No dejó que le retirasen las esposas que le aprisionaban las muñecas mientras prestó declaración. Ni siquiera cuando pidió liberarse de ellas para ajustarse las gafas y así poder ver con nitidez las fotos en las que aparecía junto a su hija.
El juez de Instrucción número 1 de la Seu d'Urgell (Lleida), Ignacio Risueño, ha hecho del caso Nadia una causa casi personal y actúa con una inequívoca mano dura. Su señoría se mantiene firme, inflexible, displicente, incluso, y casi retador para con los dos imputados, el padre y la madre de la niña.
En su opinión, las fotos que los Mossos d'Esquadra pusieron sobre su mesa son elocuentes, evidentes y escandalosas. Para la Fiscalía y para la Dirección General de Atención a la Infancia, personada en la causa como acusación particular, no. O no del todo.
Interrogatorio implacable
El pasado día 13 de enero, Risueño inició la ronda de interrogatorios a los investigados sobre las controvertidas fotos de la menor. Empezó con la madre, Margarita Garau. Le preguntó acerca de las fotografías, pero lo hizo antes de mostrárselas. Naturalmente, la defensa alzó la mano y pidió al juez que, antes de inquirir a su patrocinada por esas imágenes, lo razonable es que se las enseñase.
El juez se negó --en aras al éxito de una supuesta estrategia de interrogatorio orientado a acuclillar a la investigada-- y continuó con las preguntas, actitud que provocó la queja del abogado. Éste pidió que se hiciera constar en acta.
Lo mismo hizo con el padre de Nadia, Fernando Blanco, al que tuvo en el banquillo, con la manos atadas por unas bridas sin permiso para liberarle de ellas a pesar de estar rodeado de los policías que le custodiaban.
Ante las evasivas de los investigados, el juez extendió sobre la mesa 50 folios tamaño DIN A4 con las 50 fotografías a color extraídas del pendrive encontrado por los Mossos en poder de Blanco.
Lo objetivo y lo subjetivo
40 de ellas correspondían a imágenes de la pareja manteniendo relaciones sexuales. En esas fotos aparecen, en un segundo término, los que se supone que son los pies Nadia, que entonces tendría 3 años. Fuentes policiales han asegurado a Crónica Global que la pareja no mantuvo, necesariamente, relaciones íntimas frente a su hija, sino en la misma habitación en la que se encontraba ella, que son cosas muy diferentes, según esas fuentes.
Aun así, todas las interpretaciones valen. Todas. Incluida la del juez que, refriéndose a esas fotos, espetó en un momento del interrogatorio al padre de Nadia: “¿A usted le parece esto normal?”.
Los padres de Nadia aseguraron que la menor, entonces, dormía. El juez dice que es imposible que la niña no contemplase esas escenas sexuales explícitas.
La pareja fue interpelada por otras 10 fotos en las que aparece Nadia desnuda. Blanco calificó esas instantáneas de normales y tildó de graciosa la imagen de su hija.
Nadie pide la cárcel de la madre
Los padres de Nadia mostraron si indignación por el interrogatorio. Sin embargo, ni la acusación particular ni la pública mostraron objeción alguna a la actitud y las preguntas del juez. No lo hicieron, pero es cierto, y no menos elocuente, que tampoco pidieron medida cautelar alguna para la madre de Nadia.
Los criterios subjetivos del fiscal y de la acusación particular son diferente a los del juez. Por lo tanto, resulta patente que, sobre una misma realidad, existen diversas perspectivas y ponderaciones, todas respetables, pero, sin duda, elocuentes de una realidad objetiva: la imputación de un delito de abuso sexual o de pornografía atribuible a los padres de Nadia es, hoy por hoy, discutible.
Los Mossos analizan otros 13 pendrives en los que, en principio, no aparecería la menor o no lo haría en situaciones penalmente embarazosas para sus padres. La policía autonómica ha confirmado que, desde los soportes informáticos que se incautaron, los padres de Nadia no consultaron páginas pornográficas. Veremos.