Clubes de fans: del Fary a Valtonyc
La crítica se divide entre 'gabrielistas' y 'martasanchistas' a la hora de abordar los casos de Santiago Sierra y la chirigota sobre Puigdemont de La Familia Verdugo
26 febrero, 2018 04:07Fredo es un barbero con establecimiento abierto al público desde 1992. A riesgo de ser confundido o precisamente para eso, Fredo ya no les pregunta a sus clientes si prefieren hablar de fútbol o de toros, sino que inquiere directamente a la clientela de qué pie cojea a la hora de dar palique. Eso si es que no los ve venir con un lazo amarillo en la solapa.
Como escultor de cabezas, Fredo tiene una cierta sensibilidad artística que lo mismo deambula por los vericuetos de los límites de la censura respecto a la obra Presos políticos en la España contemporánea que teoriza sobre la oleada de puritanismo que nos asuela al hilo de la chirigota de cortarle la cabeza a Puigdemont o sólo el pelo. España es un país de artistas, sostiene Fredo, lo que explica la intensidad de las controversias culturales. En lo relativo a su oficio, a nuestro barbero ya le gustaba el estilismo yanomami de Anna Gabriel. Ha observado, por lo demás, que quienes con más pasión abogan por la luchadora de Sallent son también quienes más faltan al respeto a Marta Sánchez. Y a la viceversa, los que llaman pija capitalista a Gabriel califican de machistas todas las críticas contra la cantante que le ha puesto letra al himno español.
Al parecer de los valtonycos, decir que quiere a Gallardón en silla de ruedas porque así "podría chupármela a todas horas" y "gora Eta" merece una protección especial mientras que ponerle letra a la Marcha Real debería estar penado por ofensas a la república simbòlica de Catalunya. A la contra, los martasanchistas se mofan del artista Santiago Sierra por poner en el pie de foto de Junqueras que "la Audiencia Nacional condenó a prisión incondicional y sin fianza al exvicepresidente catalan junto a ocho exconsejeros de la Generalidad". No es menos exacto Sierra que La Familia Verdugo, la que dijo que "según el artículo 155 de la Constitución de España y la humanidad, se condena por alta traición al gafe (Puigdemont) que está ahí detrás”. Y añadieron: “No sabemos si cortarle la cabeza o mandarle a pelar".
Los detalles son lo de menos. Al rapero de Ses Illes le dieron ayer el tercer grado en Carabanchel para que estuviera en el plató de La Sexta. ¿O no fue así? Calla, que no, que le han sentenciado a tres años y medio de prisión, pero le queda recurso. El hombre se ha quejado de que una de las coplillas que se le imputan se la encargó Pablo Iglesias cuando estaba en lo de La Tuerka. El final del vídeo es de nota: "Desde la isla también luchamos por la tercera república compañeros", dice el colega junto a otro colega.
Polémica renovada. Hay quien afirma que en España estarían prohibidos los Sex Pistols. Pudiera ser, aunque su versión del God Save the Queen contrasta sobremanera con la obsesión de nuestro Valtonyc por las prácticas sexuales de la gente que no le cae bien. Es más, Fredo recuerda que preguntado Johnny Rotten por la difusión de la canción afirmó que "no cantábamos vamos a matarla o vamos a follárnosla (a la reina de Inglaterra). Señalaba la realidad. Somos las flores en el cubo de la basura y no hay futuro". Con el Brexit se ha puesto otra vez de moda el tema, por cierto.
Escandalizarse es tendencia de amplio espectro. La crítica está dividida entre los gabrielistas, partidarios de las chicas que trinan "no somos amigas, nos comemos el coño. Iaia, por favor, acéptalo" y los que no están por la labor de linchar a Marta Sánchez por española, fans todos ellos del Fary que abogaba por la marihuana en TVE. Eso sí que era punk.
Libertad de expresión, vidrioso asunto. Franco sin cabeza, un rey sodomizado por una indígena chilena, un torero pirata vetado, Isabel y Fernando no ruedan en el saló del Tinell, etcétera, etcétera. ¿Albà o Boadella? La duda ofende, pero Fredo, navaja en mano por si acaso, no piensa y le dice a su parroquia lo que quiere oír, a cada uno lo suyo, aunque pondera que el ejercicio de sus derechos le resulta más rentable al primero que al segundo, prohibido en Cataluña.