El partido que pudo gobernar. Tanto en Cataluña como en toda España. Tenía los votos, el apoyo del empresariado y, en el caso de la comunidad que le vio nacer, de ciertos sectores catalanistas que habían depositado su confianza en él para superar los efectos nocivos del procés.

Pero también es la formación que dilapidó todo ese capital por motivos difíciles de comprender. Las elecciones municipales del pasado domingo han dado la puntilla a Ciudadanos (Cs), cuya debacle en las urnas se ha traducido en la renuncia a presentarse en las adelantadas elecciones generales del 23J y en el adiós de su líder, Inés Arrimadas. La formación naranja, no obstante, vuelve a sus orígenes, a intentar recuperar el terreno perdido en Cataluña. Y crecer políticamente.

La última oportunidad

Las elecciones autonómicas serán la última oportunidad de Ciudadanos. Dicho de otra manera, Cs nació en Cataluña y puede que muera en esta comunidad. El auge y caída de un partido que nació para combatir el nacionalismo es también la historia de su última presidenta, que llegó a ganar las elecciones catalanas en 2017 y a ganarse la confianza de un empresariado catalán harto de las políticas de ruptura del independentismo.

Inés Arrimadas, Manuel Valls y Albert Rivera (de izquierda a derecha) EFE

Cs, que nació como partido socialdemócrata para luego autodefinirse como liberal, se convirtió incluso en la esperanza de un catalanismo huérfano de referentes tras la desaparición de CiU.

En aquel 2017, Arrimadas acababa de relevar a Albert Rivera como líder catalán de Cs. Rivera había dado el salto a la política nacional, donde pudo gobernar junto al PSOE. Estaba llamado a relevar al PP como formación conservadora.

Alternativa

Pero ni Rivera ni Arrimadas lo lograron. La gaditana no supo visualizar el valor de sus 36 diputados. Ese año ganó las autonómicas, pero no logró mayoría parlamentaria suficiente para ser investida presidenta de la Generalitat. Y tampoco consiguió mantener esa capacidad de influencia en ámbitos empresariales, que echaban en falta una alternativa de gobierno. Aunque fuera en forma de grandes actos o foros donde Cs siguiera trabajando su penetración en la sociedad civil.

Habría que esperar a 2019 para que la formación naranja, que ya estaba inmersa en su ciclo electoral adverso, llevara a cabo un nuevo intento de congraciarse con su electorado. La operación Manuel Valls supuso un revulsivo –que incluso se tradujo en contribuciones económicas por parte de empresarios que en su momento habían financiado a CDC— en el panorama catalán.

Invitado por Albert Rivera a presentar batalla por Barcelona en coalición con Cs –una fórmula que aspiraba a hacerse extensiva a las elecciones catalanas y generales-, Valls vendía un nuevo catalanismo adaptado al siglo XXI que no encajaba demasiado con las estridencias del partido naranja en el Parlament.

Política-espectáculo

Y es que tanto Arrimadas como su sucesor, Carles Carrizosa, habían optado por la política-espectáculo en la Cámara catalana –carteles, banderas españolas, discursos contundentes…--.

Carlos Carrizosa retira un lazo amarillo en el Parlament EFE

Las relaciones entre Valls y Rivera se fueron tensando. Hasta que, tras las elecciones municipales de 2019, el exprimer ministro francés decidió apoyar a Ada Colau para evitar que el independentismo de ERC se hiciera con la alcaldía de Barcelona. Ciudadanos rompió con Barcelona pel Canvi, el partido de Valls, quien no tardó en abandonar la política, tras los nimios resultados de esos comicios.

El 28M, Cs perdió su representación en el Ayuntamiento de Barcelona, como en tantos otros municipios españoles. También acusó debacle en los parlamentos autonómicos donde se celebraron elecciones.

Factor personal

Arrimadas, cuyo abandono de la política catalana en 2020 tuvo que ver en parte con las presiones procedentes del entorno independentista, que en algunos momentos se tradujo en amenazas e insultos, ha dicho adiós con un recuerdo a la comunidad que le sirvió de trampolín político. Y ha encomendado a sus antiguos compañeros que den la batalla por seguir siendo el referente del constitucionalismo en Cataluña en la lucha contra el nacionalismo.

Difícil misión, tras unas elecciones municipales donde numerosos dirigentes de Cs dieron el salto a Valents –formación liderada por la antigua socia política de Valls, Eva Parera-, provocando una desestructuración territorial agudizada por los malos resultados del 28M.

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