Tras el Astuto y Cocomocho, también conocido como presidente Fregona y Pastelero Loco, llega Quim Torra y ha empezado el concurso de motes. Puigdetorra, Quim Jong Torra, el Muñeco Torra y Torracollons son algunos de los apodos que ya han entrado en liza. El presidente supremacista, racista, de paja, títere, marioneta y conserje también compiten por dar nombre al tuitero loco presto para el cargo de la voz de su amo, correo de Berlín, 130 bis. Este pleito ya estaría resuelto si la ungida hubiera sido Elsa Artadi, a quien los diputados de ERC llaman Elsa Armani con tanto encono en privado que algún día se les va a escapar en público.



Torra parece que encaja bien las bromas con el apellido y con sus fobias identitarias. No así los primeros atorrantes, la emergente corte de amigos de Quim Torra que toma posiciones para el reparto de cargos de nuevo cuño como el de comisionado inquisidor del 155. Suenan para el puesto Agustí Colomines, Santiago Vidal y Carles Viver. Los dos últimos tienen más puntos al estar imputados por el juez del 13, Ramírez Látigo Sunyer. Sea como fuere, nadie se libra del mote. Don Tancredo, el Estafermo, es otro ejemplo. Hasta al papa Bergoglio ha pasado de Francisco al Anticristo. Trump es Zanahorio y no hay calamidad mundial que no haya tenido apodo. El pueblo cubano llamaba Esteban a Fidel Castro en alusión a este bandido.



En Cataluña hay gran tradición en la materia. El cronista de Barcelona Lluís Permanyer refiere algunos de los motes en un hilarante libro titulado No la saps, aquesta? (La Campana) que mereció el Premio Pere Quart de humor y sátira en 1996. El alcalde Porc Cioles, Faisà Estapé, Inmodest Cuixart, Díaz Plaga, Creix i no et multipliquis (por el comisario franquista), Penuria Espert, Ràfols Casinada y Gimferrero Rochet figuran, entre muchos otros, en el simpático listado. 



Los políticos de Ciudadanos, PSC y el PP también tienen mote, pero no son graciosos. Se los han puesto en Sant Esteve de les Roures y no salen del mamón, hijoputa, cabrón.