Imagina estar en un paraje natural de Cataluña, pero con la sensación de encontrarte en Canadá. El paisaje está dominado por vastos bosques de pinos y abetos que cubren colinas y montañas, creando así una atmósfera fresca y tranquila. El aire es limpio y el sonido pertenece a la de un río cristalino que atraviesa las rocas. Los senderos, con la vegetación de colores otoñales e invernales y el suelo cubierto de musgo, invitan a la exploración en un ambiente sereno y casi místico.
El panorama se abre hacia un lago rodeado de montañas evocando a las remotas y majestuosas vistas canadienses. El cielo azul y la luz del sol, que se filtra entre los árboles, crean una atmósfera de paz absoluta donde los únicos sonidos son el canto de los pájaros y el crujir de las hojas secas bajo tus pies. Este paisaje natural, tan salvaje y aislado, te hace sentir como si hubieras viajado miles de kilómetros hasta un rincón lejano de Canadá.
Un paraje natural catalán
En la parte más occidental de los Pirineos catalanes, Lleida, se encuentra el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. Fue creado en 1955, convirtiéndose en el quinto parque nacional de España y el segundo de los Pirineos, junto con el de Ordesa y Monte Perdido. Sus montañas conforman un abrupto relieve, cuyas altitudes oscilan entre los 1.300 y los 3.000 metros y cuya cumbre más elevada es el pico de Comaloforno.
El Parque acoge la mayor concentración lacustre de Pirineos, con más de 200 lagos y singulares meandros de alta montaña, las aigüestortes o "aguas torcidas". Hasta el siglo XIX, con los primeros pirineistas, no se redescubre esta región gracias a las crónicas de sus viajes y a la elaboración de los primeros mapas.
En el 1996 el Parque alcanza la superficie actual de 14.119 hectáreas. En 1988, el Parque y su zona periférica fueron declarados Zona Especial de Protección para las Aves, y en 2006 se incluyó en la lista RAMSAR de zonas húmedas de importancia internacional. No es de extrañar que si ponemos una imagen de este paraje natural con respecto a este otro, el parque de Banff, creamos que sea casi el mismo lugar.
El paraje natural canadiense
Enormes montañas con cumbres nevadas, arroyuelos que cantan mientras descienden por la montaña, enormes lagos de un increíble azul turquesa, gigantescos campos de hielo que se extienden hasta donde alcanza la vista. Si, es el Parque Nacional Banff, es el perfecto ejemplo de la increíble naturaleza canadiense.
Este es el más antiguo de los parques de Canadá, fundado a finales del siglo XIX, para preservar esta encantadora zona natural a los pies de las montañas rocosas. Se trata de un lugar de ensueño, situado a apenas dos horas de la ciudad de Calgary y que hace frontera con otros parques naturales de gran importancia, como Jasper y Yoho.
A Banff se le conoce como el parque de las aguas azul turquesa y lo cierto es que notarás que los ríos y lagos glaciares tienen un asombroso y vivo color. La razón de esto se debe a los sedimentos de las montañas, que son arrastrados por los glaciares y que, al fundirse en los ríos, le otorgan al agua ese peculiar color, que pasa por ser una de las señas de identidad de este paraje.
Probablemente, el mejor lugar para disfrutar de esta agua turquesa es el Lago Louise. Se trata de un pequeño lago de menos de un kilómetro cuadrado. Destaca sobre todo el Monte Victoria, coronado por el Glaciar Victoria que es, de hecho, la principal fuente de agua de este lago. También, el Château Lake Louise, un hotel construido en el siglo XIX, por la Compañía Canadiense de Ferrocarril.
En esta ciudad destaca la figura de la Montaña Tunel: uno de los mejores sitios de Banff donde hacer senderismo y sumergirse en la naturaleza canadiense. También, el Valle de los Diez Picos, Lago Minnewanka o la carretera de los Campos de Hielos es otro de los lugares que has de visitar sí o sí en este espectacular parque.