Curiosidades políticas. Mariano Rajoy es un tipo popular, según historia referida por El Heraldo. Un grupo de jóvenes que estaba de despedida de soltero se topó con el expresidente del Gobierno en un AVE Zaragoza, Madrid, Sevilla. De la nota del diario aragonés: "El caso es que el grupo iba así, sin llamar apenas la atención (alude a que el novio iba disfrazado de cucaracha), cuando sus miembros descubrieron un rostro conocido: tras una barba y unas gafas estaba Mariano Rajoy. Pero era el auténtico, no la imitación de José Mota. Así que le pidieron si podía posar con ellos para pasar a la posteridad en su álbum de amistad. Y eso hizo el expresidente: tomó del hombro al novio y a otro compañero de fatigas en la despedida de soltero y posó sonriente con todo el grupo. Aseguran los jóvenes aragoneses que Rajoy, que como presidente no parecía la alegría de la huerta pero en las distancias cortas gana mucho, se tomó un whisky a la salud del contrayente, aunque no hay constancia fotográfica de ello".
Para que luego digan que miente cuando dijo en el Supremo que él habla con todo el mundo. A pesar del tirón popular del personaje, que se pasea por España a hombros de la muchachada, cuenta José Alejandro Vara en Voz Populi que Pablo Casado no lo quiere ver ni en pintura en campaña, a lo que Jesús Cacho añade un cruel retrato sobre el personaje en su deposición ante el Supremo: "Confieso que contemplar a Mariano Rajoy contestando el miércoles a las partes en el juicio que se sigue el en Supremo contra los responsables del golpe de Estado protagonizado por el separatismo catalán, verle dudar, tratar de escurrir el bulto y mentir como un bellaco, me produjo una indisimulada satisfacción. Porque en algún momento dio la impresión de que Mariano había abandonado su condición de testigo para pasar a ocupar el banquillo de los acusados, el banquillo de los responsables de esta gran farsa/tragedia que ha vivido España. Por un instante tuve la sensación de que allí se juzgaba a los responsables del golpe, desde luego, pero también a quienes, por su cobardía y su incapacidad para cumplir con su deber, dejaron hacer a los enemigos de la nación y permitieron que el desafío llegara hasta el final. Allí se examinaba el destrozo catedralicio perpetrado por este zote incapaz de enmendar el rumbo de España con todo a favor, con los 187 escaños de que dispuso a partir de noviembre de 2011. Allí se exponía, a los ojos de todo un país, la realidad de un Gobierno que resultó ser la media naranja del golpe de Estado separatista, razón por la cual ese Gobierno debería estar en el banquillo, no sé si en el mismo banquillo, pero en un banquillo".
Más ajustes de cuentas. Duran Lleida publica un libro, El riesgo de la verdad (Editorial Planeta), en el que no deja títere con cabeza del lado de Convergència, con especial incidencia en Artur Mas. Asegura Duran que Rajoy se avino antes del 9-N a una intensa negociación que debía desembocar en una "propuesta política que se pudiera someter a votación". De la nota José Rico en El Periódico. Habla Duran: "Y Rajoy, con todo el sentido del mundo, preguntó si esa propuesta la defenderíamos nosotros luego. Le dije que por supuesto y que lo hablaría con Mas. Es entonces cuando Mas dice que no, por lo que pudieran votar los independentistas. Rajoy se cabrea –y yo le doy la razón– por dos cuestiones: una, porque Mas no quiso apoyar lo que pudiéramos acordar; y dos, porque se entera por la prensa de la doble pregunta que se iba a someter a votación el 9 de noviembre. Es en ese momento cuando Rajoy dice '¡basta!'", relata Duran en la entrevista.
Añade Rico: "Pero este no es el único dardo que en la entrevista Duran lanza a Mas, con quien nunca mantuvo la mejor de las relaciones. Le culpa de haberse subido al carro del independentismo por "falta de aptitud política" al "dejarse llevar por asesores mediocres, cuyos análisis han conducido a esta situación". (...) Respecto a la espoleta que desató el 'procés', el portazo de Rajoy al pacto fiscal en el 2012, Duran sostiene que Mas "fue a la Moncloa con la voluntad de que le cerraran la puerta y no hizo nada para que no se la cerrasen". Pero el reproche más duro al 'expresident' es haber "entregado el país a la CUP". "Y eso nunca, nunca, nunca –y lo repetiré hasta la saciedad– lo hubiese esperado de Mas"".
Juicio del 1-O. El País lleva a portada una nota en torno a un debate en el seno del Tribunal Supremo sobre la naturaleza y categoría penal de los controvertidos sucesos de septiembre y octubre del 17 en Cataluña. Habría un grupo de magistrados inclinado a crear un nuevo delito, menos penado que el de rebelión, pero más que el de desobediencia, en el que acoger lo de proclamar una república por si cuela. Escriben Reyes Rincón y Xavier Vidal-Folch: "Un sector del Tribunal Supremo, cuya sala penal enjuicia a 12 líderes del procés, considera difícil encajar la actuación de estos en el tipo delictivo de rebelión, que puede suponer penas de cárcel de hasta 25 años. Algunos miembros del alto tribunal (que tiene más de 75 magistrados) abogan por una reforma del Código Penal para introducir un nuevo apartado dentro del delito de rebelión con penas menos duras cuando se desacaten resoluciones de los altos tribunales relacionadas con los fines de la rebelión. Se configuraría así un delito de desobediencia especialmente agravada. Otro togado apunta su inquietud sobre “el núcleo de la cuestión” del juicio: el delito de rebelión".
Continúa la información: "La horquilla de penas que se propone de inicio iría de tres a siete años de cárcel, según ha confirmado este diario de diversas fuentes. La misma reforma se aplicaría al delito de sedición (artículo 544 del Código Penal, el que la Abogacía del Estado atribuye a los principales acusados del procés)".