Era un secreto a voces y Carles Puigdemont lo confirmó por la tarde después de tres horas largas de reunión con la ejecutiva de su partido. Junts rompe con el PSOE y "pasará a la oposición" si la militancia lo avala entre mañana y el jueves mediante una consulta que pretende repartir la responsabilidad de dinamitar la legislatura.
La decisión dejará a Pedro Sánchez sin mayoría en el Congreso y a los posconvergentes sin su gran activo político. La irrelevancia, forzada por el auge de Sílvia Orriols, llega también a Madrid.
El líder posconvergente, arropado por su cúpula en el polígono Les 5 Éléments de Perpiñán, quiso culpar a los socialistas de "incumplir los acuerdos de Bruselas", remarcando que "son quienes tienen el poder" y retando al presidente del Gobierno a explicar "qué pretende hacer ahora".
Sin atreverse, eso sí, a pedir elecciones y difuminando la hipótesis de una moción de censura que no se descartó públicamente, pero que no generó ninguna simpatía en el cónclave al implicar un acuerdo con PP y Vox.
Hubo ruptura, pero nada más. Puigdemont habló como siempre de independencia –recordando el octavo aniversario de la DUI y exigiendo la celebración de un "referéndum sin represión"–, culpó de nuevo a España de los problemas en vivienda, Rodalies o fiscalidad.
También aprovechó para atizar a ERC –"para hacer lo mismo que ellos, no somos los socios que busca Sánchez"– y a Salvador Illa, a quien acusó de "españolizar" Cataluña y "bloquear" las propuestas de Junts en el Parlament.
Una retahíla de excusas para justificar que "Junts no tenía alternativa" tras más de dos años de mandato de Sánchez. Tiempo "suficiente para agotar la paciencia" de un Puigdemont que, triste como el resto de políticos presentes en el peculiar coworking de la capital del Rosellón francés, no ha sabido gestionar la presión de sostener a un Gobierno que, pese a que el propio expresident quiso reivindicar algunos "hitos" como el catalán en el Congreso o La2Cat, ha hundido a los posconvergentes en las encuestas.
Gobierno "trilero" y "tacticista"
La comparecencia del expresidente de la Generalitat llegó llena de reproches. Mientras reivindicaba haberle dado al PSOE una oportunidad en 2023, acusaba a los socialistas de "trileros" y "tacticistas". Y, desde la formación, aseguran que a partir de ahora no negociarán "absolutamente nada". Ya se lo han comunicado a José Luis Rodríguez Zapatero, que desde el primer momento fue uno de los nombres clave en las casi 20 reuniones clandestinas que se mantuvieron con mediador en Suiza.
El Gobierno, por su parte, está "muy tranquilo". Así lo explican desde Moncloa las mismas fuentes que indican que el "precipitado anuncio" de Puigdemont no modifica la hoja de ruta de un Ejecutivo que se ha comprometido a agotar el mandato con o sin presupuestos y con o sin mayoría.
Como ha hecho siempre, Sánchez convocará elecciones cuando, en efecto, crea que le conviene más. Y celebran que podrán apuntarse el tanto de la oficialidad del catalán en Europa, que ven "al caer", en el caso que la ruptura de Junts no sea "un órdago más", algo que siguen considerando desde Moncloa.
Consulta a la militancia
La consulta a la militancia de Junts avalará la decisión de una cúpula que, de forma unánime, apoyó a Puigdemont en el cónclave de Perpiñán. El líder posconvergente no cedió ante las llamadas de última hora del ministro Félix Bolaños y nadie osó llevarle la contraria en una reunión que se produjo con la decisión tomada "desde hace semanas".
Esta misma tarde se celebrará un consejo extraordinario para habilitar una votación telemática entre mañana a las 10:00 horas y el jueves a las 18:00, cuando se conocerá el resultado.
Orriols, determinante
La opción de que las bases de Junts tumben el acuerdo de ruptura ni se contempló durante la conferencia del expresident, dando por hecho que legitimarán un giro estratégico dedicado única y exclusivamente a acallar una corriente que, desde el entorno de Aliança Catalana, pretende mostrar a Junts como "la muleta del PSOE".
La presión ha sido determinante una vez más en un partido que maniobra en función de sus complejos y que ahora solo tiene ojos para Orriols, su principal preocupación.
¿Y después, qué?
Si cumplen su palabra, el Gobierno asistirá a cada votación en el Congreso sin saber lo que hará Junts, que fijará posiciones en función de si "es bueno para Cataluña o no". Pero poco más se aventuran a decir en un partido que, en cualquier caso, ha renunciado al único poder que le quedaba tras una ruptura que se ha quedado a medias. Ni cambio de Gobierno, ni capacidad para seguir influyendo en Sánchez. Un plan que ya sólo puede evitar una militancia que prefiera arrancar pocas concesiones de Madrid a no arrancar ninguna y que asuma que no siempre se tienen siete escaños imprescindibles.
