Los últimos catalanes que sienten 'la llamada'
El Seminario Conciliar de Barcelona cuenta con 43 seminaristas dispuestos a entregar su vida al sacerdocio, entre los que se encuentran las historias de Jordi y Jaime
23 marzo, 2019 00:00El peso de la religión católica en la sociedad catalana ha ido disminuyendo en los últimos 40 años. Los fieles a esta confesión caen con fuerza aunque todavía son mayoría --por poco--. Según un estudio de la dirección general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de 2014 realizado entre 1.600 personas, los ciudadanos de Cataluña que se consideran católicos llegan al 52,4%, de los cuales 12,2 puntos afirman no ser creyentes --es decir, se sienten identificados con la tradición y la cultura católica pese a no profesar realmente la fe--. Entre los que sí tienen esa creencia (los 40,2 puntos restantes) solo un 16,8% se autodefine practicante. Lo mismo pasa con la asignatura de religión, puesto que el 81,6% de los alumnos de primaria estudian la alternativa laica a esta disciplina. Esta cifra sube al 89% en el caso de secundaria, según datos del informe Las cifras de la educación en España del Ministerio de Educación y Formación Profesional. Aun así, hay personas dispuestas a entregar su vida al cristianismo de forma plena y sincera.
Este curso diez estudiantes han empezado en el Seminario Conciliar de Barcelona. En total, 43 personas están en proceso de convertirse en los curas del mañana (34 corresponden a la archidiócesis de Barcelona y 9 a la de Sant Feliu de Llobregat). La cifra contrasta con la concentración de población del Área Metropolitana de Barcelona, de 3,2 millones de personas, aunque las demarcaciones de las diócesis no se correspondan exactamente con las de las divisiones territoriales. De hecho, como consecuencia de la escasa demanda, gran parte del edificio donde se forman los futuros curas está dedicado a otro tipo de enseñanzas que nada tienen que ver con la religión, como los audiovisuales. Entre estos pocos catalanes que sienten "la llamada" se encuentran Jordi (30) y Jaime (42), dos seminaristas que dejaron toda su vida anterior movidos por sus convicciones religiosas.
Vocación
"El sacerdocio no es ninguna profesión, es una forma de vida". Con esta rotundidad de expresa Jaime. Su caso es curioso. Se crió en una casa de padres desencantados con el catolicismo y se bautizó a los 16 años. Su vocación todavía no había florecido, así que estudió medicina y ejerció la psiquiatría durante muchos años. "Se produce un proceso dentro de ti, no quieres ser cura de un día para otro, aunque existen los milagros", afirma el expsiquiatra. Asegura que esta vocación se produce "por razones que solo Dios sabe y puede explicar".
Un poco distinta fue la llamada de Jordi: "Con 20 años hacía cosas 'normales': salía de fiesta, iba a hacer una cerveza con mis amigos y hacía la vida de cualquier persona de mi edad". Él, a diferencia de su compañero, fue educado en el seno de un núcleo familiar católico practicante aunque antes de entregarse por completo "a la fe" estudió ingeniería.
Los dos seminaristas en la puerta de entrada de las dependencias, donde viven y hacen toda su formación / SERGI ILL
En ambos casos aseguran que sentían que "había algo ahí" que les empujaba a ser sacerdotes. "Muchas veces haces otras cosas o te alejas de la fe precisamente por el hecho de querer evitar ese sentimiento", explica Jordi. Los dos futuros curas explican que fue un cambio para "replantearse muchas cosas" a nivel interior. Reconocen que la decisión fue dura, aunque a pesar de la dificultad se sienten agradecidos porque "se entregan con alegría al Señor". Salir del armario fue duro para ellos.
En el caso de Jaime, trabajaba con médicos muy alejados del catolicismo: "Había compañeros que eran incluso ateos militantes, y cuando hice pública la decisión que había tomado en el 95% de los casos mostraron mucho respeto". Su compañero afirma que tuvo "largas cervezas y conversaciones con sus amigos, aunque lo entendieron y lo apoyaron en su decisión". En su caso, explica que aunque algunos de ellos son personas alejadas de la religión, "la amistad está por encima de todo".
Nueva vida
Sus relaciones sociales han cambiado, aunque mantienen sus círculos sociales más cercanos e íntimos intactos. "Si tus amigos se van una semana a Copenhague es difícil que puedas ir con ellos, pero si es el cumpleaños de alguno pues puede que vayas a la celebración", explica Jordi. El seminarista asegura que en su caso conserva a los "amigos del círculo social más íntimo y a los del 'segundo círculo'", aunque asume que ha perdido el contacto con aquellas personas más lejanas. Jaime suscribe estas palabras y explica que mantiene "buena relación" con su entorno social anterior a la vida del seminario y el sacerdocio, e incluso con colegas de profesión con los que ejerció durante muchos años en el mismo hospital.
Los dos seminaristas viven en el centro, donde estudian y se forman para su vida posterior. Están allí de lunes viernes por la tarde, y luego se van a las parroquias donde los asigna el seminario para ayudar en la vida social y litúrgica de la comunidad. "Hacemos de todo, desde colaborar en un esplai hasta la catequesis", explica uno de ellos. "A mí me dicen que estaría rodeado de niños haciendo catequesis hace unos años y no me lo creo", bromea Jaime. Miquel Ramon, uno de los formadores del seminario, relata que los estudios se dividen en seis cursos: "Uno de introducción al sacerdocio, dos años de filosofía [compartidos con el grado de filosofía de la Universidad Ramon Llull] y luego entran de lleno en la teología".
¿Abandono?
Ambos están convencidos de la decisión que tomaron, aunque reconocen que las dudas y las dificultades han aparecido a lo largo del camino. "Cualquiera de nosotros se ha planteado en algún momento si es digno para soportar esto", explica Jaime. Su compañero afirma que a veces "da la sensación de que la vida del sacerdocio es sólo para superhéroes", y echa de menos algunas cosas de su vida anterior. No obstante, el formador explica que en el Seminario Conciliar de Barcelona la renuncia es casi nula: "En los últimos años solo ha habido un abandono". El cargo eclesiástico afirma que la edad de los que se entregan a la religión tiene mucho que ver: "La media está entre los 22 y 25 años, personas suficientemente maduras, aunque tenemos uno de 65".
Inauguración del curso 2018-2019 en el Seminario Conciliar de Barcelona / ESGLÈSIA CATALANA
Jordi y Jaime dejan a merced de la institución católica cuál será su destino una vez hayan sido ordenados, aunque tienen sus preferencias. Jaime explica que "desde el trabajo con los más pequeños hasta las instituciones penitenciarias son cosas que me motivan". Es evidente que a pesar de vivir en una sociedad secular que el propio mossèn Ramon define como "líquida", llama todavía la atención que haya hombres --pocos-- que todavía sientan algo extraño para los no creyentes, pero muy importante para los católicos como es 'la llamada'.