¿Qué hacemos con el cannabis?
Autonomías gobernadas por distintos partidos pelean con el Gobierno y los expertos en salud para legalizar un negocio que movería 100.000 millones al año
30 julio, 2017 23:00Siete comunidades autónomas --Navarra, País Vasco, Cataluña, Baleares, Cantabria, Canarias y Murcia-- se han lanzado a regular de forma más tolerante el cannabis para uso terapéutico o recreativo en clubes, una competencia que corresponde al Estado. Las normas de las dos primeras ya han sido recurridas ante el Tribunal Constitucional y suspendidas porque "pretenden despenalizar y la legalización del cultivo y tráfico por la vía de los hechos”.
El Ejecutivo de Rajoy estudia hacer lo mismo con la ley aprobada por el Parlament hace apenas un mes. Plantea por primera vez la posibilidad de cultivar y transportar marihuana, algo que no está concebido ni en los países con una legislación más permisiva, como los Países Bajos.
Clubes legales
Cataluña es la autonomía con más clubes de cannabis de España (unos 500), que son asociaciones legalmente constituidas y dentro del registro de entidades sin ánimo de lucro. Son espacios privados en los que se aprovecha la figura legal del consumo compartido, que no tiene relevancia penal.
En España, como en la mayoría de legislaciones internacionales, el consumo de drogas en espacios privados no es un delito. Pero sí lo es la tenencia y el consumo en vía pública, que se sanciona administrativamente. Y la venta, castigada también por la vía penal.
Negocio millonario
Tras estas normas autonómicas subyacentes hay un negocio que generaría más de 100.000 millones de euros al año. Solo en Andalucía superaría los 10.000 millones, según cálculos del diputado de Podemos Juan Moreno Yagüe. Tiene a su favor "un campo óptimo para estos cultivos" y el turismo que vendría a fumar porros. Las últimas iniciativas legales cuentan con el aplauso de la industria cannábica. Pero también con la oposición frontal de un centenar de expertos en salud del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).
Un consumidor lía un cigarrillo con tabaco de picadura / EFE
Los especialistas, apoyados por el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), corroboran que el cannabis, del que se extrae la marihuana (flor) y el hachís (resina), tiene propiedades terapéuticas. Pero piden más responsabilidad a los gobernantes empezando por dejar claro que, mezclado con tabaco en un porro, no es terapéutico y que esta forma de consumirlo tiene efectos muy perjudiciales para la salud.
"Hay que centrar el esfuerzo en los 150.000 menores que empiezan a fumarlo cada año", advierte Ana Esteban, psicóloga coordinadora del Proyecto EVICT (Evidencia Cannabis-Tabaco). La Encuesta Global de Drogas (Drugs Global Survey) sitúa a España con más de un 80% de usuarios duales, a la cabeza de Europa del consumo de cannabis mezclado con tabaco.
Más consumo e incautaciones
La última encuesta del PNSD, publicada hace un mes, muestra que la población que consume cannabis ha aumentado hasta el 9,5%. Al mismo tiempo, ha descendido del 82 al 79% el porcentaje que ve riesgos en fumarlo una o más veces a la semana. Además, los consumidores de 15 a 17 años duplican a los mayores de 35.
Las incautaciones, lideradas por España en Europa, también han crecido un 16% en lo que va de 2007. El Ministerio del Interior contabilizó el año pasado 600 toneladas de resina y de hierba, y detuvo o investigó a casi 700 personas. Se decomisaron 256.340 plantas en 340 plantaciones y 1.448 cultivos en el interior de estancias acondicionadas. La punta del iceberg, ya que los organismos internacionales calculan que apenas se decomisa una cuarta parte del tráfico real.
Imagen de flores de cannabis / EFE
Daños Añadidos
Las consecuencias de fumar porros pueden ser demoledoras, tal como detalla la psiquiatra Cristina Pinet. Aumentan las probabilidades de adicción al tabaco, comparten la misma patología bronco pulmonar, incluida la bronquitis crónica y el cáncer de pulmón. Además, el tetrahidrocannabinol o THC --principal componente psicotrópico del cannabis-- eleva la aparición de síntomas psicóticos y alteraciones cognitivas. Tanto la nicotina como el THC producen multitud de interacciones farmacológicas sobre el sistema nervioso central, aparato cardiovascular, respiratorio, digestivo e incluso endocrino que los investigadores tratan de identificar.
Pero han descrito que cuando uno se fuma un porro comienza la borrachera cannábica, con somnolencia, relajación o alteración del pensamiento, y cuando las dosis son altas, las imágenes sensoriales cambian, las emociones fluctúan, puede provocar depresión, pánico y alucinaciones. “Imagínese las consecuencias para un bombero, un policía… un diputado”, le espetó la parlamentaria popular andaluza Catalina García al podemita Yagüe en un debate.
El panel de expertos asegura que transmitir a las personas enfermas la idea de que los porros les va a curar sería “un fraude sanitario y humano”, puesto que “el cannabis, como cualquier droga, tiene su propia carga de enfermedad y de muerte que se dispara por el hecho de fumarla con tabaco”. “El eslogan de cannabis mortalidad cero es repetido por una industria cannábica en expansión y sin regulación legal y esta falacia acaba calando en la sociedad”, asegura el doctor experto en Salud Pública, Joseba Zabala.
Subcomisión y tratamientos
El Gobierno de Rajoy, con apenas el apoyo intermitente del PSOE, se ha visto obligado a anunciar otra subcomisión más en el Congreso de los Diputados para abordar el tema o, al menos, darle largas. No descarta ir más allá en el terreno estrictamente terapéutico para el tratamiento de enfermedades como la de Parkinson, la esclerosis múltiple, el cáncer, la ansiedad, los trastornos de alimentación o de sueño.
La Agencia Española del Medicamento recuerda que ya abrió la puerta en 2008. Se está extendido el uso del Sativex, un derivado del cannabis que se usa en Canadá para remitir el dolor neuropático en pacientes con esclerosis múltiple, para estimular el hambre en enfermos de sida o cáncer terminal que acaban desarrollando anorexia. También reduce las náuseas que provoca la quimioterapia. Pero las pruebas de las numerosas investigaciones en marcha se ensayan en ratones y los resultados no siempre funcionan en humanos. En cualquier caso, llevan su tiempo.