La colonia industrial de Cal Pons, ahora sí, ha sido declarada Bien Cultural de Interés Nacional por parte de la Generalitat. En 2017, el Ayuntamiento de Puig-reig (Barcelona) realizó la propuesta para que fuera declarada como tal, pero han sido necesarias unas elecciones autonómicas y la formación de un nuevo Ejecutivo para que finalmente se apruebe y se publique en el Diari Oficial de la Generalitat. “Ahora se ha cerrado el trámite”, explican desde el Departamento de Cultura.
La colonia es uno de los emblemas de la cooperación exitosa entre Cataluña y Madrid en el siglo XIX, en pleno auge de la industria textil catalana. Su impulsor, Josep Pons Enrich (1811-93), fue diputado y senador en las Cortes Generales y todavía hoy es considerado uno de los industrial más importantes de la región. Pons también es el fundador de otras empresas, como Caixa Manresa.
Orígenes históricos
Los orígenes de la colonia se remontan a cuando la familia Pons adquirió la finca en 1875. Un lustro después se inauguró la fábrica y una década más tarde ya estaba construida la totalidad de la colonia que llegó a acoger a 400 obreros y sus familias. Se trata de uno de los vestigios mejor conservados de un auge industrial que propiciaba un paternalismo empresarial que hizo época.
La construcción comprendía dos áreas, la industrial, por un lado, y la residencial, por el otro. También disponía de varios equipamientos, como una iglesia para asistir a misa los domingos. La parte residencial se caracteriza porque las viviendas de los trabajadores y los chalés de los propietarios compartían ubicación.
La declaración como Bien Cultural también abarca la protección de su entorno. Esta zona incluye todas las edificaciones, elementos y espacios que formaban la antigua colonia Pons, como la zona deportiva, el teatro o la casa de las chicas, explican desde Cultura en su nota de prensa: “Los espacios urbanos, los elementos urbanos, la vegetación y los restos”.
Colonia Pons
Visita de Alfonso XIII
La influencia de Pons en el mundo religioso y político de la época era notable. Hasta el punto de que el rey Alfonso XIII visitó la colonia. Según los historiadores, para su visita contaron con un tren exprés que llevó toda la comida y vajilla hasta la colonia, para hacer un banquete por todo lo alto y agradecer al monarca la visita.
En el siglo XIX, los aranceles proteccionistas establecidos por los sucesivos gobiernos de España permitieron el despegue de la industria catalana, frente a la de otras regiones --como la de Galicia-- que no disfrutaron de esta posición ventajosa.
Proteccionismo
La condición geográfica también propiciaba el éxito de los textiles catalanes: eran la puerta de entrada a Francia.
Sobre este privilegio de los aranceles en Cataluña ya había informado unos años antes el escritor Stendhal, en Diario de un Turista (1839), tras un viaje a Barcelona: “Cabe señalar que en Barcelona predican la virtud más pura, el beneficio general y que a la vez quieren tener un privilegio: una contradicción divertida. El caso de los catalanes me parece el caso de los maestros de forja franceses. Estos señores quieren leyes justas, a excepción de la ley de aduana, que se debe hacer a su gusto. Los catalanes piden que todo español que hace uso de telas de algodón pague cuatro francos al año, por el solo hecho de existir Cataluña. Por ejemplo, es necesario que el español de Granada, de La Coruña o de Málaga no compre los productos británicos de algodón, que son excelentes y que cuestan un franco la unidad, pero que utilice los productos de algodón de Cataluña, muy inferiores, y que cuestan tres francos la unidad”.
Espacios
La iglesia de Sant Josep era uno de los emplazamientos que congregaban a toda la comunidad. Se trata de un edificio neogótico que fue construido por el arquitecto Josep Torres i Argullol. Su interior se encargó a Francesc Morell.
La planta de abajo del resto del edificio estaba acondicionada para instalar las escuelas, mientras que el piso de arriba albergaba el convento, el piso del cura y la residencia de las chicas trabajadoras. Entre los principales espacios también estaba el teatro, una concesión al ocio.
La torre vieja, donde residían los amos de la colonia
La torre vieja, donde residían los amos
Las dos torres --una vieja y otra nueva-- son de estilo historicista medieval. Fueron diseñadas como castillos rodeados de jardín. Un jardín que era de uso privado para los propietarios de la colonia y para la familia del director. No obstante, cuando la familia Pons no estaba en la propiedad, se permitía a los trabajadores hacer uso del jardín y del bosque anexo.
La colonia llegó a ser el centro cultural más activo del municipio de Puig-reig. Continuó su crecimiento y se fue adaptando a las épocas hasta su cierre en 1992.