Àngels Alsina Bosch, profesora de Lengua Catalana en un instituto de Girona, asegura en una carta abierta que tiene “enfadadas” a las cinco clases que le han asignado este curso porque ha amenazado a los alumnos con bajarles las calificaciones si se dirigen a ella o le piden “lo que sea” en castellano. Y señala, en concreto, a los inmigrantes.
En su escrito, lamenta que “de qué sirve explicar a los inmigrantes” que Cataluña “fue importantísima en la Edad Media”, o contarles la historia del “país” y la dictadura franquista, si, cuando termina la clase, “el catalanet de turno le dice al inmigrante que tiene al lado”, en castellano, si le presta su bolígrafo.
Alumnos rebeldes
“Aquí no hay bilingüismo, aquí hay una diglosia como una casa de payés”, protesta en sus redes sociales, en las que se muestra con esteladas y en las que, incluso, ha compartido la fotografía de un niño negro envuelto en una bandera independentista. “Nuestros alumnos han entendido que con el castellano es suficiente y eso les basta”, añade.
En el texto, asegura que los alumnos se han rebelado ante sus amenazas, que califican de “injustas”, al tiempo que le recuerdan que tienen “libertad para hablar en castellano”. “¡Pues yo preguntaré en castellano!”, le habría dicho uno de ellos. “Si en los años 1990 me dicen que ni en las clases de Lengua Catalana hablarían en catalán, de verdad que no lo hubiera creído. Y ahora me pasa… ¡y en Girona!”, prosigue.
La culpa, de los catalanohablantes
Acto seguido, añade que la situación “roza el surrealismo”, pero es culpa de los catalanohablantes: “Culpa por pasar al castellano a la primera de cambio; culpa por comer en un restaurante donde la carta solo está en castellano y no pedir la hoja de reclamaciones; culpa por no valorar ni nuestra lengua ni nuestra tierra”.
Cierra su queja pública con una cita de la lingüista Carme Junyent: “Lo que mata el catalán es la indiferencia. Ya puede tener mucho prestigio que, si no se usa, mal iremos”.