La ciudad de la Costa Brava que enamoró a Bolaño, Blanes

La ciudad de la Costa Brava que enamoró a Bolaño, Blanes CRÓNICA GLOBAL

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La ciudad de la Costa Brava que enamoró a Bolaño: "No se puede uno morir aquí, da demasiada pena"

No hay placas que señalen su rastro ni se ha levantado ningún museo o estatua en su honor, pero el municipio conserva su huella

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Hay ciudades que enamoran a cualquiera. Cadaqués, París, Calella, Florencia… cada uno tiene la suya en mente. En Cataluña hay muchas localidades y pueblos que fascinan a locales y visitantes, incluidos escritores y artistas que han recaído aquí y se han llegado a quedar.

Chagall pasó por aquí y retrató Tossa, como Picasso pintó su visión de Gósol y Horta de Sant Joan o Hemingway publicó su Homenaje a Cataluña. El mismo Lorca escribió sobre sus "calas y acantilados por los que asoman inmensos olivares y viñas, rocas color naranja y manchas verdes de pinares".

El chileno Roberto Bolaño no llegó a glosar sobre ella, pero sí admirar una ciudad fronteriza como es Blanes. Aquí, donde termina la Costa del Maresme y empieza la Costa Brava, en el límite entre Girona y Barcelona, el escritor encontró el refugio definitivo de su vida y de su obra. 

Llegó en 1985, acompañado de su esposa y de su hijo pequeño, en busca de un lugar más sereno que Barcelona. El ruido de la ciudad, y el personal, se le hacía insoportable, así que se mudó a un modesto apartamento con vistas parciales al mar.

Qué encontró aquí Bolaño

Blanes, por aquel entonces, todavía no era un municipio costero ni tenía la proyección turística de hoy. Gracias a eso, a su gente y a su calma, Bolaño pasó allí unos largos 15 años. Los que lo recuerdan hablan de sus paseos al supermercado o sus encuentros con amigos o los escritores del llamado “taller maldito” de Girona. 

Sus lectores, en cambio, agradecen que allí encontrar el reposo necesario para escribir. Se dice que, en esta pequeña ciudad, se empezaron a gestar títulos fundamentales como Los detectives salvajes, Amuleto o 2666.

Ni un recuerdo al escritor

Lo más curioso de todo es que Blanes parece no recordar al escritor. No hay placas que señalen su rastro ni se ha levantado ningún museo o estatua en su honor. El municipio conserva su huella de forma discreta. Tal vez, demasiado.

Los lugareños conocen cuál es la playa donde jugaba con su hijo Lautaro y los bares donde solía sentarse a tomar algo o escribir. En la misma librería Sant Jordi llegó a firmar ejemplares antes de ser famoso. Porque amaba ese lugar.

Sa Palomera, Blanes

Sa Palomera, Blanes

Qué dijo de Blanes

“Blanes es un lugar muy bonito. No se puede uno morir aquí, da demasiada pena”, le dijo en una de sus últimas entrevistas a Mónica Maristain. Y es que aquí pasó largas temporadas. 

Los vecinos que lo trataron recuerdan a un hombre delgado, de aspecto frágil, fumador constante y de andar cada vez más lento en sus últimos meses. Blanes fue su escondite, su estudio y su última residencia antes de morir a la espera de un trasplante de hígado. 

Qué ver

Los atractivos para quedarse y enamorarse no eran pocos. Blanes ofrece un amplio abanico de atractivos naturales y culturales. El municipio, cuenta con un extenso litoral de playas y calas como las míticas de de S’Abanell, Sant Francesc y la íntima Treumal.

La joya de la corona es el Jardín Botánico Marimurtra, situado sobre un promontorio con vistas al Mediterráneo. Reúne más de 4.000 especies vegetales de todo el mundo y es uno de los espacios más visitados de la localidad. El lugar eclipsa a otro rincón menos conocido e igual de hermoso como el Jardín Pinya de Rosa, con sus cactus y suculentas.

Jardín botánico Marimurtra

Jardín botánico Marimurtra

El centro histórico conserva el trazado de calles estrechas y edificios que recuerdan el pasado marinero de Blanes, con el mercado de la fruta y el pescado como uno de sus puntos neurálgicos. En la parte alta del municipio se alza el Castillo de Sant Joan, una construcción del siglo XI que ofrece una panorámica completa de la bahía.

Otros espacios destacados son la ermita de Santa Bárbara y el puerto pesquero, donde todavía se conserva la tradición de la subasta de pescado. A lo largo del año, Blanes celebra diversas festividades, entre ellas la célebre competición internacional de fuegos artificiales, que cada verano congrega a miles de visitantes.

Cómo llegar

Lo mejor de todo es que no hace falta coche para llegar. La línea R1 de Rodalies conecta a la ciudad con Barcelona en cuestión de una hora y 40 minutos.

Si aun así se prefiere ir en transporte privado, el viaje se acorta hasta la hora y cuarto, pero con riesgo a encontrar retenciones. La ruta es sencilla, se va por la autopista C-32 que muere justo al llegar a Blanes.