Los comunes están rotos, divididos, fraccionados. El partido, formado en 2016 por una mezcla de siglas cuyo nombre genérico (comuns) ha enterrado la denominación oficial de la formación (Catalunya en Comú), acusa una pugna interna entre sus dos almas. Una bicefalia que, por ahora, se inclina del lado de una combativa Ada Colau frente a los pragmáticos, lo que, a corto plazo, ha conllevado la oposición de los morados a los presupuestos de la Generalitat del 2024 y el consiguiente adelanto electoral para el próximo 12 de mayo.
En la otra esquina de tablero se sitúan los comunes más moderados y pragmáticos, la esencia de la desaparecida Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) que, pese a las discrepancias, entendían que los presupuestos presentados por el Govern eran unas cuentas sociales que tenían en cuenta asuntos tan esenciales como la sanidad, la educación y la vivienda. No en vano, de esta ala emanó Ernest Urtasun, ex-ICV y hoy ministro de Cultura, que en el pasado criticó veladamente las veleidades de Colau y los comunes, y que terminó de eurodiputado antes de entrar en el Ejecutivo español.
Gallego y Urtasun
Sin embargo, este sector, representado por el tradicional sindicalista Joan Carles Gallego, ha agachado la cabeza ante la parte colauísta de los comunes, que ha priorizado la estrategia electoral en el peor momento de los morados, hundidos en las encuestas, por debajo incluso de la CUP y pasando a ser el grupo más pequeño del Parlament en casi todos los sondeos.
En este sentido, la estrategia trazada por el núcleo de Colau pasa por ir a la contra, que fue lo que impulsó a los morados cuando nacieron. Por bien que este bloqueo esconde otras derivadas, como que se produce en un momento en el cual el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), ha dado un portazo a la exalcaldesa, que pretendía entrar en el gobierno local. Y, con ello, recuperar su influencia y tejer una suerte de tripartito con ERC que, tras los últimos acontecimientos, difícilmente se dará tampoco en Cataluña después del 12 de mayo. Por ello busca un golpe de efecto en el Parlament con su negativa a las cuentas.
Albiach, sola
Así las cosas, Jéssica Albiach, líder de En Comú Podem en el Parlament (coalición integrada por Catalunya en Comú), huérfana de padrinos (su buena sintonía con Pablo Iglesias, fundador de Podemos, nunca fue un secreto), ha aceptado las presiones colauístas para defender un argumento sin demasiados mimbres con el que justificar su no a los presupuestos: el Hard Rock de Tarragona.
A ojos externos, el asunto del Hard Rock es un argumento sin peso, pues ella misma firmó los presupuestos del 2023, en los que el macrocomplejo de ocio ya estaba sobre la mesa, y poco o nada ha cambiado desde entonces. Este espacio ni siquiera aparece en las cuentas del 2024 que ahora han terminado en la basura.
Cruce de reproches
Del mismo modo, su discurso en el pleno en el que ha tumbado los presupuestos habla por sí solo. Tras criticar a Aragonès por haberse echado en los brazos del PSC, le ha dicho al president que nadie en Madrid manda sobre los comunes: “No sé si todos pueden decir lo mismo”.
A última hora, en una entrevista en TV3, Aragonès reprochó al PSC y a los comunes que sean incapaces de ponerse de acuerdo en Cataluña, pero vayan de la mano en el Gobierno de coalición de Madrid. El resultado de todo el enredo se conocerá en las urnas dentro de dos meses.