ERC y Junts per Catalunya (JxCat) han decidido darse una tregua de dos años, que es el plazo que se han dado para monitorizarse mutuamente, con la CUP como mediadora.
Ese el mensaje que ambas formaciones lanzaron ayer en la primera sesión del pleno de investidura de Pere Aragonès. Es el tercer intento del republicano, aunque en esta ocasión, llega con el aval de los neoconvergentes, por lo que hoy se convertirá en el nuevo presidente de la Generalitat en primera vuelta.
Dicho de otra manera, quienes han sido socios durante cinco años han decidido darse una segunda oportunidad y, en esta ocasión, es ERC la que eleva el tono de la reivindicación, mientras JxCat asume el peso de la gestión del Govern. Otra cosa son las estrategias particulares que cada partido asuma en los próximos meses para no defraudar a su votante más fiel o para intentar ampliar su base electoral.
Amnistía, autodeterminación e independencia
Así, mientras el candidato Aragonès arrancaba su discurso con un compromiso de implementar la independencia y hacer inevitable la amnistía y la "autodeterminación", los neoconvergentes expresaban su lealtad al presidente in pectore y a sus políticas de recuperación económica y social. ¿Resulta creíble ese intercambio de papeles? Es evidente que el acuerdo de gobierno de ERC y JxCat no satisface a ninguno de los dos partidos, sobre todo a su militancia. El silencio de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont es elocuente, y el plante de Elsa Artadi, que estaba llamada a ser vicepresidenta del nuevo Govern, ha aflorado las pugnas internas entre el sector más duro del partido, liderado por Laura Borràs --en campaña prometió aprobar una declaración unilateral de independencia (DUI) si se alcanzaba el 50% de los votos independentistas--, y el secretario general, Jordi Sànchez, quien asumió el protagonismo de las negociaciones.
Pero las respectivas ejecutivas han evitado unas nuevas elecciones, en las que PSC podría aumentar su mayoría como aseguran los sondeos, porque han entendido que retener el gobierno de la Generalitat es mucho más ventajoso de cara al nuevo ciclo electoral. Sobre todo si, como está previsto, el Gobierno español resuelve las peticiones de indulto de los condenados por el 1-O. Algo que se podría producir antes del verano y que puede alterar, y de qué manera, el escenario político catalán y español.
Intercambio de papeles
Este aparente intercambio de papeles proporciona un cierto equilibrio, al menos a medio plazo. Los rivales independentistas inauguran a partir de este fin de semana su guerra fría, dispuestos a fiscalizarse mutuamente ante la próxima cita electoral. Atrás queda una legislatura que “fue de arriba a abajo”, según palabras de Albert Batet, en referencia a las altas expectativas que el referéndum del 1 de octubre y la DUI generaron en 2017.
Hoy, con los principales dirigentes en la cárcel o fugados, ERC y JxCat optan por más procesismo. Esto es, por más discurso reivindicativo, que mantiene vivo el espíritu independentista con un referéndum a la escocesa, a sabiendas de que nunca se celebrará. Porque no habrá otros “días históricos”, más allá de declaraciones soberanistas en el Parlament. "Damos una oportunidad a la mesa de diálogo y negociación con el Estado --la gran apuesta de ERC--. Siempre hemos dicho que la solución es un referéndum. Pero sabemos que la negociación tiene posibilidades de éxito limitadas. Ningún gobierno español, ni del PP ni del PSOE, ha abierto una vía de diálogo", afirmó Batet.
Más de lo mismo
De ahí que tanto Salvador Illa (PSC) como Jéssica Albiach (En Comú Podem) aludieran a ese “más de lo mismo” del independentismo, aunque con “un envoltorio diferente”. El socialista recordó a Aragonès en su réplica al discurso de investidura que “parte de un fracaso. No empezamos con buen pie. Estaremos atentos, no por lo que hemos visto hasta ahora, sino por lo que hagan en un futuro”. Por su parte, la dirigente de los comunes aseguró que el candidato “ha venido a decir lo mismo, pero con un envoltorio diferente. Que Junts tenga más del 60% del presupuesto vale más que 1.000 palabras".
Albiach abundaba así en las contradicciones ideológicas existentes en el tripartito independentista, donde participan dos formaciones tan alejadas ideológicamente como JxCat y la CUP. Fue precisamente ese empeño de los neoconvergentes por sacar perfil de izquierdas el que propició la anécdota de la sesión, cuando Illa le advirtió a Batet de que, a este paso, JxCat se convertiría en un partido de extrema izquierda. El neoconvergente agitó ostentosamente un dedo para negarlo. Hay que recordar que, para el republicano Gabriel Rufián, “JxCat no es tan de derechas”.