De la misma manera que suele decirse que mientras alguien te recuerde no habrás muerto del todo –y de ahí las cándidas esperanzas que alimentan algunos escritores y artistas de alcanzar la “inmortalidad” gracias a sus obras–, mientras dure el dolor causado por el crimen dura el crimen.
Pienso en ello cada ve que alguien, con evidente interés político, sostiene que “ETA ya no existe”. ¿Cómo que no existe? La herida infligida a los supervivientes no se cura, ni mucho menos se borra, con una declaración de abandono de las armas, “lo siento mucho, aquello fue causa de la coyuntura histórica, ahora estamos en otro ciclo político, pasemos página”. Entre mis más penosas e inolvidables experiencias como periodista está la conversación que sostuve en el año 2001 con los padres de dos niños asesinados en la matanza de Hipercor (1987). La foto de los chavales estaba en un marco, en el comedor. Los padres estaban muertos en vida, atontados por los sedantes, víctimas día a día, hora a hora, de un tormento que se palpaba en el aire casi irrespirable del piso, cercano a la Meridiana, y que no cesará hasta que a su vez ellos también hayan muerto. Entonces sí, entonces quizá sí que ETA ya no existirá. Mientras tanto…
Pienso en ello ahora que la prensa francesa informa del suicidio del dibujante de cómics Fred Dewilde, que el 13 de noviembre de 2015 estuvo en la platea del teatro Bataclan cuando un comando de terroristas islamistas provocó una matanza. Fred fue herido y estuvo durante horas entre los cuerpos destrozados del público que como él había acudido a un concierto. Lo cual ya es un pecado nefando para el islamismo, pues la música es cosa del diablo.
Dice la familia de Dewilde que “desde aquella noche funesta, Fred decía que parte de él había muerto”. El dibujante había intentado superar le trauma publicando varios álbumes autobiográficos sobre el tema, Mon Bataclan, vivre encore (Mi Bataclan, seguir viviendo, 2016), La Morsure (La mordedura, 2018), Conversation avec ma mort (Conversación con mi muerte, 2021) y La Mort émoi (La muerte emoción, que fonéticamente se entiende también como “La muerte y yo”, 2022).
Fred Dewilde no es el primer superviviente del Bataclan que se suicida. Informa Le Monde que “dos años después de los atentados, Guillaume Valette, que también salió ileso de la platea de Bataclan, fue encontrado ahorcado el 19 de noviembre de 2017, en su habitación de la clínica psiquiátrica de Val-de-Marne, donde había sido ingresado un mes y medio antes. Tenía 31 años. Durante el juicio por los atentados del 13 de noviembre, en octubre de 2021, su padre, Alain, subió al estrado para contar los dos años de infierno vividos por su hijo tras su salida de la tumba: ‘Guillaume no recibió ninguna bala en el cuerpo, sino balas invisibles, que lo mataron, de forma lenta, pero segura. En los dos años siguientes, su estado mental se deterioró, como si fuera gangrena’”.
“France-Élodie Besnier no estuvo aquella noche en el Bataclan. Estaba sentada en la terraza del bar Le Carillon, justo al final de la calle de su casa, cuando tres miembros de los comandos abrieron fuego con kaláshnikovs. Salió ilesa, pero también sucumbió a sus heridas psicológicas. El 6 de noviembre de 2021, dos meses después de la apertura del juicio, se suicidó. Tenía 35 años”.
Hay noticias menos amargas que comentar, pero antes, pasando de los casos personales a los flujos de fuerzas nacionales, señalamos el interesante y documentado trabajo sobre las razones de la creciente implicación rusa en África, que firma Natalia Telepneva en El Gran Continent, revista del Groupe d’études géopolitiques (un centro de investigación independiente, con sede en la prestigiosa École Normale Supérieure).
Rusia en África
El muy detallado ensayo de Telepneva está abierto en internet y en lengua española. El lector que no esté interesado en el tema puede saltarse los siguientes párrafos –centrados en los últimos años del intervencionismo ruso en África que comenzó en los años cincuenta y sesenta en el contexto de la descolonización y los interesases geoestratégicos soviéticos en su lucha contra el capitalismo– y encontrar otras noticias internacionales más agradables:
“La guerra [de Ucrania] ha tenido un gran impacto en el PIB anual y la seguridad alimentaria de África, en gran parte como consecuencia del aumento de casi un 10% del precio del petróleo, los alimentos y los fertilizantes. En respuesta, Rusia ha cortejado a los líderes africanos con iniciativas como entregas de grano y provisión de ayuda militar y becas de estudio para aliados clave”.
“Rusia resurgió como un actor importante en África en la década de 2000, principalmente en la esfera militar. Entre 2018 y 2022, Rusia se convirtió en el principal proveedor de armas del continente, representando el 40% de las armas suministradas, con grandes contratos de armas firmados con países como Argelia, Egipto y Libia en el norte de África, y Angola, Níger y Malí en el África subsahariana. Este resurgimiento puede atribuirse a los esfuerzos de Vladímir Putin por labrarse una nueva esfera de influencia en el continente y evitar el aislamiento internacional tras las intervenciones rusas en Georgia (2008) y Crimea (2014)”.
“Mientras que en la era soviética la asistencia militar era gestionada por el Ministerio de Defensa, hoy gran parte de la actividad rusa corre a cargo de empresas militares privadas afiliadas al Estado. La más conocida de ellas fue Wagner, desarrollada por el Ministerio de Defensa ruso sobre la base de un antiguo grupo mercenario –el Cuerpo Eslavo– durante el conflicto en el este de Ucrania en 2014”.
“La rápida expansión de Wagner se ha vinculado al empresario Yevgeny Prigozhin, que aprovechó su relación personal con Putin para expandir sus operaciones desde Siria a casi una decena de países africanos, entre ellos la República Centroafricana, Sudán, Libia y Malí. El ambiguo estatus de Wagner –el mercenarismo es ilegal, según la legislación rusa– ha permitido a Moscú mantener una negación plausible sobre cualquier presunto abuso de los derechos humanos cometido por sus combatientes, y evitar tener que revelar el número de muertos resultante de sus actividades”.
“Mientras que los soviéticos invirtieron en la modernización y el desarrollo de África en nombre del ‘internacionalismo socialista’, gran parte de la actual cooperación militar rusa ha estado impulsada principalmente por la competencia por los recursos del continente. Los servicios de Wagner se han pagado en efectivo o en acceso a recursos minerales. Según un informe, el Kremlin ha ganado 2.500 millones de dólares sólo con el comercio de oro africano desde 2022”.
“Algunas de estas narrativas [anticolonialistas, antioccidentales, libertadoras] pueden tocar la fibra sensible de las élites y poblaciones africanas, debido a los persistentes agravios derivados del legado colonial y los sentimientos antiamericanos arraigados en las fallidas intervenciones occidentales antes y después de 1991. La proliferación de Wagner se ha descrito como un ‘fenómeno moderno’ distinto, alimentado por la privatización de la guerra en África, las limitaciones de los esfuerzos de mantenimiento de la paz de la ONU y la incapacidad y/o falta de voluntad de Occidente para hacer frente a estos focos de inestabilidad. En un contexto de creciente competencia en África, actores como Irán, China y Rusia han intervenido para apoyar a regímenes autoritarios que pretenden aferrarse al poder sólo por la fuerza de las armas. Los regímenes africanos que han sido objeto de sanciones occidentales, incluido un embargo de armas, se sienten especialmente inclinados a recurrir a Rusia y otros actores para evitar cualquier condicionalidad”.
“La Rusia de Putin parecía dispuesta a mantener su presencia en África, incluso después del intento de golpe de Estado de Prigozhin y su desaparición en un sospechoso accidente aéreo en agosto de 2023, que dejó incierto el futuro de Wagner. Desde entonces, el Ministerio de Defensa ruso se ha comprometido a integrar al personal de Wagner en una nueva entidad llamada Africa Corps, y hay informes de un compromiso militar ruso más sustancial en la región del Sahel. Los objetivos de Moscú no son sólo asegurarse el acceso a minerales críticos a cambio de apoyo militar, sino privar a las empresas occidentales de esos recursos”.
“Es difícil predecir la viabilidad a largo plazo de la presencia rusa en África. Al igual que en las décadas de 1970 y 1980, gran parte de la relación actual de Rusia con África se basa en la cooperación militar. El papel que la tecnología militar soviética desempeñó en el continente africano en las décadas de 1970 y 1980 ayuda al Gobierno ruso a presentarse como un atractivo proveedor de armamento, entrenamiento militar y conocimientos técnicos. Sin embargo, al igual que en la época soviética, la política rusa en África carece de una estrategia y un plan globales”.
“ […] Hoy, las tácticas de Rusia en África son fundamentalmente cínicas; se centran en captar recursos clave y adquirir capital político en los foros internacionales. El hecho de centrarse en actores no estatales, como Wagner, también ha permitido a Rusia extender su influencia a nuevas regiones sin rendir cuentas y manteniendo los costos bajos. Queda por ver si la muerte de Yevgeny Prigozhin alterará fundamentalmente este modelo a largo plazo. En última instancia, la ‘reaparición’ de Rusia en África”, concluye Natalia Telepneva, “es el resultado de una mayor competencia en el continente en un contexto de inestabilidad continua. El discurso antioccidental de Rusia corresponde con los intereses de muchas élites africanas, que invocan legítimos agravios históricos sobre el legado colonial y las interacciones fallidas con Occidente para justificar sus crecientes vínculos con Rusia”.
La nueva manía de estrangular
Peggy Orenstein, autora de of Boys & Sex: Young Men on Hookups, Love, Porn, Consent and Navigating the New Masculinity y de Girls & Sex: Navigating the Complicated New Landscape, analiza y se alarma –en The New York Times– por la difusión, entre los jóvenes norteamericanos, de la arriesgada práctica sexual, de naturaleza sadomasoquista y supuestamente excitante para ambos miembros de una pareja, de la estrangulación:
“Durante los últimos cuatro años, el Dr. Herbenick (destacado investigador sobre el comportamiento sexual de los norteamericanos) ha estado siguiendo el rápido aumento del ‘sexo duro’ entre los estudiantes universitarios, en particular el estrangulamiento sexual, o lo que coloquialmente se conoce como asfixia”.
“Casi dos tercios de las mujeres en su encuesta más reciente a 5.000 estudiantes de una importante universidad del Medio Oeste anónima dijeron que su pareja las había estrangulado durante las relaciones sexuales (un tercio en su encuentro más reciente). La tasa de aquellas mujeres que dijeron que tenían entre 12 y 17 años la primera vez que esto sucedió se había disparado hasta el 40%, de una de cada cuatro”.
“Como alguien que ha estado escribiendo durante más de una década sobre las actitudes de los jóvenes y sus experiencias tempranas con el sexo en todas sus formas, también comencé a registrar este fenómeno. Inicialmente me sorprendí a principios de 2020 cuando, durante una sesión de preguntas y respuestas posterior a la charla en una escuela secundaria independiente, una chica de 16 años preguntó: ‘¿Cómo es que todos los chicos quieren estrangularte?’. En otra clase, un chico de 15 años quería saber: ‘¿Por qué todas las niñas quieren que las estrangulen?’”.
La señora Orenstein hace trabajo de campo, y de campus, y aporta muchos otros ejemplos y conversaciones que ella misma ha sostenido y que, junto con las mencionadas estadísticas, parecen confirmar esta tendencia o moda erótica, que es cuando menos peligrosa. Luego añade: “El estrangulamiento sexual, casi siempre de mujeres en la pornografía heterosexual, ha sido durante mucho tiempo un elemento básico en los sitios gratuitos de internet, esas fuentes predeterminadas de educación sexual para adolescentes. Como ocurre con cualquier otra cosa, la exposición repetida puede hacer que lo que alguna vez fue espantoso sea atractivo. No es raro que los comportamientos se normalicen en la pornografía, pasen en unos pocos años a los medios de comunicación tradicionales y luego, en lo que puede convertirse en un ciclo de retroalimentación, se adopten en el dormitorio”.
“La asfixia, dijo el Dr. Herbenick, parece haber dado ese primer salto en un episodio de 2008 de Californication de Showtime, donde todavía se la describía como algo extravagante, y luego se aceleró después del éxito de Cincuenta sombras de Grey. En internet abundan los artículos instructivos, y los algoritmos de las redes sociales alimentan a los jóvenes”.
A partir de esos productos cinematográficos, parece que la asfixia se ha popularizado hasta extremos insospechados. Se alarma la investigadora Orenstein de que “los impactos físicos, cognitivos y psicológicos de la asfixia sexual son inquietantes. También lo es la idea de que en un momento en que el poder social, económico, educativo y político de las mujeres está en ascenso (incluso si algunos de esos derechos pueden estar en peligro), cuando MeToo ha logrado avances contra el acoso y la agresión, se ha popularizado un acto sexual que puede dañar nuestro cerebro, perjudicar el funcionamiento intelectual, socavar la salud mental e incluso matarnos”.
El huerto mágico
Un científico de Brno (República Checa) ha diseñado un invernadero con IA en el que, de forma autónoma, sin casi necesidad de trabajar en él, se cultivan verduras ahorrando energía y de forma respetuosa con el medio ambiente, según informan David Bažout y Martin Šrom en Český rozhlas (Radio Pública checa).
“El usuario simplemente establece las condiciones deseadas y la unidad de control se encarga de ellas: la temperatura y la humedad del aire, la humedad de la tierra en distintas zonas… Hay un ventilador, riego automático, agua nebulizada que cae desde arriba... Abriendo y cerrando las ventanas, controlamos la temperatura y la humedad del aire en el invernadero”.
Esas condiciones idóneas de humedad o temperatura se establecen desde una aplicación en el móvil y de forma autónoma las regula por sí sola la propia instalación. El usuario-hortelano no tiene ni que ir al invernadero, prosigue Bažout.
“La ventaja de un invernadero inteligente es que uno no tiene que estar en el lugar haciendo las tareas. Basta con que venga al invernadero una vez cada dos semanas o una vez al mes. En un invernadero normal hay que regar, abrir las ventanas… Pero de todo esto se encarga el invernadero”.
“El invernadero de Bažout tiene otra particularidad fundamental que es el uso de hidroponía, es decir, no se emplea tierra, explica el científico.”
“Las plantas echan raíces en macetas sin tierra, las raíces están sumergidas en una solución que es básicamente agua corriente a la que se le añaden fertilizantes”.
A juzgar por estas explicaciones, y por las fotos que ilustran el artículo de la radio checa, parece un invento maravilloso. Lechugas sin tierra, pepinos, tomates naciendo de unos tiestos con agua. El lector de Crónica Global no sé qué hará, pero lo que es yo voy a comprar de inmediato un invernadero con tecnología IA. Y luego el jardín para instalarlo.