La Denominación de Origen de Rueda lleva años portando la corona en el reino de los vinos blancos. Son fruto de la primera D.O. de Castilla León (1980), un sello que abarca más de 18.000 hectáreas de terreno, 74 municipios y 3 provincias: Valladolid, Segovia y Ávila. La uva verdejo es su reina, autóctona de la zona desde hace siglos. Un fruto muy versátil que se adapta muy bien al terreno. Con ella se elaboran junto a otras variedades (blancas y tintas) una extensa gama que va más allá del popular rueda verdejo.
Al atravesar estas tierras, el río Duero configura un paisaje de suaves relieves y suelos muy pedregosos que facilitan su drenaje y oxigenación. Son además muy ricas en minerales, especialmente en calcio y magnesio. Estos suelos tan peculiares, denominados “cascajosos”, forman el lecho de infinitas extensiones de viñedos, la cuna de sus vinos.
La climatología, marcada por un clima continental, con veranos muy calurosos e inviernos largos y fríos sumado a una baja pluviometría (300 a 500 litros anuales), proporcionará a la uva un justo equilibrio de azúcar y acidez que marcarán la personalidad de sus vinos.
Vendimiar a la luz de la luna
Rueda es sinónimo de blanco, y el rueda verdejo se encuentra entre los preferidos por los consumidores. También lo es fuera de nuestras fronteras donde lo disfrutan en un centenar de países: Holanda, el principal mercado, seguido de Alemania, EEUU, Suiza y el Reino Unido.
La variedad verdejo es, sin lugar a dudas, el buque insignia de la zona con más del 86% de la producción. Su recolección es todo un espectáculo ya que casi la totalidad de la vendimia se realiza de manera mecánica y nocturna. Por ese motivo grandes extensiones de viñedos, plantados en espaldera, cubren el paisaje de la zona.
Desde el Consejo Regulador aclaran que de este modo se garantiza una rápida recogida, justo cuando la uva se encuentra en el momento óptimo de maduración y las horas de ausencia de sol proporcionan la temperatura idónea (entre 10°y 12°). Llega así fresca a bodega, evitando su oxidación, donde se deposita en enormes tanques de acero inoxidable y se somete a un aséptico y estricto control térmico y de fermentación. Tras tres meses sometida a este proceso se obtiene el fresco y aromático rueda verdejo.
También tintos y rosados
Aunque son los blancos los que han otorgado prestigio y fama a esta región, los bodegueros elaboran otros tipos de vino con las distintas variedades admitidas por el Consejo Regulador. Además de la autóctona, la verdejo, se cultiva viura, sauvignon blanc y palomino fino (blancas) y tempranillo, cabernet sauvignon, merlot y garnacha (tintas).
Espumosos, semidulces, fermentados en barrica, crianza sobre lías (en contacto con sus propias levaduras), los dorados (un vino-licor tradicional de la zona que alcanzó gran fama en el Siglo de Oro y fue considerado vino de referencia en la corte de los Reyes Católicos), los rosados y, aunque con una producción escasa, la gama de tintos va desde los jóvenes a los gran reserva. 70 bodegas y más de 1.500 viticultores han posicionado en pocos años a la D.O. en el segundo puesto tras La Rioja. Su cuota de mercado a nivel nacional es de un 10,1% solo por detrás del 31,3% de su adversaria.
Modernidad y tradición
Grandes o pequeños productores, con métodos de elaboración modernos, tradicionales o ecológicos, apuestan por un producto que armonice el exitoso binomio calidad-precio.
El Grupo Yllera, bodega Cuatro Rayas o Avelino Vegas pertenecen al grupo de veteranos que lideran proyectos en el que la moderna tecnología está al servicio de la calidad. En la misma línea Ramón Bilbao y bodegas Viore llevan, apenas unos años, vinificando en el corazón de Rueda avaladas por los muchos años de experiencia de su linaje riojano. Muy arraigados a la más pura tradición vinícola la familia Herrero elabora sus vinos exclusivamente con cepas viejas recolectadas a mano y Vidal Soblechero, cuya producción es 100% ecológica, sigue utilizando el arado romano y volando halcones, a diario sobre sus viñedos, para espantar posibles intrusos que perjudiquen las vides. Presumen, y no es para menos, de una elaboración puramente artesanal.