No es un fenómeno masivo, pero es real. Un goteo permanente de ciudadanos que se acercan y preguntan. La mayoría de entre 25 y 40 años, y no se esconden. "Venimos a reclamar que nos dejen luchar", aclaran desde el primer momento. Dicen que "no pueden aguantar más" a la vista del "sufrimiento" de sus compatriotas que ven reflejado en los medios, y que quieren actuar.
Esta es la realidad que vive el Consulado General de Ucrania en Barcelona. La oficina diplomática está desbordada, por más que intenta mantener una coordinación que, en buena parte, descansa sobre los hombros de los voluntarios porque la estructura funcionarial no puede dar abasto. "Él lo ha arreglado en su trabajo y yo lo he dejado atado con mis estudios. Lo hemos dejado todo y venimos a ayudar", explican dos de los voluntarios que se han acercado a las dependencias diplomáticas.
Material a Ucrania vía Polonia
"Ayudar" se traduce en recoger la larga lista de medicamentos, víveres y otras ayudas que trae hasta el consulado la comunidad ucraniana de Barcelona y de ciudades de los alrededores. Está ordenada en cajas en la puerta de la oficina. En un momento dado, llega una furgoneta y aparca frente al edificio. Los cinco voluntarios que están allí la cargan, antes de que el vehículo arranque y parta con rumbo a algún punto del Estado sitiado.
"Va a un almacén central en Barcelona y de allí, a Polonia. En la frontera la asignan dónde tiene que llegar", explican los solidarios. ¿Qué envían? "Medicinas de todo tipo, ropa y comida", enumeran.
Soldados de fortuna
Uliana trata de acompasar la recogida de esenciales. "Soy ucraniana, vivo en Les Corts. Me acerqué ayer y ya me quedé. Estoy superada", explica. Esta vecina de Barcelona organiza la recogida, arropa a los primeros refugiados --"ya llegan de Polonia en furgoneta, les dicen que les pagarán 1.500 euros al mes en España, pero les engañan", critica--, organiza documentos y el flujo de personas que quieren acceder al consulado.
También dirige a los que vienen a preguntar cómo combatir, que son menos. Uno de ellos, G., sobre la treintena, asegura tener "rango militar". No habla español ni inglés. "Lo acabamos de conocer, ha aparecido de golpe", explican en el despacho de Artem Vorobyov, el cónsul de Ucrania en Barcelona. Le preguntan por sus datos y los da. Es un soldado de fortuna.
"Soy exsoldado y operativo de Blackwater"
Tristan Beck también pide información para enrolarse en la legión internacional recientemente creada por decreto por el presidente del país, Volodímir Zelenski. "Soy estadounidense y vengo a luchar. Soy exsoldado y trabajé como contratista militar para Blackwater", aclara. Tiene 36 años y asegura que su presencia y la de otros le dará un vuelco al conflicto. "Calculo que en 60 a 90 días podemos echar a las tropas rusas de Ucrania", valora decidido.
¿Por qué de Detroit a la guerra de Ucrania pasando por Barcelona? "Me mudé aquí a fundar una empresa tecnológica, pero no funciona. Así que vuelvo a lo que hice, que es combatir. O eso o vuelvo a Estados Unidos para trabajar con Blackwater. Hice 30 tours en Afganistán e Iraq. Creo que pueden aprovechar mi experiencia", narra. ¿Por qué se va? "No puedo aguantar más lo que veo. Tengo familia eslava y mi exnovia es ucraniana. Tengo que luchar, y muchos estadounidenses lo estamos haciendo: nos enrolamos".
"Quiero combatir: esto va muy lento"
Le acompaña Mikhael, georgiano de 38 años. También se acerca a sumarse a la brigada internacional del Ejército ucraniano. "Vivo en Rubí (Barcelona) y trabajo. No puedo esperar más, tengo que ir a ayudar a mis hermanos ucranianos", sostiene. Aporta su documentación al consulado: viene preparado, con una carpeta. Se quiere marchar ya a la guerra. "No puedo esperar más. Los trámites de reclutamiento son en Madrid, esto es como una oficina secundaria. Que nos llamen".
Antes de que le pregunten, recuerda que Ucrania "ayudó" en la guerra de Osetia en 2008, en la que su país se enfrentó a Osetia del Sur y Abjasia y a la propia Rusia. "Ellos vinieron a combatir con nosotros y ahora nos toca a nosotros hacer lo propio". ¿Cómo llegará a Ucrania? "Por mis medios, hasta la frontera. Allí nos esperan. O si no, desde Moldavia, pues Polonia está colapsada de refugiados", ilustra.
"Los 30 y pico, la mejor edad para luchar"
Desde el consulado, un agregado les toma nota y procesa los datos. "Os llamaremos", promete.
--¿Dejan familia y trabajo atrás?
--"Sí, pero hay que hacerlo. En una guerra se necesitan grandes cantidades de chavales de 18 y 19 años para enviarlos al frente, para morir. Pues morirán, ténganlo claro".
--¿Y ellos?
--"Los que estamos en los treinta y pico años tenemos la mejor edad para ir a la guerra. Tienes experiencia militar y conoces tu cuerpo. Sabes cómo reaccionarás en situación de estrés extremo. Puedes aportar".
Eso sí, desde España partirán con lo puesto. "No sabemos si nos darán kit sanitario o tendremos que traer el nuestro. Si hay que hacerlo, lo haremos", apostilla.
Los españoles, menos
Fuentes diplomáticas han explicado que los que se marchan a luchar son, sobre todo, miembros de la comunidad ucraniana y ciudadanos con otros pasaportes que se coordinan por internet. Los españoles son muchos menos --"han pasado dos a preguntar, pero pocos", indican--. No en vano, en España el Código Penal castiga la participación en guerras extranjeras. En 2015, ocho españoles fueron detenidos por luchar, precisamente, en la primera guerra ucraniana, la que afectó a la región del Donbás. Se les imputaron delitos de tenencia de armas, asesinato y explosivos tras unirse a las milicias separatistas prorrusas.
El consulado ucraniano en Barcelona, situado junto a la avenida Diagonal, donde continúa el business as usual, se ha convertido en una oficina militar a plena luz del día desde donde se envían soldados al frente. Lo ha pedido el propio presidente Zelenski, quien invitó a todos los europeos a combatir. En Barcelona, un coche de Mossos d'Esquadra apostado en la puerta de la legación da seguridad. Lo hace desde una distancia prudente.