Es la guerra. La sociedad catalana está rota. Una parte conversa en voz baja; la otra, camina orgullosa, corta el tráfico donde le place, reprocha a la dependienta de una panadería que haya alzado la persiana y mira con insolencia y superioridad al vecino facha. Es lo que hay y lo que cuenta la peligrosa reaccionaria Isabel Coixet en un artículo titulado "Tierra de nadie": "Escribo esto con la cara encendida. No de vergüenza, sino de rabia. Dos individuos con banderas esteladas atadas al cuello me han increpado gritándome en la puerta de mi casa llamándome 'fascista'...'¡debería darte vergüenza!'. Yo bajaba a pasear al perro y a reciclar plásticos y al principio, como era temprano y estaba medio dormida porque no he pegado ojo en toda la noche, no creí que hablaban conmigo y he seguido mi camino. Seguían gritándome y me he vuelto con una tranquilidad que aún ahora dos horas después me asombra y les he dicho: '¿Pero no os da a vosotros vergüenza decirme esto a mí sin conocerme?'. Han continuado con sus gritos. El perro tiraba de mí. Me he alejado".
Magnífico. Dos monguis, los chulitos de las banderitas de los cojones, increpan a una mujer que pasea un perro. La legalidad catalana está en manos de ese personal bravucón alentado por los distinguidos miembros del Govern de la Generalitat. Huelga general, la revuelta de la pijería, según escribe Xavier Salvador, el director de Crónica Global: "Los pijos son, sobre todo, gente muy joven. Fíjense en las manifestaciones y en los escraches que se practican contra los cuerpos policiales que no son políticos, como los Mossos d'Esquadra, y comprobarán la juventud de los que critican. En algunos casos, los pijos manifestantes y huelguistas son hijos de convergentes de toda la vida (eso le pasa a la diputada de la CUP Mireia Boya), que a su vez son hijos de los alcaldes del franquismo que tenían el poder en la Cataluña de la dictadura de Franco".
La Audiencia Nacional ha citado a Trapero por sedición. También a los Jordis. El Estado es un artefacto lento. En algunos ayuntamientos catalanes ya han descolgado la bandera de España. Los políticos nacionalistas ya se han desenchufado de España. A efectos prácticos, Policía Nacional y Guardia Civil están bloqueadas, encerradas en sus hoteles y en las comisarías. Marta, la de los dedos rotos, se recupera satisfactoriamente del susto. Estuvo mal arrastrarla por las escaleras, muy mal. Aquello parecía un desahucio. Está claro que ningún madero le rompió los dedos uno a uno. Es más, parece ser que tampoco le tocaron los pechos mientras se reían. Da igual. La buena propaganda no repara en los detalles.
Sigue: "Felipe VI dio anoche un fuerte palmetazo sobre la mesa, ante el asombro de aquellos muchos catalanes que esperaban empatía hacia los sentimientos mayoritarios de protesta e indignación por los acontecimientos del pasado domingo. Ayer, Catalunya paró. Ninguna mención explícita al diálogo, esa palabra tan invocada estos días a modo de airbag, por instancias tan distintas como la Comisión Europea y la Conferencia Episcopal Española. Ninguna palabra en catalán. El Rey responsabiliza exclusivamente a los gobernantes de la Generalitat de la situación creada, a los que acusa de 'deslealtad'. Un discurso severo. Un discurso que con toda seguridad ha galvanizado a una parte importante de la opinión pública española. El Estado va a defender la unidad de España".
Así es que ni frasecita en catalán ni diálogo con puñetas. Muy mal el Rey. ¡Qué falta de sensibilidad! Como es lógico, Federico Jiménez Losantos no opina lo mismo: "El Rey no dijo ni una vez la palabra 'diálogo', como no la dijo su padre en el mensaje del 23-F, porque significaría rendición. No ha dicho que 'todas las opiniones son válidas y todas las ideas son legítimas', porque no lo son; ni que 'todo es discutible', porque no lo es. Lo que ha dicho es que la democracia española tiene unas normas de reforma constitucional, como todas las del mundo, que le permiten cambiar y seguir siendo democracia y española. Cambiando lo que el tiempo cambia. Manteniendo lo fundamental: la unión política de los españoles en un destino común, en lo bueno y en lo malo, en la calma y en la tormenta".
Más violencia. La cotidiana. El día a día. Violencia blanca, eso sí, de la que sólo causa lesiones cerebrales. Oriol Güell firma un texto en El País sobre lo cívicos que son algunos profesores de esta Cataluña tan cohesionada, "un solo pueblo" que dicen, y lo que supone en el instituto ser hijo de un padre equivocado: "La escalada de tensión que vive Cataluña irrumpió de pleno el pasado lunes en las aulas del instituto El Palau, en Sant Andreu de la Barca. 'Estarás contento con lo que hizo tu padre ayer', le espetó un profesor a un niño a primera hora de la mañana delante de toda la clase. 'Hoy no puedo daros la clase como siempre. Estamos muy afectados. La ignorancia de la Guardia Civil ha quedado en evidencia. Solo saben dar palos', dijo otro docente a los alumnos. Estas palabras 'dolieron como un puñetazo' a muchos niños del instituto que son hijos de agentes del cuerpo, cuya comandancia está a 100 metros del centro. En el gigantesco cuartel viven de forma permanente unas 200 familias (un millar de personas en total)".
Continúa: "'Mi hija saltó. Tiene 15 años y su carácter. Yo le había dicho que tuviera mano izquierda. Que las cosas estaban tensas y que no se alterara si le decían algo. Pero no pudo contenerse. Ella ha nacido en Cataluña. Dijo que aquello era injusto, que se estaba generalizando y preguntó si se podía marchar. Le dijeron que se largara', explica Javier Fernández, que lleva desde 1989 en Cataluña y desde 2003 en Sant Andreu".
Más: "Los maestros conminaron a los niños a mostrar su repulsa por la violencia policial del domingo. Cinco de ellos, tras lo ocurrido, se negaron y llamaron a sus familias, que los pasaron a buscar. Por la tarde, los padres se reunieron con los dos jefes de estudios del instituto, a quien mostraron sus quejas. 'Hubo muchos críos que no tuvieron el valor de quejarse. Aguantaron y solo rompieron a llorar al llegar a casa', explica un agente".
Imprescindible columna de Francesc de Carreras en El País. Un poco de paz mental en medio del huracán: "En los inicios de la autonomía catalana, Josep Pla fue presentado a Vidal y Gayolà, entonces consejero de Interior de la Generalitat. '¿Y a cuántos ha metido usted en la cárcel?', le preguntó el escritor. 'A nadie, señor Pla, yo no estoy para esto'. Con tono burlón y despreciativo, éste le replicó: '¡Ah! Entonces usted no es consejero de Interior ni de nada'. (...) A pesar de que la Policía Nacional y la Guardia Civil mostró mucha contención y gran profesionalidad, estaban metidos en una emboscada. Alguna escena impactante que no reflejaba la realidad de lo que sucedía dio la vuelta al mundo y se consiguió lo pretendido: Cataluña sometida a la violenta España eterna. En el momento de escribir estas líneas no hay procesados, ni siquiera Trapero. Si Pla levantara la cabeza…".
La frase del día la esputó un jefe de CC.OO. "Hemos roto la cotidianidad de nuestra normalidad", dijo el sujeto ante una alcachofa de TV3, sobre la que pende la incertidumbre después de que Albert Boadella haya declarado que toda esta historia se acaba chapando la tele quince días.
4 de octubre, santoral: Francisco de Asís, Aurea, Petronio y Quintín.