Vaciar los contenedores 14 veces al día
España está en portada de la prensa internacional. Me refiero a la prensa digital, claro: no como tanto pescado como para tener que comprar prensa en papel (para envolverlo, según el tópico sobre para qué sirven los periódicos). En muchas cabeceras internacionales se da noticia, con más o menos alarma, de la avalancha de inmigrantes africanos que colapsa las Canarias. En este tema del éxodo masivo de las poblaciones africanas amenazadas por la miseria, el hambre, las guerras y la intolerancia musulmana –éxodo inevitable por más puertas que se le pongan al campo, o al mar– da reparo entrar, porque, dependiendo de lo que uno piense y diga, será acusado –incluso por sí mismo– de xenofobia facha o de progresismo irresponsable y filisteo. Vamos, pues, a otros temas españoles que están llamando la atención de la prensa extranjera.
En la portada de Le Figaro, el gran periódico conservador francés, se hacían cruces ayer de “esos hombres acusados de violencias conyugales que cambian de sexo para liberarse de penas severas”: “Hace unos diez días, la policía autonómica vasca intervino para detener en San Sebastián a un individuo acusado de agredir con un cuchillo a su mujer y a sus dos hijas. En aquel momento, el fiscal quería aplicar a la violencia doméstica la circunstancia agravante prevista cuando el agresor es un hombre y la víctima una mujer, disposición introducida por la importante ley marco de 2004 sobre violencia de género. Pero se enteró de que el acusado era legalmente... una mujer”.
“Sin haber cambiado nada de su aspecto físico, ni su nombre de pila, ni informado a nadie cercano, el sospechoso había pedido al registro civil que rectificara su sexo legal. Y lo consiguió. Según la ley de transexualidad de 2024, la mera manifestación de ‘disconformidad con el sexo que consta en la partida de nacimiento’, el llamado principio de autodeterminación de género, basta para obtener este cambio oficial de identidad. Por tanto, el fiscal debe reducir su acusación a la de ‘simple’ violencia doméstica”. El rotativo francés sigue explicando otros casos análogos y haciéndose las preguntas que todos a este lado de los Pirineos nos hacemos sobre este asunto de ribetes grotescos.
El británico The Guardian (diario de sensibilidad socialdemócrata y woke) publicaba esta semana un informe de los problemas que causa el exceso de turismo en Barcelona… firmado por Xavier Mas de Xaxàs. Periodista (de La Vanguardia) que suelo leer con gusto, entre otros motivos porque nunca he sabido si es, o “se siente”, de izquierdas, de derechas o mediopensionista. Lo cual es uno de los mayores elogios que se le pueden hacer a un analista.
Bajo el título Mi Barcelona está siendo destruida por el turismo masivo – pero expulsar a los visitantes no es la solución, su texto reúne un montón de datos instructivos:
Entre los datos que espigo de su análisis en The Guardian: “El turismo representa el 14% del PIB de la ciudad, da empleo a unas 150.000 personas y genera casi 12.750 millones de euros anuales. Pero recibir 32 millones de turistas en una ciudad de apenas 1,6 millones de habitantes también supone una enorme carga para el presupuesto municipal. El Ayuntamiento de Barcelona calcula que el coste financiero extra en seguridad, transporte público, mantenimiento y limpieza asciende a 50 millones de euros… Los contenedores de basura de La Rambla, el principal paseo marítimo de la ciudad, por el que transitan más de 200.000 transeúntes diarios, tienen que vaciarse 14 veces al día. El ayuntamiento votó recientemente subir la tasa turística de 3,25 a 4 euros por persona y noche, pero tendrá que volver a subirla a 6 euros para equilibrar el presupuesto”.
“El turismo atrae más tráfico de drogas, delitos menores y trabajo sexual, todo lo cual repercute en el carácter de una ciudad. Los comercios locales suelen ser sustituidos por negocios orientados al turismo. Hace unas semanas cerró la última librería del barrio costero de La Barceloneta. La sustituyó una tienda de cannabis. Ahora hay 25 tiendas de cannabis en Barcelona, principalmente en el casco antiguo, el más turístico. Es un ejemplo de lo difícil que resulta preservar el tejido social y económico original de la ciudad”.
Prosigue el periodista barcelonés: “Sobre todo, la gentrificación provocada por el turismo está agravando una crisis crónica de la vivienda. Esto está teniendo profundas consecuencias sociales para los ciudadanos de a pie que pierden sus alquileres a largo plazo porque los propietarios intentan convertir sus propiedades en alquileres a corto plazo y apartamentos turísticos”.
“Tomemos las playas como ejemplo de lo que ha ido mal. Antes de los Juegos Olímpicos de 1992, casi no teníamos playas. El frente marítimo al norte del antiguo puerto estaba ocupado por fábricas y chabolas. Hoy, gracias a los Juegos, tenemos más de 5 km de playas. El mar y la arena son un imán para locales y extranjeros, familias y juerguistas. Se ha demostrado que el urbanismo puede dar vida a un espacio industrial y degradado”.
“Sin embargo, esta vida se ha vendido a grandes operadores turísticos, hoteles, cruceros y cadenas de alimentación. Pocos barceloneses permanecen ahora en el paseo marítimo y menos se quedarán”.
“Barcelona siempre ha sido una ciudad abierta, puerta del Mediterráneo y de la península ibérica, multinacional y multicultural. Como encrucijada europea, ha acogido a todo el mundo. Los trabajadores del sur de España ayudaron a construir la ciudad y la gente del sur global la mantiene en pie. Alrededor del 25% de la población ha nacido en el extranjero… Pero si el turismo de masas sigue creciendo al ritmo actual (España recibió la cifra récord de 85,1 millones de turistas internacionales en 2023, un 19% más que en 2022), Barcelona y otros destinos seguirán perdiendo su verdadera identidad y, con ella, la auténtica experiencia turística”.
Con eso de “la auténtica experiencia turística” supongo que Mas de Xaxàs se refiere a la “autenticidad”, a los “estilos de vida” de los que habla Dean MacCannell en El turista (ed. Melusina, 2003): la vida “real”, que siempre está en otros lugares, generalmente distantes, y que las masas alienadas que van en su busca arruinan, arruinamos cuando vamos a ellos como plagas de langosta sobre los campos de cultivo.