Tiempos que exigen el cumplimiento de responsabilidades. Es la visión de Oriol Pérez de Tudela, un profesional ligado al mundo del vino, como productor, enraizado en las tierras del Camp de Tarragona, pero que se ha implicado hasta el fondo en temas educativos. Pérez de Tudela vive en el centro de Barcelona, y es padre, y eso le ha llevado a impulsar, junto con otras familias sensibilizadas, proyectos para combatir la segregación escolar, uno de los principales problemas en la educación en España.
En una entrevista con Crónica Global, reclama un papel principal de las llamadas clases medias justo cuando ha acabado el periodo de preinscripción, en qué escuela llevar a los hijos, desde la experiencia del instituto Pau Claris, uno de los cinco seleccionados para los premios educativos que organiza el Cercle d’Economia.
--¿Cómo se ha implicado usted con la comunidad educativa?
--Nuestra llegada a la escuela coincidió con la creación de una coordinadora de AMPA del Barri Fort Pienc (centro de Barcelona) que recogía a todos los centros públicos, tanto los más demandados como los menos, con el objetivo de contribuir a equilibrar su composición social, es decir, la lucha contra la segregación.
--¿Y qué hicieron?
--Cuando nuestros hijos llegaron a la ESO, algunos de los que estábamos en la coordinadora del AMPA de primaria del barrio de Fort Pienc nos implicamos con otras AMPA de Ciutat Vella en una agrupación de familias que compartíamos adscripción al Institut Pau Claris, un centro con un alto porcentaje de segregación, pero con un proyecto muy atractivo. A esa agrupación la llamamos Amics del Pau Claris y en colaboración con el Consorcio de Educación de Barcelona y la dirección y el claustro de la escuela, hemos contribuido a que el centro deje de ser un gueto y tenga ahora una mezcla de orígenes y clases sociales muy enriquecedora para todos.
Cambiar la imagen popular de un centro de educación pública requiere tiempo y confianza
--Tras el plazo de inscripción en las escuelas. ¿Qué ocurrirá en el Pau Claris?
--Es muy difícil de prever. Por un lado, es el primer año en el que desde el AFA (Asociación de Familias de Alumnos) no se ha hecho una campaña activa en los centros adscritos de primaria. El centro está ubicado en el vértice de tres distritos, Eixample, Ciutat Vella y Sant Martí, con diferencias sociales en cada uno de ellos. Veremos si el esfuerzo de los últimos años permite pensar en la singularidad geográfica del centro sin el lastre añadido de la guetización y de la consecuente matrícula viva, que lo estigmatizaba. Y creemos que sí, que la buena fama del instituto está llegando a las familias y que vamos a llegar a una normalización feliz.
--Pero, ¿de qué depende ese equilibrio?
--Esa normalización feliz que digo depende de que los alumnos de las escuelas de la zona, del Pere Vila, del Cervantes, del Parc de la Ciutadella, del Baixeras, del Fort Pienc, del Carlit o de la Escuela Encants consideren el Pau Claris como uno de sus centros de referencia para dar continuidad a la escolarización obligatoria en secundaria. Cambiar la imagen popular de un centro de educación requiere tiempo, y, además, ha sido un año complicado.
--¿Por qué?
--Porque nos hemos opuesto, junto con otros centros del Eixample, Ciutat Vella, Horta, Gràcia y Sant Martí al adelanto del calendario para la apertura de un nuevo instituto, el Angeleta Ferrer, y eso ha generado malestar en algunas familias de algunas escuelas de primaria de la zona. Pero no es importante sólo lo que pase en el Pau Claris, sino lo que ocurrirá en el Poeta Maragall, el Balmes, el Fort Pius, el Príncep de Girona, el Salvador Espriu, o el Verdaguer. Siempre hay una discriminación entre los centros deseados y los no deseados que desequilibra la demanda y su composición social. Y sólo desde el equilibrio aseguraremos que el conjunto de la oferta pública sea de calidad y ese es nuestro objetivo.
Era una obligación cívica apostar por el Pau Claris, nos parecía indigno rechazar un centro adscrito
--¿Cómo surge la idea del compromiso de los padres y madres del entorno del centro para levantar el Pau Claris, y alejarlo, progresivamente, de la segregación escolar?
--La idea de apostar por el Pau Claris surge principalmente porque era uno de nuestros centros adscritos. Después de varios intentos, trabajando conjuntamente con el AMPA de la escuela Pere Vila, que comparte recinto con el Pau Claris, llegamos a organizarnos como asociación informal, con el nombre de Amics del Pau Claris, agrupando a padres de otras escuelas. Nos conjuramos para explorar el caso antes de rechazarlo. Era una cuestión práctica en primer lugar; (se estaba rechazando acríticamente un equipamiento público efectivo) y también era una obligación cívica: nos parecía indigno rechazar un centro adscrito y a su vez solicitar otras adscripciones a la administración. Convenimos en aquel momento que la calidad del proyecto era satisfactoria para todos y que el talón de Aquiles era la llamada matrícula viva (se matriculan niños a lo largo de todo el año), que le metía en un espiral permanente de inestabilidad. Todos los agentes de este proceso identificamos la calidad con estabilidad y desde este punto de convergencia trabajamos durante tres años para el Pau Claris, desde 2013. Cuando un grupo de familias consideraron esa adscripción se abrió la oportunidad para un centro que hasta el momento había sido invisible. Y estábamos en el camino de ‘recuperar’ un activo para el barrio y para la ciudad, normalizando su imagen y su posición.
--¿Qué ha pasado con el Institut Angeleta Ferrer? ¿A qué obedeció esa polémica?
--El Institut Angeleta Ferrer es un centro por el que la Asociación de Vecinos del barrio lleva luchando muchos años. La nueva planificación prevé su apertura para el curso 2020/2021 coincidiendo con la punta demográfica de los nacidos en el 2007/2008. Sin embargo, en noviembre del 2017, la administración anunció el adelanto de su apertura para este curso. Este cambio de calendario obedece, según el Consorci d’Educació, a la presión que supone la incorporación a la ESO de una nueva escuela: Encants. Pero desde algunas escuelas de la zona manifestamos que en algunos de nuestros centros se estaban produciendo procesos de regeneración, aún muy frágiles, que podían verse afectadas por la incorporación de un actor previsto para el 2020/21 cuando, según lo que habíamos compartido durante un largo proceso de colaboración con la administración, esos procesos de normalización estuvieran consolidados en la zona.
Las clases medias que regresan a la escuela pública de la concertada deben mezclarse con el resto de la población
--¿Y, finalmente?
--Solicitamos el mantenimiento del calendario, como ha acordado, al final, el Consorci. La polémica surge por una simplificación extrema del problema: los centros de algunas zonas reciben sobredemanda y ello invita a pensar que hay que solicitar nuevas plazas. Son miradas parciales del mapa, que en la ciudad se entremezcla y tiene efectos unas calles más allá, donde muchas veces hay centros con vacantes. A menudo se olvida que la recolocación de alumnos es una de las herramientas que el sistema dispone para equilibrar la composición de los centros y luchar así contra la segregación escolar.
--¿Asistimos a un fenómeno que pasa por la incorporación de clases medias que llevaban a sus hijos a escuelas concertadas que, con la crisis, regresaron a las escuelas públicas? ¿Qué repercusión tiene ese fenómeno?
--Debería tener como consecuencia una disminución de las escuelas segregadas: las clases medias que regresan de la concertada tienen que mezclarse con el resto de la población que ya estaba en la pública. Deben ser responsables con el conjunto de la sociedad. Es una obligación cívica en primer lugar y una oportunidad para fortalecer el sistema y obtener beneficios colectivos de décadas de inversión: entre todos y mezclándonos --hay que recordar que desde el punto de vista de la inmigración, por ejemplo, Barcelona tiene un 17% que representan 3-4 alumnos por aula-- deberíamos construir una sociedad más cohesionada, que saque beneficios de una heterogeneidad que la enriquece. La dinámica espontánea, por contra, revierte en una dualización, entre escuelas deseadas e indeseadas. Entre las deseadas por las clases medias están las que se etiquetan como innovadoras, que año tras año se ven con la necesidad de hacer incrementos de ratio y/o de grupos adicionales. Una gestión administrativa adecuada y una conciencia de los beneficios colectivos e incluso individuales de la mezcla debería reducir esta presión y esta dualización.
Junto con los derechos debemos asumir obligaciones y la ley habla de igualdad de oportunidades
--Siguiendo con el plazo de inscripción, en el debate político se introduce de forma periódica el llamado ‘derecho a decidir’ de los padres, para elegir centros. ¿Eso se debe respetar? ¿Qué debe hacer la administración?
--El derecho a elegir es un problema que viene de lejos. Primero porque es una idea muy generosamente extendida, según la cual todos tenemos derechos --que alguien nos ha robado o nos quiere robar-- y tenemos derecho a reclamarlos. Además, hay una coartada histórica que se funde con el ambiente, y es que los lobbies de la escuela concertada religiosa esgrimen ese derecho de las familias a elegir el modelo educativo, al cual nos vamos sumando socialmente de forma genérica. El problema es que la educación es la mayor inversión que hacemos como sociedad y esta idea de elección tiene formato de consumo. El derecho legítimo es a la educación de calidad, para garantizar oportunidades individuales en un entorno por el que apostamos colectivamente. La metodología debe evolucionar en todos los centros, y la composición social debe ser irrelevante. Deberíamos avanzar hacia una personalización de los currículums de aprendizaje que nos enfocara en función de capacidades, intereses y aptitudes intelectuales. Y por lo tanto, la administración debería reforzar esas redes de colaboración entre centros y docentes, incentivar la colaboración y ofrecer un plan personalizado. El objetivo debería ser que todos lleguen al nivel de competencias básicas que nos hemos fijado. Creo que junto con los derechos deberíamos asumir obligaciones, y que la ley nos indica que tenemos que participar en un sistema que tiene por objeto la igualdad de oportunidades.
--El ministro Maravall consideró, en los primeros años de la democracia, que los centros concertados se debían respetar en aquel momento, pero que se debía tender hacia un único modelo público. Pero no ha ocurrido nada de eso en todos estos años. ¿Se debería reiniciar aquel proyecto?
--Esa es la visión republicana francesa, en la que hay un único modelo público (aquí conviven los centros públicos y los de gestión privada financiados con fondos públicos). En Francia, Jean Michel Blanquer, el actual ministro de Educación, está impulsando también una cruzada contra la desigualdad en educación. Con lo cual, el problema es independiente de la dualización (pública - concertada), aunque obviamente ayudaría. En cualquier caso, la idea de fondo es que la educación es la mayor inversión del sistema y hay que vivirla como una oportunidad en la que tenemos que comprometernos colectivamente, para que todos los recursos empleados fructifiquen en alguna de sus posibilidades. Si creemos que la formación (obligatoria) es un activo sistémico tenemos que colaborar para que todas las piezas funcionen eficientemente. La suma colectiva será siempre mayor que cualquiera de las individualidades en competencia.