Pedro Arriola, José Enrique Serrano y Joan Rigol. Arriola, el cerebro de Rajoy. José Enrique Serrano, director de gabinete de Zapatero. Y Rigol, untuoso, viscoso "moderado", una institución andante, presidente de toda clase de patronatos, fundaciones, pesebres, abrevaderos y cochiqueras donde nunca falta una subvención. Rigol, ex presidente del parlamento catalán, hombre cultivado, doctor tardío en Teología (2008), máster en la escuela de negocios de Esade, ex sacerdote y pinturero presidente del "Pacte Nacional pel Dret a Decidir".
En manos de esas tres personas, ninguna de ellas cargo público, electo, funcionarial o del turno del enchufe, ha estado depositado el futuro político de España durante los últimos doce meses, según informaba ayer en exclusiva El Periódico. Rigol, Serrano y Arriola, que escrito así parece la delantera tridente del Irún. Rigol, un independentista de última hora en el Círculo del Liceo, en el del Palau de la Música y socio de honor del club de los cuatrocientos de Millet. De Unió, pero fiel a Artur Mas, autor de la desfachatez de designar al Richelieu de medio pelo que es Rigol como representante del "pueblo de Cataluña" en las negociaciones con el "Estado". A la altura de semejante desatino estuvo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que depositó en Arriola el encargo de representar al Estado. Arriola, sociólogo de cabecera de Aznar y de Rajoy, esposo de la presidenta del Congreso, Celia Villalobos, del sector pijoprogre del PP, de los que muestran asquito cuando oyen la palabrita España. Arriola, a quien toda la prensa, del sector que sea, imputa los desastres de la nación de las naciones. Y Serrano, el augur de Zapatero, avalado por Rubalcaba y refrendado por Sánchez. Unas referencias para quedarse tieso. Muñidor del Estatuto, federalista confederal y fontanero de los que no limpian pescado. Serrano, un figurón.
Es inevitable recurrir a "El cantor del Dos de Mayo", Bernardo López García, poeta de tendencias revolucionarias y anticlericales que se habría comido a Rigol en ofrenda caníbal al dios Razón. "Oigo, patria, tu aflicción/ y escucho el triste concierto/ que forman tocando a muerto/ la campana y el cañón".
Una reunión entre Arriola, Rigol y Serrano, aparte de ser un soberano coñazo, muestra el descoyuntamiento de las instituciones, la profundidad de una crisis política que ya es terminal, el grado de ínfima medianía de los "hombres de Estado". Si España depende de Arriola y Serrano no merece darle ni más vueltas ni más tiempo al pasado. Y si el embajador de Cataluña es Rigol, pues tres cuartos de lo mismo: la doblez, el serpenteante juego, el mero trile de quien dice que la Generalidad está detrás pero que la brasa la dan los voluntarios.
Esto es una estafa de la que deberían dar cuenta en sus respectivas sedes parlamentarias Rajoy, Mas y Sánchez, que ha desaprovechado una magnífica ocasión para salir de esa cloaca de mediocridad que da mucha pena, pero combinada con ratos de risa. Arriola, Rigol y Serrano, Kubala, Moreno y Manchón. Serrano, Arriola y Rigol, el pato Donald, Mickey Mouse y Bubu, el del oso Yogui.
Arriola ha estado genial en el papel de Pierre Nodoyuna. Ya saben, lo de Podemos y los "friquis". Fino analista Arriola, gran estilista y conocedor al dedillo de todo menos Cataluña. Serrano era Risitas, inevitable reacción ante el nivel de las conversaciones entre sus colegas. Y Rigol, sublime como el cazador Elmer Gruñón, el de Bugs Bunny, que no acierta un tiro ni a bocajarro.
¿Cómo no va a arrasar Podemos?