¿El envejecimiento mundial es malo?
Este proceso demográfico es fruto de una mayor esperanza de vida y no tiene por qué afectar al Estado del Bienestar
10 abril, 2016 22:14El Departamento de comercio de Estados Unidos publicó este mes de marzo un informe llamado An Aging World(Un mundo que envejece) en el que alertaban de que en los próximos cuatro años --y por primera vez en la historia de la humanidad-- los mayores de 65 años superarían a los menores de cinco años a escala mundial.
El informe, de 175 páginas y uno de los más completos en el campo de la estadística demográfica internacional, apareció en los principales medios del país reabriendo el debate sobre si las instituciones públicas deben llevar a cabo políticas de control de la natalidad.
En España, sin embargo, desde hace ya más de 30 años los mayores de 65 años superan a los menores de cinco años, según datos del Instituto Nacional de Estadística. La situación idéntica se vive en el resto de Europa y, ahora, por primera vez el envejecimiento se ha convertido en un proceso de envergadura mundial. Pero, ¿hay motivos razonables para preocuparse?.
Elementos positivos
“Llevamos más de 100 años en este proceso en Europa. Primero fue Francia, pero el resto de países europeos han seguido la misma tendencia”, explica Julio Pérez, uno de los demógrafos más reconocidos a nivel nacional y Científico Titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Pérez quita importancia a las consecuencias de este proceso de envejecimiento poblacional y asegura que, a menudo, se señalan causas incorrectas a la hora de explicar el fenómeno. Según el profesor, no se debe tanto a una baja fecundidad como en el aumento de la esperanza de vida: “No tiene que ver con el descenso de la fecundidad, sino con que vivimos más años”.
En el mundo actual, en el que la evolución científica y médica ha logrado rebajar las tasas de mortalidad a mínimos históricos, ya no resulta necesario tener tanta descendencia. “Antes había que tener cinco o seis hijos por mujer porque no había opción, porque la alternativa era la extinción. Así de simple”, añade Pérez.
En 1900, la esperanza de vida en España no superaba los 34 años de edad. De promedio, por cada niño que nacía, había uno que no cumplía el primer año de vida, y la mitad no superaban los 15 años. Estas cifras se han invertido radicalmente y la esperanza de vida es de 85,7 años para las mujeres, y de 80,2 para los hombres (según los últimos datos de 2014).
El Estado del Bienestar
El proceso de envejecimiento, en consecuencia, estaría estrechamente vinculado a la mejora en la esperanza de vida y en una fecundidad más controlada. Dos aspectos positivos, pero que a menudo quedan relegados ante postulados más catastrofistas que apuntan a un colapso del sistema debido a una pirámide invertida en la que los jóvenes no pueden pagar la pensión de los jubilados.
“El Estado del Bienestar no depende solo de cuánta gente trabaja y cuánta gente cobra pensiones. Si solo dependiese de eso, este sería el peor momento del sistema en toda su historia, porque ahora es el momento en la que hay más gente en edad de jubilación y mucha menos gente en edad de trabajar”, asegura el demógrafo.
Son muchos los expertos que consideran que la crisis del Estado del Bienestar en sociedades como la europea no tiene su origen en la pirámide poblacional invertida. Desde demógrafos, sociológos del trabajo y economistas sitúan la cuestión en el sistema productivo y su capacidad de generar puestos de trabajo suficientemente remunerativos y productivos. Es decir, el sistema no dependería tanto del número de trabajadores, sino de otros aspectos como la riqueza que producen, la inversión de capital o la acogida de nuevas tecnologías.
El futuro siempre se pinta de negro
A lo largo de la historia han prevalecido las opiniones sobre una suerte de futuro incierto en el que o bien la falta de natalidad o la superpoblación resultarían en graves problemas para la humanidad. Dos afirmaciones que, como señala Pérez, no dejan de ser "contradictorias" entre sí.
Uno de las teorías que más éxito ha cosechado a este respecto es la del entomólogo Paul R. Ehrlich, quien escribió en 1968 el libro La explosión demográfica (The Population Bomb) y que sigue siendo aun hoy un libro de referencia.
En su obra el científico ponía la Guerra Fría, la lucha entre los dos bloques --el de los Estados Unidos y el del bloque soviético-- en idéntico peligro a la bomba nuclear y a la “bomba demográfica”. Pensaba que las revoluciones comunistas, especialmente en China, Corea o Vietnam, harían incrementar el número de habitantes en el planeta de un modo insostenible.
En sentido opuesto, uno de los demógrafos más conocidos de la historia, el catalán Josep Antonio Vandellós, publicaba en 1935 un libro llamado Catalunya, poble decadent, en el que sostenía las tesis que en esa época ya eran hegemónicas de un grave problema con la falta de natalidad. En la misma línea, documentos de La Haya de 1907 de los primeros científicos que estaban elaborando el método de proyecciones demográficas ya hablaban de “decadencia” y “declive” europeo.
¿La inmigración frena el envejecimiento?
La mayoría de migraciones tienen motivaciones laborales y están muy concentradas en edades jóvenes. Este colectivo normalmente está en edad de tener hijos, y es por ello que normalmente se relaciona la inmigración con la subida de la natalidad.
Uno de los trabajos más interesantes a este respecto es el de la demógrafa Teresa Castro Martín, titulado ¿Puede la inmigración frenar el envejecimiento de la población española?. Castro explica que la inmigración “no va a revertir ni a detener el proceso de envejecimiento demográfico”, sino que solamente puede “ralentizar el ritmo de envejecimiento”.
“Los inmigrantes también envejecen y generan derechos para obtener pensiones, por lo que para reducir la ratio de dependencia de la población mayor en el futuro harían falta unos flujos inmigratorios muy voluminosos, crecientes y por tiempo indefinido”, sostiene en su artículo.
Los que estudian la fecundidad por lugar de origen afirman que hace un tiempo atrás había “un lapso de adaptación” a la natalidad local que era de una generación. Ahora, en cambio, la adaptación es prácticamente inmediata y tienen unos comportamientos de fecundidad similares que la población local.
Todo indica a que el proceso de envejecimiento no lo va a frenar tampoco la inmigración. La solución, coinciden los expertos, pasa por distintas medidas como “la capacidad productiva”, la “participación laboral”, el “aumento de la fecundidad”, entre las principales.