Imagen de tres personas con sus teléfonos móviles pendientes de Instagram / FREEPIK

Imagen de tres personas con sus teléfonos móviles pendientes de Instagram / FREEPIK

Vida

Instagram cumple 9 años con la polémica del ‘like’ más abierta que nunca

La red social pretende acabar poco a poco con la cultura del ‘me gusta’ y los problemas que genera entre los usuarios adolescentes

5 octubre, 2019 00:00

Estar pendiente de los likes de Instagram se ha convertido en un fuerte dolor de cabeza para muchos adolescentes. La red social celebra este domingo su noveno cumpleaños en un contexto peligroso: tanto es así que en siete países el botón del corazón rojo se ha suprimido para acabar con las preocupaciones de los jóvenes.

En Australia, Brasil, Canadá, Irlanda, Japón, Nueva Zelanda e Italia los likes ya no se ven públicamente, una medida que aplicó hace algunos meses la propia red social debido a la dependencia emocional que crea y a la dopamina que genera el me gusta.

Dar protagonismo a todos

La iniciativa de Instagram se puso en marcha para que los usuarios compartan los contenidos que consideren interesantes y no para que estén pendientes de conseguir likes entre sus amigos. Eso sí, esta medida permite al propio instagramer ver las reacciones que recibe, pero permanecen ocultas para el resto de la comunidad.

De hecho, tal y como afirma el profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Ferran Lalueza, “hoy en día todo se mide por factores cuantitativos y no cualitativos”, dando así importancia y relevancia al número de me gustas obtenidos y no al contenido en sí.

La peor red en relación a la salud mental

Instagram ha sido valorada como la peor red social en relación a la salud mental y al bienestar de los jóvenes, según el estudio #StatusOfMind de la Royal Society for Public Health (RSPH). Además, hace algunos meses, la sociedad de salud pública de Reino Unido avisó de que las redes sociales, especialmente Instagram, aumentan la ansiedad y la depresión entre los jóvenes, que quieren ser populares y acaban haciendo cosas increíbles por una buena foto.

“La lógica de ser permanentemente validado y aprobado por los otros es una variable muy importante para los adolescentes, aunque no es la única”, explica el psicólogo y profesor de la UOC José Ramón Ubieto.

Imagen de una chica haciéndose un selfie / PEXELS

Imagen de una chica haciéndose un selfie / PEXELS

Quizás el punto fuerte de Instagram es que lo utilizan todos los públicos. La red social, principalmente, está enfocada al colectivo joven, pero al ritmo al que avanza la calidad de las cámaras de los teléfonos móviles, está al alcance de cualquiera tener un perfil con buenas fotos de paisajes o lugares de interés --otro de los principales usos de la red social--, y es en esta segunda función donde se concentran los perfiles diferentes al de los adolescentes.

Además, también es una buena herramienta de publicidad para las empresas, que usan Instagram para compartir su contenido de una forma más visual que en otras plataformas y para exponer contenido propio.  

Dopamina

Steve Kotler, autor de un libro que investiga cómo la dopamina alimenta la economía, incluye a las redes sociales como uno de los principales problemas, ya que a diferencia de otras adicciones, las redes sociales no están reguladas y no hay herramientas suficientes para defenderse de ellas, tal y como cita pijamasurf.com en uno de sus artículos.

Instagram genera dopamina. Este neurotransmisor aumenta con los likes de la red social, ya que nos hace pensar que hemos recibido un mensaje o esperar reacciones a nuestras publicaciones, por lo que hace que estemos permanentemente conectados y pendientes del teléfono.

Muertes

La BBC explicaba el pasado octubre que entre 2011 y 2017 murieron 259 personas mientras se sacaban un selfie en situaciones extremas. Un dato escandaloso, teniendo en cuenta que hablamos de fallecimientos al intentar conseguir una “buena” foto para poder subirla a nuestros perfiles.

Además, se reconoce el aumento de casos con el paso de los años. En 2011, tan solo se registraron tres, mientras que en 2016 fueron 98 y en 2017 fueron 93.