El president de la Generalitat, Pere Aragonès, sigue en una encrucijada y buscando los equilibrios para poder sacar adelante los presupuestos, la ley más importante de la que podría ser su última legislatura. El principal escollo sigue siendo el Hard Rock, un proyecto que los comunes rechazan y que los socialistas pusieron como condición para dar su visto bueno.
Por ahora, Aragonès solo cuenta con 66 de los 68 votos que necesita para aprobar la ley, por lo que los votos a favor o la abstención de los de Jéssica Albiach son imprescindibles, pero más aun los 33 del PSC. Por eso, el president ha pedido a los primeros que sean "realistas", pues si el Govern decide parar el macrocasino como piden, los de Salvador Illa retirarán su apoyo a las cuentas y no podrán aprobarse de ninguna de las maneras.
Albiach, enrocada en el 'no'
"Me están pidiendo una cosa que si la acepto habrá un grupo que se retirará y por tanto perderemos los Presupuestos", ha asegurado Aragonès este miércoles en la sesión de control en el Parlament. Por ello, ha reclamado que se centren en el contenido del acuerdo alcanzado la semana pasada entre PSC y ERC y en el que no se destina ni un euro al Hard Rock.
Por su parte, Albiach sigue enrocada en el no hasta que el Ejecutivo autonómico no renuncie a un proyecto que, a su parecer, solo trae delincuencia, ludopatía y problemas de salud mental. Como medida de presión, ya ha registrado una enmienda a la totalidad que podría retirar hasta minutos antes de la votación, por lo que el president todavía cuenta con cierto margen de maniobra. El pleno de presupuestos está previsto para la semana que viene.
'Tira la caña' a Junts
Mientras tanto, y ante el riesgo de que los comunes no cedan finalmente, los republicanos buscan a la desesperada apoyos alternativos. Por ello, ha tendido la mano a Junts tras aceptar el "70% de sus propuestas". Algo que los neoconvergentes rechazan, como también una abstención: solo votarán sí o no.
Este rifirrafe entre ambos no sorprende, pues cabe recordar que ERC y Junts han pasado de ser socios en la Generalitat a ser enemigos íntimos. Siguen inmersos en una batalla por hacerse con el espacio independentista en un momento en el que ninguno de los dos puede erigirse como el guardián de las esencias del movimiento al haber pactado con el Gobierno de España.