Las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos, y determinadas infecciones, cada vez más difíciles de curar con el uso de este tipo de medicamentos.
Uno de los factores que más contribuyen a agravar lo que la comunidad científica califica de “pandemia” es el abuso de antibióticos en el sector alimentario. Según los médicos, es responsable de hasta un 80% del problema.
Pero la normativa europea es muy estricta y no permite comercializar ni carne ni pescado que presenten estas sustancias. “El panorama ha cambiado mucho en la última década, y si se encuentra la más mínima traza de antibióticos en los controles, se prohíbe vender el producto”, explican ganaderos y acuicultores.
Mientras que hace años era habitual suministrar antibióticos a los animales de granja sin necesidad de receta veterinaria ni ningún control, ahora está todo mucho más restringido y solo se aplica la medicación en caso de enfermedad, explica el secretario de ganadería de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Román Santalla.
El periodo de espera
En la actualidad, las cosas son distintas. La Unión Europea permite suministrar solo tres tipos de antibióticos en animales para el consumo humano. “El control es estricto, se necesita prescripción veterinaria para hacer un tratamiento y después existe un periodo de espera antes de poder sacrificar al animal”, indica Santalla.
En el caso de la comercialización de carne, el plazo es de entre 28 días y 60 días, para garantizar que los antibióticos han desaparecido del organismo del animal. En cuanto a la venta de leche o productos derivados, la espera es mucho menor, de entre 4 y 5 días.
Piscifactoría
En las piscifactorías, el procedimiento es el mismo. Jordi Carreras, dedicado a la acuicultura marina desde hace 30 años, explica que el “periodo de espera depende de la temperatura del agua, ya que, si es más fría, el metabolismo del pez es más lento”. En ambos casos, antes de sacar el producto al mercado, se analiza para comprobar que no queda rastro de los antibióticos.
Las importaciones y el medio marino
Desde la UPA aseguran que la seguridad está garantizada en la carne que proviene de los países comunitarios, pero no del resto del mundo. Los controles a los alimentos importados son aleatorios, mientras que el producto de la UE se analiza varias veces, incluido en la distribución. Es en estos casos donde es más probable que entren carnes y pescados que contengan antibióticos.
Otra vía de entrada es a través de productos como mejillones y ostras. Y es que si se crían en aguas cerradas, es muy probable que cojan del medio marino sustancias como antibióticos. “Es bestial la cantidad de medicamentos que hay en el mar, que pueden pasar al pescado y otros organismos y no se puede controlar”, explica Carreras.
Los productores
Los ganaderos son los primeros interesados en disminuir el uso de antibióticos, según el secretario de la UPA. “Es muy caro para los productores; un tratamiento con antibióticos puede costar unos 60 euros, y si los análisis antes de vender el producto muestran algún resto, se deshecha”, explica Santalla.
Las bacterias con las que se infectan los propios animales empiezan a desarrollar su resistencia, indica Carreras. En estos casos, se tiene que repetir el tratamiento, por lo que el precio se dobla. El acuicultor Jordi Carreras añade otro factor económico. Tanto él como Santalla coinciden: “La seguridad alimentaria está al orden del día, y una empresa que tiene una alerta de este tipo no vende”.