Cuando a Fraga le incomodaba un rival político decía: "Ese no acierta ni cuando se equivoca". El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al que el fundador del PP profesaba una inquina poco disimulada, mostró ayer de manera descarnada una notable incomprensión de la realidad. Pudiera ser exagerado cargar todas las tintas de lo que pasó ayer sólo en la desconcertante figura de un hombre envarado. Años de paños calientes, miradas ausentes, irresponsables dejaciones y engaños nacionalistas entraron en erupción en una horrible jornada.
Carles Puigdemont y Oriol Junqueras son los nuevos prototipos catalanistas y a quienes se atribuyó desde el Gobierno uno de los apriorismos más nefastos respecto a la política catalana, una suerte de cobardía consistente en amagar, pero no dar. Desde el peperismo campanudo, desde el fino analismo de los teóricos del suflé, desde la barra del Milford, esto no iba a ser más que una catalanada, otra erupción precoz y malgastada. Puede que lo de este domingo no sea suficiente para alcanzar la independencia, pero el separatismo ha entrado en la agenda europea definitivamente.
La prensa internacional abunda en imágenes sobre la actuación policial. El contraste es demoledor, pero quizá no tanto como la imagen de un presidente del Gobierno que dio por zanjada la jornada a las ocho y cuarto de la noche y se fue a sus quehaceres, fueran los que fueran, con la pinta de creerse que el deber estaba cumplido.
Si los dirigentes nacionalistas parecen ajenos a la realidad, Rajoy está en otro plano, tan irreal, inconcreto y decepcionante como el de quienes a pesar de su triunfo estético han convocado una huelga general para mañana. Deben creer que el juguete de la sociedad catalana no está roto del todo, que aún se pueden apretar las tuercas de una población partida en dos.
El megáfono sigue en manos de un personaje como Jordi Turull, un nacionalista tibio y blando que en dos años se ha convertido en un huno con corbata. La maquinaria propagandística de la Generalitat es más ligera que la que está a disposición del Gobierno, pero mucho más eficaz. No tienen reparos y desprecian los detalles.
La verdad también resultó herida. Lleva tiempo en estado comatoso y ayer se botó encima de ella. Atinada composición en el diario de Prisa de las noticias falsas propagadas por el separatismo. Hay un niño con la cara ensangrentada que se presentaba ayer como prueba de la brutalidad policial específicamente española. ¿Quién puede ser tan animal como para lesionar a una criatura? La imagen corresponde a una carga de los Mossos en Tarragona en 2014.
La actuación de la policía autonómica provoca una notable hiperventilación en la prensa madrileña. Algo debe de pasar con los canales de comunicación entre Barcelona y Madrid cuando en el Ministerio de Interior se confiaba en que los Mossos del major Trapero cederían a los imperativos de la ley. Antonio Fernández traza una información en El Confidencial sobre la deslealtad de los mandos autonómicos a título general y algunos agentes en el plano particular. Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y policías autonómicos llegaron a las manos. Escribe Fernández: "En las reuniones que mantuvieron los tres cuerpos policiales (Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil) los últimos días, Trapero se comprometió a cerrar todos los colegios electorales a las seis de la mañana del domingo 1 de octubre. Pero, a la hora de la verdad, no hizo nada. 'Es de una deslealtad total. Engañó a todo el mundo: al Gobierno español, a los otros cuerpos, a los jueces, a los fiscales… Prometió que iba a cumplir y no lo hizo por motivos políticos. Si los Mossos hubieran actuado como debían, no se hubieran producido los altercados que se produjeron. Tanto CNP como Guardia Civil tenían suficientes dotaciones como para proceder al cierre de colegios el sábado por la noche, pero confiamos en Trapero, que al final nos traicionó', explican a El Confidencial fuentes presentes en esas reuniones. Estas fuentes añaden que la policía autonómica catalana 'tenía una ocasión de oro para demostrar su profesionalidad. Pero se reveló como lo que es: una policía política y politizada al servicio de una ideología. Y tras su penosa actuación, en estos momentos, no le queda ya gran prestigio como cuerpo'".
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos subraya en su artículo la extraña comparecencia del presidente del Gobierno: "Si Rajoy conservara algún resto de dignidad y La Niña de la Sexta un mínimo de vergüenza, ayer hubieran llamado a la Zarzuela pidiendo perdón por financiar, habilitar y no impedir la bochornosa jornada golpista, y quedando a disposición del Jefe del Estado para facilitar la formación de un Gobierno de emergencia y de unidad constitucional (PP, C's y PSOE) con dos tareas esenciales: frenar el proceso revolucionario que se ha puesto en marcha para destruir el régimen constitucional español y, tras imponer en toda España el régimen legal que permita eliminar las instituciones que se han rebelado contra el Estado (las catalanas, para empezar), convocar elecciones antes de que sean los golpistas y sus socios los que, tras una moción de censura, puedan convocarlas y legalizar el desguace de la Nación".
Arcadi Espada alude en su columna en el mismo medio a la actuación policial y la interpretación gregaria del periodismo: "La lista de los cientos de heridos proporcionada por el Gobierno desleal y asumida de inmediato, y sin mayor verificación, por nuestra prensa, incluye probablemente los arañazos. Y un sólo herido grave, por el impacto de una pelota de goma en un ojo. Esta actuación cabría compararla, ¡proporcionadamente! a las magnitudes diversas de los empeños, con la de las policías alemanas, británicas, americanas o francesas cuando se ponen a la tarea de despejar las calles.
Por si no hubiera bastado con los irresponsables, la Policía hubo de bregar también con los colegas desleales. Los llamados Mossos d'Esquadra desplegaron desde primera hora de la mañana una connivencia desacomplejada, a veces puramente cínica, con el batallón de irresponsables.
No sólo eso: protegidos por la acción y el ojo mediático de la turba incluso se permitieron recriminar en algunos momentos a los policías nacionales que, a diferencia de ellos, trataban de restablecer el orden democrático".
Y añade: "Así pues, burlaron la ley, burlaron el compromiso adquirido y burlaron la confianza que cualquier ciudadano podía mantener en ellos. La Policía autonómica catalana se convirtió ayer en el cuerpo de seguridad privado del secesionismo y éste es, probablemente, el más grave problema que deja la jornada del primero de octubre encima de la mesa del Gobierno".
Sabino Méndez firma un texto en La Razón en el que aporta reveladores detalles sobre una las fotos de la jornada, un padre que se protege de la Guardia Civil con su hijo de muy corta edad y el papel de un agente: "Un antidisturbio protegiendo a un niño. Esa fue la imagen más chocante de ayer en Barcelona. No será la más llamativa, ni la más sensacional, pero sí la más interesante. Los secesionistas deseaban con todas sus fuerzas la imagen de un catalanista (a poder ser joven) poniendo una flor en el fusil de un policía para difundirla al día siguiente en la prensa mundial. Pero, a media mañana, lo único que tenían para llevarse a la boca era el video de un antidisturbio protegiendo a un niño para que no tomara daño en las protestas. Sucedió pronto, en uno de los primeros tira y afloja del día, frente a una de las sedes flotantes publicitadas por la Generalidad para votar. A un peatón no se le ocurrió otra cosa que aparecer en medio del tumulto con un niño de unos tres años sobre los hombros. A él se acercó un corpulento agente de antidisturbios –un verdadero armario– y con una enorme asertividad y tranquilidad lo separó del lugar más agitado, dándole paternales recomendaciones de que a dónde iba, hombre, con una criatura a hombros".
Se espera más tensión en una semana que no será fácil. Tal vez se logre que, como antes, la bronca no desborde los palacios y los parlamentos.
2 de octubre, santoral: Ángeles Custodios o Ángeles de la Guarda, fiesta patronal de los cuerpos policiales.