Uno de los rascacielos más míticos de la ciudad de Barcelona es el Hotel Arts. Construido antes de las olimpiadas, junto a la torre Mapfre fueron rebautizados como las Torres Gemelas catalanas.
Su altura está a años luz de los edificios del World Trade Center de Nueva York, conocido con el mismo nombre. En cualquier caso, con su inauguración, muchos se convencieron de que el futuro de Barcelona estaba allí. No fue así.
Las torres que, para muchos, eran los primeros rascacielos de Cataluña, no tuvieron réplica hasta bien entrado el siglo XXI, cuando se diseñó Diagonal Mar. Un éxito relativo si se compara con el que realmente fue considerado el primer rascacielos de Barcelona.
Este edificio, que en breve celebra cumple su siglo de vida, es ignorado por muchos hoy. En cambio, fue todo un modelo. Tanto es así que sigue en pie y, a su alrededor, hay decenas de construcciones más altas que le han hecho sombra. A medias.
Cambio de nombre y propietario
Si bien las ocho plantas del primer rascacielos de Barcelona ya ha sido ampliamente superado, tiene algo que lo hace único. Allí no sólo vivió Francesc Cambó, sino que aún alberga su biblioteca. Un espacio que no muchos barceloneses.
Su nombre actual, Grand Hotel, no permite saber que este rincón todavía existe. Desde 2005, este edificio histórico es un alojamiento para turistas. De lujo, con grandes secretos en su interior, pero sin ser de los más famosos.
Dónde está
El hotel se encuentra en plena Via Laietana. Se construyó en 1926 y, para la Barcelona de la época, fue toda una revolución.
No sólo fue el primer rascacielos de Barcelona, sino que también fue el primero con ascensor, el primero con jardín en la azotea y el primero que se atrevió a situar una residencia privada en el ático.
Fachada del Gran Hotel Central Barcelona
El artífice de este hito fue el mismísimo Francesc Cambó. Político, empresario y mecenas, fue uno de los grandes intelectuales del catalanismo de comienzos del siglo XX.
En plena transformación urbanística de la ciudad e inspirado por lo que había visto en sus viajes por Europa, quiso levantar el primer gran edificio de la nueva calle y contó con grandes apoyos para lograrlo.
Quién lo hizo
El burgués encargó el proyecto a Adolf Florensa, quien puso todo su empeño en traer la modernidad arquitectónica a Barcelona. Y lo logró.
El arquitecto aplicó los principios racionalistas de la Escuela de Chicago a la parte central, destinada a oficinas, y una estética más clasicista y novecentista en los niveles inferior y superior. Y allí viviría Cambó.
Una revolución burguesa
El político no quiso alojarse en la planta principal, como hasta entonces hacía la burguesía catalana. Se mudó al ático, de allí que decidiera poner un ascensor.
El mundo lo siguió. La clase alta local cambió la mentalidad urbana. A partir de entonces, los pisos superiores, hasta entonces los menos valorados, se convirtieron en el símbolo del privilegio y el estatus.
Habitación del Grand Hotel Central Barcelona
En la Casa Cambó, como era conocido el rascacielos, el empresario quería tener unas vistas inigualables sobre Ciutat Vella y el mar. Desde allí podía ver los barcos en el puerto y las torres de las iglesias del Gòtic.
Para él, estas vistas eran fundamentales. La leyenda urbana afirma que, a mitad de siglo, cuando Via Laietana copió la idea y se llenó de edificios, Cambó encargó a Oleguer Junyent pintar un mural de barcos en la fachada del inmueble de enfrente, que le impedía ver el mar. Una obra que todavía se conserva.
Un jardín en la azotea
Pero la altura y el ascensor no fueron las únicas revoluciones del edificio. En su ático, Cambó mandó construir un jardín privado de casi 1.000 metros cuadrados, un auténtico oasis de árboles, flores y esculturas neoclásicas suspendido sobre la ciudad.
Fue el primer jardín en azotea de Barcelona, diseñado con técnicas innovadoras de jardinería que requirieron un complejo sistema de drenaje y materiales ligeros para soportar el peso vegetal. Ahora, ideas como esta, se imponen en las grandes ciudades europeas para reducir el impacto de la contaminación.
Lugar de encuentro
Pero el de la Casa Cambó no era un mero césped. La azotea disponía de fuentes y boiseries francesas, con las que el anfitrión impresionaba a las visitas.
Allí, Cambó organizaba reuniones políticas y recepciones diplomáticas, mientras contemplaba el horizonte marítimo.
Biblioteca de Francesc Cambó
Ya en el interior, el ministro de Fomento y Hacienda durante el reinado de Alfonso XIII, disponía de un despacho y de una biblioteca personal.
La estancia, que todavía se conserva, está forrada en madera y conserva parte de su colección de libros y documentos originales, junto a muebles de época. Un espacio que se mantiene casi intacto y se alquila para eventos culturales y literarios.
Hotel (no tan) familiar
De hecho, y a pesar de haberse convertido en un hotel, hasta 2021 la familia aún vivía allí. Su nieto, Pau Guardans Cambó, compró todas las participaciones de la casa a sus 13 hermanos y decidió devolverle la vida a este pionero rascacielos transformándolo en un hotel de lujo, el Grand Hotel.
Guardans, reservó el ático de su abuelo a su madre, Helena Cambó, que residiría allí hasta su muerte. Fue entonces, en 2021, cuando el edificio fue adquirido por el fondo luxemburgués Schroders Capital Real Estate Hotels por 93 millones de euros.
Restaurante homenaje
La adquisición no hizo olvidar la historia. Tras reabrir en 2024, los nuevos propietarios han mantenido intacta la biblioteca del político.
Por otro lado, a pie de calle, el restaurante Can Bo rinde homenaje al espíritu del fundador. Y, al caer la tarde, el mural marinero de Oleguer Junyent se ilumina suavemente frente al hotel, para que, allí donde esté, Cambó pueda seguir disfrutando de sus vistas al mar.
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