casos como el de Ramón Sampedro o María José Carrasco que, pese a no padecer ninguna enfermedad terminal, tomaron la decisión de acabar con un sufrimiento que padecieron durante años porque los cuidados paliativos no eran suficientes.
Síntoma de vida
La vicepresidenta de la asociación se muestra esperanzada para que, en un plazo máximo de dos años, se apruebe la ley sobre la eutanasia, cuya proposición, que había llegado a la Comisión de Justicia quedó paralizada tras la disolución de Las Cortes. Eso sí, Hidalgo admite que la ley es mejorable y apunta que lo ideal sería fijarse en modelos como el de Holanda, Bélgica o Luxemburgo, donde no se ponen tantas trabajas.
Mientras tanto, parafraseando a Machado, “la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros --ya-- no somos”. Porque, como escribió Benedetti, “después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”.