Colas ante una de las administraciones de Lotería.

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Vida

Hacienda explota la “envidia preventiva”

El “por si le toca a otros y no a mí” arrastra a jugar a la Lotería de Navidad a 25 millones de españoles adultos

12 diciembre, 2015 23:42

Estadísticamente es más probable estrellarte si viajas en avión que ser agraciado con el Gordo de Navidad. Las posibilidades, una entre 100.000, son algo así como si solo le tocase a uno de todos los que asistieron al último clásico Madrid-Barça, incluidos los empleados del estadio, vendedores y agentes de la seguridad pública y privada. Pero jugamos, por la presión social, lo que los sociólogos denominan “envidia preventiva”. Algo así como por “si le toca a otros y a mí no”, según el reciente estudio de la Fundación Codere sobre la percepción social del juego en España.

Este fenómeno, que todo el mundo reconoce, no sabe de crisis y parece que va en aumento. Así lo esperan Loterías y Apuestas del Estado (LAE) y su socio Cristóbal Montoro, titular de Hacienda. Este año han consignado que cada español se gaste una media de 62,72 euros, 1,22 más que en el 2014. El dato será definitivo cuando se reciban las devoluciones de boletos no vendidos, el 21 de diciembre. Los balances de años anteriores suelen equivocarse en decimales.

Todos a jugar

El estudio de Codere deja claro que más de la mitad de quienes juegan a la lotería de Navidad no irían nunca en principio a comprar un décimo a una administración o lo adquirirían por internet. Lo hacen porque se lo ofrecen en el trabajo, el bar, la asociación o para las fiestas del pueblo. “El simple hecho de saber que la gran mayoría de los compañeros de trabajo adquirirán el número reservado, obliga hasta al más indeciso a decantarse a comprar el décimo”, explica el sociólogo Santiago Hernández.

El informe pone cifras: el año pasado jugaron 25 millones de residentes en España entre los 18 y los 75 años. Solo un 18% de los que logran sustraerse dicen en la encuesta que no juegan porque no creen en la suerte, no lo ven rentable y pasan de envidias, preventivas y después del sorteo. El 7% restante aduce motivos económicos o sencillamente que es pobre de solemnidad.

Fenómeno no solo hispano

Los sociólogos aseguran que en otros países el principal motor es cierta ludopatía y que el fenómeno es típicamente español, como otras tantas exageraciones. Pero no tanto. Dos investigadores de la Universidad de Harvard (EE. UU) hicieron la pasada década una extensa encuesta al respeto en la que dieron a elegir a los alumnos de la Escuela Pública de Salud entre dos escenarios. En uno, ellos ganarían 50.000 dólares a la lotería cuando el resto de la gente lograría 25.000, es decir, la mitad. En el segundo, ellos ganarían 100.000 dólares, el doble, y los demás ganarían 250.000. Todos prefirieron el primer escenario.

Ojo al gastarlo

Pieter Remmers, experto holandés en ludopatía, cuenta numerosos casos de personas que tras ser agraciados con un premio se quedan aturdidos y gastan y gastan hasta volver a ser más pobres que antes de ganarlo.

Los especialistas aconsejan que "si te toca un buen pellizco, por ejemplo un millón de euros, debes hacer tus cálculos para que la mejora de tu situación sea paulatina: gastar sólo un 1,5% el primer año, un 3% al siguiente, y así hasta alcanzar aumentos del 30%".

Gracia Querejeta ha mostrado en su película ¡Felices 140! que un premio de esa cantidad de millones puede arruinarte la vida. La película es un retrato de cómo el dinero y la codicia pueden hacer aflorar lo peor del ser humano.

Felicidad pasajera

Los expertos discrepan sobre si el dinero da la felicidad o no. Pero hay más defensores de lo primero que de lo segundo. Al menos de entrada, salud aparte. Un estudio de la universidad de California cifra en 12.000 euros los ingresos mínimos anuales para ser feliz. Pero otro más exhaustivo de la de Copenhague advierte de que la dicha de los agraciados con un gran premio es temporal. Solo experimentan un aumento de felicidad el primer año. Los siguientes se mantienen igual: se han acostumbrado al nuevo tren de vida y no les resulta extraordinario