La Costa Brava es mucho más que playas de aguas frías y cristalinas y calas recónditas. Si uno abandona el agua y la arena y explora en el interior de sus pueblos y calles, descubre que hay mucho más
La historia de muchos de sus municipio se remontan hasta la Edad Media y a partir de allí se cargan de historias a cuál más sorprendente: la llegada de Ava Gardner en Tossa de Mar, Capote refugiado en Palamós para escribir A sangre fría e incluso un puente hecho por Eiffel.
Por qué cubano
Esta vez vamos a centrarnos en el que muchos consideran el pueblo más cubano de este rincón del litoral de Girona. Un municipio que siempre se relaciona con gente pija, pero cuya historia tiene mucho que ver con el fenómeno de la migración.
Si uno revisa un poco el detalle, más que un pueblo cubano, podemos decir que tal vez Begur —sí, hablamos de este municipio— es el pueblo más latino. Todo por su arquitectura, que bebe claramente de la cultura, sino latina, sí indiana, concepto que viene de la conquista o saqueo de América.
El peso de la historia
Es de sobras conocido que muchos españoles, después de que Colón llegara al nuevo continente, fueron allí a hacer fortuna. Claro que, cuando las cosas se complicaron y los países se fueron independizando o cuando ya hicieron fortuna suficiente, estos inmigrantes regresaban a su tierra de origen.
Al llegar al país de origen o, ni siquiera, de sus antepasados, muchos decidieron emplear el dinero que llevaban encima para construirse una buena casa. Algunos, impregnados de la cultura americana, pidieron que sus casas tuvieran toques propios de la arquitectura que llamaban indiana.
Un paseo por las casas indianas
En Begur hay muchas. Tal vez sea el municipio catalán donde se registran más casas de este estilo. Entre sus calles estrechas y sus plazas tranquilas se erigen estos tesoros arquitectónicos que evocan los lazos entre España y América.
Un paseo por los callejones adoquinados lleva, por ejemplo, a Can Sora. Construida en 1870 por la familia Cama Martí, esta casa de dos plantas y dos fachadas se alza como un monumento a la opulencia y el buen gusto. Su entrada, adornada con las iniciales "J.C." en la reja, revela la historia de una familia enriquecida en La Habana, mientras que los frescos restaurados en las paredes del patio exterior evocan paisajes románticos que evocan las Américas.
Pero Can Sora es solo el principio de un viaje fascinante a través del tiempo y el espacio. A lo largo de las calles de Begur, se suceden otras joyas arquitectónicas que narran historias de emigración, aventura y éxito. La Casa Bonaventura Caner Bataller, construida en 1866 por un begurense que emigró a Cuba y regresó para invertir su fortuna en la industria del corcho, exhibe una composición clásica y detalles ornamentales inspirados en la naturaleza.
A pocos pasos de distancia, Can Pi nos transporta al pasado con su huerto en la parte sur, un recordatorio tangible de las raíces agrícolas de los pioneros que cruzaron el Atlántico en busca de nuevas oportunidades. Mientras tanto, Mas Carreras, una majestuosa masía construida en el siglo XIX por un comerciante de Begur que emigró a Santiago de Cuba, nos sumerge en la grandeza del estilo colonial indiano.
Pero la influencia cubana en Begur no se limita a las mansiones señoriales; también se refleja en detalles más sutiles pero igualmente fascinantes. La Casa Térmens, propiedad de un comerciante de tejidos que abastecía al ejército español en Cuba, presenta una mezcla única de sencillez y elegancia, mientras que la Casa Vicenç Ferrer Bataller, enriquecida con galerías y pinturas murales, nos invita a explorar los rincones más íntimos de la vida indiana.
A medida que recorremos las calles empedradas de Begur, nos encontramos con la Casa Pere Roger, con su fachada posterior adornada con una doble galería mirando al jardín y pinturas al fresco que evocan paisajes marinos. Y no podemos dejar de mencionar la Casa Ramón Silvestre Darder, construida en 1887 por un emigrante que dejó su huella en cada detalle, desde las iniciales de su nombre hasta los frescos que adornan puertas y balcones.
Pero el encanto de Begur no se limita a las mansiones señoriales; también se extiende a edificios públicos como el Ayuntamiento, construido en 1902 con elementos de estética indiana, y a casas más modestas como Casa Pere Cortada Sabater, cuyas pinturas murales nos transportan a tierras lejanas.
En definitiva, más allá de la cala de la Illa Roja, su castillo y la iglesia, este municipio de la Costa Brava es también una especie de museo al aire libre de una arquitectura muy especial: un estilo que fusiona lo mejor de los dos continentes y que da un toque aún más encantador a Begur.