Miles de aves marinas mueren en el mar de Bering desde que han variado la alimentación inducidas por las alteraciones de las temperaturas. De hecho, fallecen por inanición. Esta es la principal conclusión de un nuevo estudio sobre el efecto dominó del cambio climático, publicado en la revista de acceso público PLOS ONE por Timothly Jones, del programa de Ciencia Ciudadana COASST en la Universidad de Washington (Estados Unidos), y Lauren Divine, de la Oficina de Conservación de Ecosistemas de la Comunidad Aleut de la Isla de San Pablo.
El mar de Bering
Los autores presentan la hipótesis de que la mengua de recursos alimenticios antes de comenzar la migración ha derivado en la muerte de muchas aves. Calculan que, desde 2014, han fallecido entre 3.150 y 8.500 pájaros, de los cuales un 87% serían frailecillos. Estos animales, que se reproducen frente a la costa de Alaska, se alimentan de peces e invertebrados marinos, que a su vez comen plancton oceánico.
Menos alimento para iniciar la migración
El incremento de las temperaturas atmosféricas y la disminución del hielo marino en invierno han provocado una caída de las especies de presas ricas en energía en el mar de Bering y un cambio de algunas especies del norte, lo que ha reducido los recursos alimenticios de las aves marinas. El estudio sugiere que los cambios provocados por el clima en la abundancia y distribución de las presas, combinados con el inicio de la muda, pueden estar detrás de la causa de estos decesos, y señala que es probable una mayor variabilidad del clima en esta región.
Divine concluye que “este documento es una aplicación exitosa de la ciencia ciudadana en el mundo real. Los residentes de la isla recopilaron datos de alta calidad en tiempo real y proporcionaron a COASST un contexto detallado para su análisis. Sin la relación positiva y de beneficio mutuo desarrollada durante años de colaboración, esta muerte masiva de frailecillos no se habría comunicado a la comunidad científica”. Investigaciones y observaciones adicionales mostrarán si las aves marinas pueden permanecer resistentes en un entorno cada vez más variable.