Primero fueron piropos de más o menos buen gusto. Más tarde, mensajes con propuestas sexuales. Después pasó al envío de videos pornográficos. Y, por último, a los insultos y a las coacciones.

Un juez de Barcelona ha condenado a multa y a una orden de alejamiento de cuatro kilómetros durante 10 años a un vecino de la Ciudad Condal que durante más de 10 años acribilló a la que había sido su abogada con centenares de mensajes coercitivos, insultantes y de marcado sentido sexual. La mayoría de ellos, por mail o por mensajería telefónica.

Obsesión

El grado de obsesión de este individuo fue in crescendo con el paso del tiempo. La mujer, vecina de Vic y con despacho profesional en la población de Figures, en un principio, no quiso darle importancia a los primeros mensajes de quien había sido su cliente en un solo caso, y a quien conoció en el turno de oficio por reparto.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, y que los mensajes subían de temperatura, la letrada empezó a notar que aquella presión a la que le sometía su excliente empezaba a afectarla no solo en el plano personal sino también en el profesional. Y pidió ayuda cuando los médicos la alertaron de que estaba sumida en una profunda depresión. Compañeros abogados la arroparon y la animaron denunciar.

Acusado avergonzado

Tras recopilar los mensajes, la víctima elaboró una denuncia que presentó en el juzgado de guardia de Barcelona. Tras la preceptiva investigación policial, el caso llegó a juicio y el excliente (el acusado), avergonzado frente a las evidencias, reconoció los hechos ante el tribunal y asumió una condena de conformidad.

La sentencia resalta la necesidad de que las víctimas denuncien este tipo de coacciones como única vía posible para erradicar o al menos protegerse de las conductas de acoso sexual que sufren las mujeres y los menores.