No está claro si son los acontecimientos en Oriente Medio o el hecho de que Ucrania esté perdiendo la guerra lo que hace que nuestra prensa no le preste ya tanta atención a esta segunda, porque siempre es ingrato ver cómo el boxeador al que jaleabas es castigado y corre riesgo de ser noqueado.
Ahora, en vísperas del foro de Ramstein, que se celebra en la base de aviación norteamericana en esa ciudad alemana y donde se decide el apoyo occidental a Ucrania para defenderse de la agresión, vamos a enmendar ese relativo desinterés reproduciendo un interesante y claro análisis de la situación, obra del analista político Wladimir Pastuchow en Eco de Moscú (en ruso: Эхо Москвы). Pero antes expliquemos qué es el Eco:
Durante años, fue una de las principales emisoras de radio independientes en Rusia, conocida por su postura crítica hacia el Gobierno y su cobertura imparcial de la política, los derechos humanos y los asuntos internacionales. Aunque no era un periódico, tenía un portal web muy popular.
Eco de Moscú era considerada una de las pocas voces mediáticas que mantenían independencia editorial en un entorno mediático cada vez más controlado por el Kremlin. A pesar de ser propiedad parcial de Gazprom-Media, una empresa cercana al Gobierno, la emisora logró mantener una línea editorial relativamente libre.
En marzo de 2022, Eco de Moscú fue cerrado por las autoridades rusas en el contexto de la invasión rusa de Ucrania. El cierre se produjo después de que la emisora se negara a seguir las directrices del Gobierno ruso en relación con la cobertura del conflicto.
Muchos de sus empleados se exiliaron y comenzaron sus propios proyectos, principalmente en Youtube. En el otoño de 2022, el exsubdirector Maxim Kurnikov organizó una nueva base para los antiguos empleados de la emisora en Berlín. A través de un sitio web, el servicio de mensajería Telegram y una aplicación de radio, los diferentes canales ahora se reúnen para producir un programa de 24 horas.
Dice Pastuchow en El Eco de Moscú:
“Quedan unos días para la próxima reunión de Ramstein. Lamentablemente, si Ucrania recibirá o no respuestas en esta reunión a las preguntas que lleva meses haciendo a sus aliados (sobre el volumen y la nomenclatura de las entregas de armas, así como los límites de su uso en la guerra contra Rusia), dependerá en gran medida de la resolución de un debate estratégico sobre los objetivos de la guerra, que de manera implícita está cobrando cada vez más protagonismo en las relaciones entre Ucrania y Occidente”.
“Cuando Occidente habla de compromiso, tiene en mente el modelo alemán de posguerra: un país dividido, con una parte como un puesto militar avanzado de EEUU, la otra es de Rusia, ambas cargadas de armas hasta el límite, con tanques enfrentados cara a cara y acercándose a la línea divisoria como duelistas, ambos lados esperando que el oponente tropiece para ganarle la delantera”.
“Cuando Putin habla de compromiso, también tiene en mente un modelo conocido, pero no el alemán, sino el austríaco, con una modificación significativa a su favor: el país sigue dividido, su parte está armada hasta los dientes y amenaza a la otra, mientras que la segunda parte está desmilitarizada y tiene un estatus neutral. En este caso, formalmente sería completamente independiente, pero viviría constantemente mirando por encima del hombro y ajustando sus acciones a la amenaza de una repetición de la agresión (es decir, el modelo se parece en parte al de Georgia)”.
“Cuando en Occidente hablan de obligar a Putin a aceptar la paz por la fuerza, en mi opinión, se refieren a algo diferente de lo que tiene en mente Zelenski. Para los círculos empresariales occidentales, obligar a Putin por la fuerza no tiene como objetivo la ‘victoria de Ucrania’ en los términos de Zelenski (es decir, la desocupación total o parcial de los territorios anexados), sino forzar a Putin a renunciar al ‘modelo austríaco’ en favor del ‘modelo alemán’”.
“Incluso para aceptar esto, Putin necesitaría una ‘motivación adicional’. Pero en una situación difícil, podría aceptar la ‘opción alemana’ sin cometer un suicidio nuclear. La opción alemana no es favorable para él, pero no trae consecuencias tan inmediatas y directas como la desestabilización de su régimen. Para el Kremlin, cuya única meta política siempre ha sido la autoconservación, no habría razones para usar armas nucleares en el ‘modelo alemán’ ni para tomar medidas equivalentes en términos de impacto negativo sobre Occidente (ya que esas medidas tendrían consecuencias más destructivas para el Kremlin que un compromiso)”.
“Ese es el espacio de oportunidades dentro del cual se podrían alcanzar acuerdos en el futuro. Pero desde luego no ahora, ya que a Putin aún le va demasiado bien en esta guerra para aceptar el ‘modelo alemán’. Sin una intervención contundente, seguirá empujando por la opción austro-georgiana. Pero precisamente la dosificación de esa intervención, en el sentido de que sea suficiente para inclinar a Putin hacia un compromiso aceptable para Occidente, pero no tanto como para provocar una locura de escalada nuclear, es el principal desafío para los ‘centros de decisión’ en Occidente. Biden no está ‘frenando’, como muchos creen; está tratando de medir con cuidado la cantidad exacta de presión necesaria para Putin.
En medio de toda esta situación de precisión calculada, mientras Occidente intenta encontrar la piedra filosofal de la guerra, casi han olvidado a Zelenski, quien no tiene intención de cambiar sus ‘objetivos de guerra’ y no está claro si tiene el mandato del pueblo ucraniano para hacerlo, un pueblo que está lejos de estar en condiciones de tomar decisiones difíciles y equilibradas que no estén basadas en emociones. Ramstein, que todos esperan con impaciencia, podría revelar una disonancia cognitiva grave entre Occidente y Ucrania sobre los objetivos de la guerra en general, y los objetivos de esa presión sobre Putin que Zelenski está pidiendo. Aunque todos podrían estar usando las mismas palabras, cada parte les dará un significado completamente diferente”.