La ruleta rusa del 27S y la "democracia orgánica" en Cataluña
El contexto electoral catalán es poco menos que antidemocrático. Mas, Junqueras y la ANC gobiernan como si ya hubieran ganado las elecciones y ejecutan su plan y su campaña con los fondos del Estado.
18 enero, 2015 12:22El contexto en el que se celebrarán las próximas elecciones autonómicas no es precisamente un ejemplo de neutralidad institucional o de calidad democrática. El fondo y las formas del pacto no escrito por el que las elecciones se celebrarán el 27 de septiembre, la "hoja de ruta" soberanista hasta esa fecha, el martilleo constante de propaganda nacionalista y la unanimidad del discurso "periodístico" a favor del "discurso" único soberanista condicionan el paisaje hasta un punto que permite cuestionar la limpieza de la convocatoria. Por no entrar en honduras sobre el indiscutible hecho de los desequilibrios de un sistema electoral que históricamente ha favorecido al voto nacionalista.
Por lo demás, el manejo de los asuntos públicos por parte del presidente de la Generalidad podría atribuirse perfectamente a una lectura e interpretación bien interiorizadas de los rasgos de la "democracia orgánica" franquista, tiempos a los que hay que remontarse para encontrar precedentes en el uso del término "plebiscito".
Como si fuera lo más normal en el mundo occidental, Mas acaba de anunciar que dedicará ingentes cantidades de recursos públicos a aplicar su programa (y el de ERC) antes incluso de haber ganado las elecciones; que ya están dispuestos los planes de contigencia y de transitoriedad legal, que las consejerías tienen órdenes precisas para actuar como si fueran ministerios de la primera república catalana y que se trabaja (otra vez) en la redacción de la Carta Magna del nuevo Estado europeo. De todo lo cual no cabe más que deducir que el paso por las urnas es un puro trámite, una formalidad para guardar las apariencias porque, en realidad, ya está todo decidido.
Se prepara incluso un aparataje electoral de nuevo cuño, según dijo el mismo Mas, para no depender de las estructuras del otro Estado, lo que debiera disparar todas las alarmas sobre el riesgo de pucherazo. De hecho, ya se está produciendo porque en ningún país normal, por mucho que la política sea la política, las campañas electorales duran ocho meses. Ni tampoco consisten en "gobernar" como si ya se hubiera ganado las elecciones, en plan fase constituyente.
Es lo que hay, sobre lo que resulta particularmente revelador el recurso de la defensa de Mas contra las denuncias que penden sobre él, Ortega y Rigau. Dice, con toda razón, que el Estado y la Fiscalía dejaron hacer, que no hubo orden expresa de suspender unos preparativos que eran públicos y notorios, que si hubieran querido que no se celebrara el 9N podrían haber utilizado previamente las muchas herramientas a su alcance para impedirlo.
No es menos cierto que la contundencia retórica del Gobierno contra el "proceso" contrasta con la inyección de miles de millones de euros a la Generalidad del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para que, entre otras cosas, anule cualquier conato de disidencia mediática, financie sus propios medios, refuerce la "acción exterior", fiche inspectores de Hacienda, pague a consultoras diplomáticas internacionales y haga campaña electoral a favor de la independencia.
Técnicamente, las del 27S son unas elecciones autonómicas, no un plebiscito ni un referéndum, ni tampoco un referéndum plebiscitario, ni un plebiscito referendario, que son las variables interpretativas comunes de esa convocatoria electoral. Como el nacionalismo siempre gana, si el día después no suma lo volverá a intentar una y otra vez hasta conseguirlo. Además, habrá avanzado un buen trecho y puede que tenga hasta una Consejería de Exteriores con su canciller y su canesú. Para la otra parte, en cambio, el 27S es una ruleta rusa en territorio hostil. Si pierden, adiós a todo aquello y se habrá consumado con éxito la travesía que iniciara Pujol tres décadas atrás.
Para el PP, Ciudadanos y la parte del PSC que está con Ferraz, ganar sería que el frente soberanista se quedase a las puertas de la mayoría abosluta, que la dispersión de voto independentista complicase el juego de alianzas, que Podemos restara votos a la izquierda soberanista y que el Parlamento catalán se conviertiera en una interminable lista de siglas y grupos parlamentarios diezmados.
Descartadas las acciones ejecutivas contra la desobediencia sistemática que preconiza la "hoja de ruta" de Mas, Junqueras y la ANC, no cabe más que confiar en una movilización masiva del voto a favor de la unidad de un país, España, que no existe en la Cataluña oficial; a favor de los primos del pueblo, de las vacaciones en la sierra, de los amigos de Cádiz, de las autonosuyas, de nuestros bolsillos y de nuestro futuro. A favor también de continuar siendo un país de Europa y no la finca de los herederos de Pujol y compañía, un paraíso fiscal para los de siempre, con justicia para vips y tricentenarios para todos.
Escribía Victoria Prego el día después de la convocatoria del presidente de la Generalidad: "Está visto que a Artur Mas ya sólo se le puede vencer en las urnas. Una vez que los hechos han demostrado con rotundidad que nuestro ordenamiento jurídico ha sido patéticamente desprovisto por nuestros responsables políticos de los instrumentos que hubieran podido impedir las acciones de quienes han dedicado su esfuerzo a procurar desde las propias instituciones la liquidación del Estado, no queda otra alternativa que recurrir al pueblo. Y en el pueblo catalán va a descansar ahora la responsabilidad de defender la España indisolublemente unida, 'patria común e indivisible de todos los españoles', que es lo que dice nuestra Constitución".
Para esa parte del pueblo de Cataluña a la que apela Victoria Prego, el 27S es como jugar en campo contrario, con un árbitro casero, en un terreno embarrado, sin portero y con la necesidad de remontar un cero a cinco del encuentro de ida. Eso sí, siempre cabe la posibilidad de que Luis Enrique se gire, Neymar no se la pase a Messi, Piqué se haya ido a decidir y el Alcoyano gane un partido.