El sí de Esquerra Republicana a la investidura de Salvador Illa ha ahondado en su crisis interna, pero ha producido un efecto ave Fénix en la Assemblea Nacional Catalana (ANC). La entidad que preside Lluís Llach está resurgiendo de sus cenizas, tras años de vacas flacas en los que ha pasado de actuar como un poderoso lobby que marcaba el camino a Junts y ERC a no pintar nada en sus estrategias ni ser capaz de movilizar a la base independentista.
Según han explicado fuentes cercanas la organización a este medio, la ANC ha aumentado sus adeptos en las últimas semanas. Especialmente, a raíz de “desenmascarar” a unos republicanos que, según denuncian, se han “bajado del carro de la independencia”, tal y como el cantautor venía advirtiendo desde hace tiempo.
Más inscripciones que bajas
Voces de la organización admiten que “está habiendo más inscripciones que bajas”, si bien han rechazado aportar datos concretos del número de socios. Consideran que este aumento se debe a que muchas personas han “reconectado” con la entidad al sentirse “decepcionados” con los de Marta Rovira y Oriol Junqueras, que el pasado 8 de agosto dieron su visto bueno al socialista Salvador Illa para que se pusiera al frente del Govern.
Sin ir más lejos, este mismo lunes la entidad ha acusado a ERC de volver a la “política fracasada de los gobiernos tripartitos, a la alianza con el PSOE, Sumar y sus respectivas sucursales en Cataluña”.
El castigo social y electoral de Junts
Otras voces reconocen que, hace unos meses, también se sintieron desencantadas con Junts. Y es que cabe recordar que Carles Puigdemont también dio sus siete votos en el Congreso para investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, sin que hasta ahora se hayan recogido grandes frutos más allá de una ley de amnistía cuya aplicación aún está pendiente de los tribunales.
No obstante, en este caso, a tenor de los resultados de las elecciones catalanas del 12 de mayo, su castigo social y electoral ha sido menor que el que ha sufrido ERC.
Una entidad manejada por Puigdemont
En este perdón ha tenido mucho que ver la campaña que ha llevado a cabo la ANC en los últimos meses. Ha sido el fugado quien ha manejado los hilos desde Bruselas y maniobrado para convertir a la entidad en una extensión de su partido: un satélite que acompaña a la ejecución de las estrategias partidistas de Junts. Sin ir más lejos, algunos dirigentes reconocen a este medio que el aumento de poder de la ANC coincide con el nuevo desafío del líder del partido.
En este sentido, la organización ha asegurado que la irrupción en Barcelona y posterior huida de Puigdemont "beneficia a todo el movimiento independentista" y fue "un gran paso para dinamitar el intento de normalización institucional y política" de la ley de amnistía. Es decir, que la aparición y posterior fuga de Puigdemont ha permitido al partido volverse a situar en el foco después de que PSC, ERC y Comuns sacudieran el tablero político sellando un pacto de progreso que no solo ha permitido la investidura de Salvador Illa, sino que también ha cerrado la puerta a seguir alargando el post procés.
El poder de movilización
Con todo, y si bien en las próximas semanas se producirán varios aniversarios de hitos del procés como la aprobación de las leyes de desconexión, el referéndum ilegal del 1-O o la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) de Puigdemont, está por ver si la ANC recupera el pulso y es capaz de movilizar a los suyos.
Más aún, en un contexto de distensión fruto de las políticas de apaciguamiento y diálogo del Gobierno de Sánchez y de un Govern de Illa que pretende poner en el centro de la agenda política los problemas reales, en detrimento de los conflictos identitarios y partidistas.