No hay duda de que ERC atraviesa uno de los peores momentos de su historia reciente. Ni los indultos, ni la reforma del delito de sedición y malversación, ni la mesa de diálogo, ni gobernar en solitario la Generalitat ha servido para que los republicanos resistan en las elecciones municipales y generales de este año. Es más, ni la posibilidad de obtener nuevas prebendas mediante un acuerdo de investidura parece que vaya a alejar los nubarrones en el horizonte. La delicada situación que atraviesa el partido es tal que hasta el uso del catalán en el Congreso de los Diputados ha abierto una nueva guerra interna.
Las discrepancias se han evidenciado en las declaraciones de varios dirigentes de ERC en los últimos días. Unos, partidarios de utilizar el catalán en exclusiva, tanto en la Cámara baja como en las instituciones catalanas. Entre ellas, la consellera de Cultura, Natàlia Garriga, que rechazó hacer declaraciones en castellano a la prensa. Por otro lado, existe un sector que defiende que la independencia se consigue en ambas lenguas, como el exportavoz en el Congreso, Joan Tardà, y el candidato en los últimos comicios, Gabriel Rufián.
Incoherente en sus estrategias
No cabe duda de que ERC se ha marcado como objetivo en los últimos tiempos evitar que Junts patrimonialice en exclusiva la defensa del catalán en la calle y en las instituciones. Prueba de ello es que en una cita tan relevante para el independentismo como la Diada, el president Pere Aragonès basó buena parte de su discurso en este asunto, poniendo en valor la posibilidad de que se hable catalán en las instituciones europeas, en el Congreso o en las plataformas digitales. Esto se suma a una larga serie de acontecimientos, como el hecho de que la Generalitat ha llegado a impulsar campañas basadas en las tesis de los radicales de Plataforma per la Llengua.
Pero una vez más, el partido no logra ser coherente con sus estrategias. Ni siquiera una bandera como el catalán consigue poner freno a la desunión de los dos sectores que se disputan el poder, haciendo aun más evidente la crisis que atraviesan los republicanos y allanando el camino a los neoconvergentes --dentro del espacio nacionalista-- y a los socialistas --dentro del espacio de izquierdas--.
No se puede agradar a todos
Esta es, precisamente, una de las paradojas que vive ERC y que le impide levantar cabeza. Su incapacidad para contentar a sus votantes con distintas sensibilidades es lo que ha provocado que el sector más duro en lo que se refiere a la lengua se haya cansado de intentar robarle terreno a un PSC que "se ha rehecho y consolidado como partido más votado".
Fuentes cercanas a la formación creen que ha llegado el momento de "reorientar" el discurso del partido hacia sectores de población más puristas en relación con la lengua y no insistir en perfiles como el de Gabriel Rufián, quien llegó a formar parte de Súmate, una asociación de independentistas castellanohablantes. Sus protectores dentro del partido temen una repetición electoral en la que tendría muy difícil continuar como candidato, ya que sus adversarios internos lo definen como "un zombi político" y "una hipoteca que no se puede pagar".
Veremos si ERC tiene tiempo para recomponerse de los últimos golpes electorales antes de las elecciones catalanas que se prevén a principios de 2025, o si sigue cediendo terreno a sus adversarios electorales.