Las elecciones municipales han evidenciado una desmovilización del electorado de Junts, ERC y la CUP, las formaciones independentistas que lideraron el procés. Sin embargo, el partido nacionalista de corte ultraderechista Aliança Catalana ha subido como la espuma en Ripoll, una pequeña localidad del interior de Girona. Se trata del mismo municipio en el que se gestó la célula terrorista que perpetró los atentados de Las Ramblas y Cambrils del 17 y 18 de agosto de 2017.
Ahora, Sílvia Orriols, candidata de Aliança Catalana, ha protagonizado un meteórico ascenso, pasando de cosechar tan solo un escaño en 2019 a seis en los comicios del 28 de mayo. Lo ha conseguido con un duro discurso, poniendo el foco en la “descatalanización” de Ripoll y criticando los supuestos “subsidios permanentes hacia determinados colectivos”, en clara alusión a los inmigrantes, y la cultura de la “gandulería frente a la del esfuerzo”. Un America first a la catalana.
Los factores tras el éxito de Aliança Catalana
Que el discurso haya calado en Ripoll y no en otros municipios se debe fundamentalmente a tres factores, explica el politólogo y doctor en Sociología por la Universitat de Barcelona (UB) Xavier Torrens, que además dirige el Máster en Prevención de la Radicalización en la UB. Por un lado, no se puede obviar que de esta localidad salió la célula terrorista que cometió el atentado del 17A. En segundo lugar, añade, tras estos hechos, como en muchas otras ciudades catalanas, pero especialmente en este municipio, “es evidente que la islamofobia no se ha trabajado correctamente” y es por eso que este fenómeno ha tenido un impacto también en el mapa político.
En tercer lugar, señala, tras el auge de estos discursos está la presencia o ausencia de políticas públicas de bienestar social. “El diseño e implementación de políticas públicas que ayudan al bienestar social tiene un impacto directo en una mayor cohesión social, pero cuando están ausentes derivan también en una división de la sociedad”, señala Torrens.
El falso mito de la inmigración
Además, el sociólogo señala que la imagen que intenta proyectar la extrema derecha, de una población con alto índice de inmigración --un 11,7% de los poco más de 10.000 habitantes en 2022, según los datos del Instituto Nacional de Estadística--, no se ajusta a la realidad: “No son cifras de inmigración altas sin miramos otros municipios catalanes, españoles o europeos”. En cualquier caso, remarca, el problema no es el índice de inmigración, sino cómo se trabaja la cohesión social.
Sobre si la célula del 17A ha marcado un punto de inflexión en el devenir político de la localidad o si precisamente fue la discriminación de la población extranjera en el municipio lo que constituyó el caldo de cultivo perfecto para que surgiera la célula, Torrens destaca que “la polarización no surge de un día a otro”. “Cuando hay un racismo social que no se trabaja, suele transmutar en el auge de las opciones de extrema derecha populista y xenófoba”, como es el caso de Aliança Catalana.
El viraje del FNC
Para entender el origen de Aliança Catalana hace falta remontarse a los años 40, cuando varios exiliados nacionalistas catalanes crearon el Frente Nacional de Cataluña (FNC), una formación que aglutinaba a militantes de varios sectores independentistas y que tenía como objetivo hacer frente al régimen franquista. Marcado por las influencias marxistas-leninistas, evolucionó a un partido socialista, autogestionado y de corte independentista, que finalmente se disolvió en 1990.
En 2013, Jordi Casacuberta, secretario general, recicló las siglas del FNC y la formación resurgió, pero esta vez como un movimiento patriota y de extrema derecha, con el objetivo de imponer el catalán como única lengua oficial y de limitar la inmigración. Así lo recuerda Xavier Rius, periodista experto en extrema derecha y que acaba de publicar Vox: el retorno de los ultras que nunca se fueron. “Orriols ya se presentó en las elecciones 2019, pero solo obtuvo un escaño”, recuerda. En aquel entonces “el resto de partidos le hicieron el vacío” y su discurso no caló entre la población. ¿Por qué? Por una parte, “porque desde el consistorio hicieron grandes esfuerzos por frenar el surgimiento del sentimiento islamófobo”. Por otro, añade Rius, porque las demás formaciones “le hicieron un cordón sanitario”.
Una victoria inesperada
Además, asegura Rius, el propio FNC puso freno al discurso radical de su edil, motivo por el que Orriols se escindió y creó Aliança Catalana. Desde entonces la candidata ha endurecido su discurso en esta localidad “en la que el 17A provocó una sensación de desapego, un los acogemos y así nos lo pagan”, analiza Rius. Con este escenario, Orriols ha apelado a la identidad propia, al nacionalismo y ha conseguido aglutinar a los votantes independentistas.
“No me lo esperaba”, confiesa Rius, que sí vaticinó un auge de Vox en las municipales, pero no el éxito de esta formación en Ripoll, con seis escaños, en Ribera d’Ondara (Lleida), con uno, y en Manlleu (Barcelona), con otro. “Detrás de este fenómeno hay un trasfondo emocional”, insiste. Aun así, el periodista ve poco probable que Orriols gobierne en la localidad. “Dudo mucho que la dejen gobernar, probablemente habrá un tripartito con apoyo de un cuarto partido en la investidura” para bloquear a la formación que ha fomentado la polarización de este pueblo.
Los dos radicalismos de Ripoll
En la misma línea, Xavier Torrens señala que el hecho de que Orriols haya quedado en primera posición no quiere decir que vaya a gobernar. Ahora, recuerda, y hasta el 17 de junio, las diversas formaciones democráticas podrán sentarse y negociar para llegar “a una especie de pacto de Estado a escala local, alejado de partidismos y personalismos” y pensando en la cohesión social.
En una segunda fase, destaca, se tendrían que atender aquellos factores que en el pasado quedaron descuidados, como las políticas de bienestar para todo ripollés, tanto para los de nacimiento como de adopción. Finalmente, lo ideal sería tratar los dos radicalismos presentes en el municipio. “No sirve con abordar solamente la islamofobia”, expresa Torrens, que añade que detrás de la célula de Ripoll había otra forma de racismo: el islamismo radical.