Septiembre toca a la puerta. Los colegios se preparan para la vuelta de los niños; los gimnasios, para la inscripción masiva de nuevos amantes del deporte; y los juzgados, para la llegada en tromba de demandas de divorcio. Estableciendo un paralelismo con el síndrome postvacacional, podríamos hablar, coloquialmente, del síndrome postmatrimonial.
En el año 2018 se produjeron en España 106.674 divorcios, 5.030 separaciones y 134 nulidades, según el Servicio de Estadística del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). No obstante, el número de divorcios se redujo un 2,17% respecto al año anterior.
Buceando en estos datos, el Instituto Nacional de Estadística indica que tras estos divorcios nos encontramos a matrimonios que duran 16,3 años de media, que el 31,6% de los divorcios se produjo tras veinte años o más de matrimonio; y que el 22,2% duró entre cinco y nueve años.
Sobre el momento de dar el paso, los abogados estiman que casi el 30% del total de demandas de divorcio se inicia en septiembre.
¿Qué sucede en el periodo estival para que tantas parejas decidan divorciarse a la vuelta?
Conflictos que se agudizan
“Las vacaciones suponen un tiempo excelente para compartir experiencias en familia. El problema no está en las vacaciones, sino en las crisis que no se afrontan en el día a día”, puntualiza la terapeuta de pareja Jasnagora de Benito, autora del blog mamitherapy.com. “Todas las parejas tenemos crisis. La cuestión está en qué hacemos cuando llegan. Podemos aprovecharlas para descubrir cosas del otro que no sabíamos, construir nuestro propio proyecto de familia y, en definitiva, crecer en el amor, o bien podemos ignorar que están ahí y dedicarnos al trabajo y a los hijos, pensando que ya se resolverán solas. Pero ¿qué pasa cuando dos personas llevan meses con pensamientos negativos hacia el otro, tragándose todo lo que piensan en pos de una falsa paz? Pues que cuando ya no hay trabajo en el que refugiarse salen todas esas ideas que se han ido reprimiendo y cualquier pequeña decisión, como elegir el plan del día, se convierte en motivo para echarse cosas en cara. Por eso diría que las vacaciones son como el agua clara, que permite ver lo que hay debajo. Para las parejas que hayan trabajado en su relación son unos días de disfrute, para los que no, se pueden convertir en una auténtica pesadilla”, explica De Benito.
Coincide Maite Pons, abogada de Barcelona especializada en divorcios y socia fundadora del despacho BPM Abogados, en que los periodos vacacionales, con mucho tiempo para compartir, “suelen acrecentar el conflicto y las diferencias de pareja”. “En periodos laborales las parejas coinciden menos tiempo, por lo que tienen menos roces”.
Terapia de pareja
Pese a que el aumento de demandas de divorcio se da en septiembre, Maite Pons advierte de que “cada vez nos encontramos a más parejas que, atravesando una grave crisis y visualizando el tiempo que van a compartir en vacaciones con su pareja, deciden iniciar los trámites de separación o divorcio antes de marcharse”.
Y es que, iniciar unas vacaciones con la pareja estando ya en la cuerda floja “no acostumbra a ser una buena decisión, a no ser que se vaya con la voluntad de buscar, prioritariamente, espacios para expresarse todo lo que llevan tiempo acumulando”, comenta la terapeuta Jasnagora de Benito. Sin embargo, lamenta, “con frecuencia eso ya no es suficiente, porque las parejas que penden de un hilo suelen estar envueltas en un ciclo negativo del cual les resulta muy difícil salir solos. Del tipo “como tú no quieres que vayamos a ver a mis padres, yo no me quedo con los niños para que salgas a correr". Por eso la mayoría de las veces recomiendo que se acuda a un terapeuta de pareja”.
Si bien cada pareja es un mundo y “requiere de un trabajo muy particular, hay ciertas cuestiones que son universales. En primer lugar, es importante normalizar el hecho de acudir a una terapia de pareja”, explica De Benito. E, indica, es “casi vital hacerlo en cuanto se noten signos de cansancio, de desvinculación emocional o de alta conflictividad”. Y, en segundo lugar, “y en un terreno más práctico, recomiendo a las parejas que aprendan a hablar desde lo que sienten y necesitan y abandonen el estilo más basado en la exigencia y la demanda. Se trata de crear estilos de comunicación sinceros y que a la vez generen seguridad en el otro”.
Afrontar las crisis de cara
Pero, reconoce esta terapeuta familiar tras casi una década ayudando a parejas en crisis muy complicadas, “lo más terrible es comprobar que muchos matrimonios han aguantado demasiado y, cuando llegan, es tarde”. Por ello, recomienda a aquellos que aún están a tiempo, un cambio de mentalidad. “Ser fuerte y aguantar en la vida de pareja es una trampa mortal. La verdadera fortaleza reside en reconocer que tenemos un problema y pedir ayuda”.
“Todas las parejas pasamos por varias crisis a lo largo de nuestro ciclo vital, así que acudir alguna vez en la vida al terapeuta de pareja debería de ser considerado algo muy común y normal”, insiste.
“Si hay ruptura, que no afecte a los hijos”
Para aquellas parejas con hijos que llegan demasiado tarde a terapia familiar, la abogada Maite Pons recuerda algo fundamental que, lamenta, “muchas parejas olvidan: los hijos también sufren los conflictos familiares, y mantenerlos tampoco es la mejor situación para ellos, por lo que es más razonable y beneficioso intentar una ruptura amistosa por el bien de todo el núcleo familiar”.
Si hay niños de por medio, recalca la socia fundadora de BPM Abogados, “los padres están condenados a entenderse así que, si se da la ruptura, hay que hacer un esfuerzo adicional para que no afecte a los hijos, o para que les afecte lo menos posible”.
Pero si lo que se quiere es no llegar a un punto de no retorno, la terapeuta Jasnagora de Benito recomienda tener presente que “el amor requiere compromiso, trabajo y decisión. Es preciso mantener una actitud vigilante, construir la relación poco a poco cada día, y afrontar de cara y con decisión las crisis que van surgiendo. Un divorcio y/o una nueva pareja puede parecer la solución a los problemas, pero realizar un cambio de mentalidad y de actitud es, con frecuencia, el verdadero camino para una vida de pareja feliz”.