Ramón González Férriz (Granollers, 1977) ha buscado el consenso. Y lo sigue buscando, pero las cosas han cambiado. Periodista, traductor y ensayista, fue el responsable de la edición española de la revista Letras Libres y dirigió el semanario Ahora, un intento de acercar posiciones desde la reflexión y sin sectarismos en el momento político cumbre que ha vivido España en los últimos años. Entre 2015 y 2018 se intentó un acercamiento entre el PSOE y Ciudadanos. Tras las elecciones de 2015 no se pudo concretar, por el voto en contra de Podemos. Ni entonces ni en 2019, cuando aquella suma hubiera supuesto 180 diputados, más que suficientes para iniciar reformas de calado, en todos los ámbitos, y para gestionar la difícil carpeta catalana, que había arrancado en 2012 con el proceso independentista. González Férriz ha plasmado ahora en La ruptura, (Penguin) --un breve ensayo--, su propia experiencia con un grupo de amigos, colegas y distintos profesionales que quisieron incidir en la vida pública.
González Férriz relata algo aparentemente menor: la ruptura de un grupo de intelectuales que ya no quieren mantener sus periódicas reuniones porque se entiende que las distancias son insalvables. Hay acusaciones, una lucha también por el poder, a partir de la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy. Editores, periodistas, politólogos, algunos políticos en ciernes, se pelean porque unos accederán al poder, y otros se quedarán con las ganas, tras el acceso de Sánchez a la Moncloa, gracias a los votos de los partidos independentistas. Fue una ruptura de un grupo, pero es también la ruptura de una posibilidad, al margen de quien consigue cargos de relevancia o no, como señala el subtítulo de la obra: El fracaso de una (re) generación. La responsabilidad está repartida, pero González Férriz no duda en señalar una cuestión central: “La brutal toxicidad del procés ha contaminado cualquier pacto en España”.
--Pregunta: ¿Lo que marcó al grupo de intelectuales que aparece en el libro, pero también al conjunto de la sociedad española fue la moción de censura contra Rajoy?
--Es un proceso gradual, que comienza con el proceso independentista. Es un grupo que ya presenta divergencias en octubre de 2017, porque hay respuestas diferentes sobre qué hacer en ese momento tan crítico. Pero eso se salvó, porque el PSOE y Ciudadanos daban apoyo a Rajoy con el 155. Las divergencias quedaron contenidas. Había un acuerdo entre los partidos constitucionalistas. La ruptura fuerte llega con la moción de censura. Se ha malinterpretado el libro, al considerar que se trataba de una lucha por los cargos, por el poder. Y sí, el poder es importante, para los que lo alcanzan y para los que se quedan fuera. Pero la ruptura que se produce es de más alcance, se trata de una posibilidad de vincular la socialdemocracia con el liberalismo centrista. Y no sólo desde el poder político, sino desde el periodismo, desde las ciencias sociales, desde el mundo de la cultura. Se entendía que se podía alcanzar ese entendimiento, que ha sido tan difícil en la historia de España. Sin embargo, se rompe con la moción de censura.
--¿Políticamente pudo ser posible?
--No sólo desde el ámbito político. Era viable en términos ideológicos. Había un magma de ideas sobre la modernización de España. Se trataba del acceso de gente joven, de una nueva generación, con mentalidad reformista, con ideas más sofisticadas sobre economía, sobre la administración, sobre la propia academia. Se quería influir en el poder. Y se comprobó también en el ámbito periodístico, con nuevos medios, desde el Diario.es a El Español, o al semanario Ahora. Se quería promover algo diferente. En Cataluña mucha gente salió del armario, en términos intelectuales. Había un gran magma reformista, se podría decir.
--Pero ese magma sigue existiendo, las personas se mantienen en esas tesis. ¿Se podría activar de nuevo un intento político de ese tipo?
--En el plano individual las personas siguen, claro, cada uno desde su plataforma. Pero se rompió la unidad de acción. Se quiso romper las divisorias tradicionales y hemos vuelto a ellas, de forma más profunda y bestia. Y ese es el fracaso. Lo que me preocupaba y me preocupa es que no supimos, no se ha sabido, salir de esas líneas divisorias.
--¿Hasta qué punto esa moción de censura, con el apoyo de los partidos independentistas, es decisiva?
--Es definitoria. Lo que provoca la ruptura en términos ideológicos y de amistad es cuando una parte del grupo, que refleja a una parte de la sociedad española, se muestra contraria a que se saque adelante esa moción de censura con aquellos a quienes has estado combatiendo. Pero, no ya con los partidos nacionalistas tradicionales, sino con Bildu, que es algo muy concreto, que es una historia muy particular. La respuesta de la otra parte del grupo es que el poder funciona de esa manera, y que los otros hubieran hecho lo mismo en esa circunstancia. Y se les dice que, si no lo entienden, es que están más cerca de Vox. Eso, llevado a nivel nacional, por parte del conjunto de la sociedad española, provoca una gran perplejidad. Y genera una enorme polarización.
--Pero aquello se pudo reconducir, en 2019, si PSOE y Ciudadanos hubieran pactado, con 180 diputados.
--La ruptura de la que hablamos se produjo entre personas que estábamos en segunda fila, como actores secundarios. Pero se produce también entre Sánchez y Rivera. Y lo que queda es pensar en lo contrafactual de ese posible pacto. ¿Qué hubiera pasado con Ciudadanos como socio de gobierno? Eso nos perseguirá durante años, porque podríamos pensar en todos los ámbitos, en el post-procés, en la economía, en todo. Hubiera sido un gobierno con 180 diputados, un gobierno europeísta. Hubiera cambiado por completo el funcionamiento de la política española.
--Personalmente, ¿dónde sitúa la carga de responsabilidad?
--Me resulta difícil decirlo, pero tiendo a pensar que la responsabilidad es de quien manda. Se podrá decir que ninguno de los dos quería ese acuerdo. Y se puede entender la posición de Pedro Sánchez. Pero no la comparto. También puede existir un elemento consustancial a la democracia española, y es que no se ha podido lograr una coalición transversal. Hay un problema de cultura política. Pero reitero que quien tendía el mando era Pedro Sánchez.
--Hay un elemento positivo, en todo caso, y es que ese corpus, ese magma reformista, existe. ¿A medio plazo podría sacar la cabeza?
--A veces me dicen que soy pesimista y es posible. La gente está, existe la capacidad, tenemos una democracia moderna, liberal y funcional. Veremos si aprendemos a tener gobiernos de coalición. Pero lo que percibo, a partir del grupo que se rompió, es que es un reflejo de la sociedad, y que se han roto vínculos que son imprescindibles para hacer política juntos. Tardaremos mucho en recuperarlos. Ha pasado en otros lugares, en Estados Unidos, en Francia, con el Brexit... Pero --me gustaría equivocarme-- veo difícil que alguien que ha pactado un presupuesto con Bildu se entienda con alguien que lo ha hecho con Vox. Costará que los dos hagan negocios juntos.
--¿Lo que se ha perdido definitivamente es el instrumento político, Ciudadanos?
--De la misma forma que he dicho que la mayor responsabilidad fue de Pedro Sánchez, hay que decir que la responsabilidad de Rivera es inmensa, porque no asumió el papel que le tocaba, de segundón. Entiendo que quisiera mandar, que esa es la naturaleza política, pero el rechazo a ejercer como partido bisagra fue un grave error. Es un papel histórico que no ejerció. Y no creo que se vuelva a presentar una oportunidad así. Es responsabilidad de Rivera, que, queriendo ser presidente, renunció a ser un vicepresidente con mucho poder.
--¿Desde Cataluña todavía no se es consciente de lo que el independentismo ha provocado en toda la política española?
--Es que ha sido completamente determinante. Las reuniones que manteníamos en Cataluña, sobre política catalana, rápidamente se transformaron en debates sobre la política española, porque no había ya ninguna diferencia. El procés generó, en gran medida, el crecimiento de Vox. Creó las trincheras constantes que evitaron los pactos transversales y todos los posicionamientos en España quedaron fijados por la atención al procés. La brutal toxicidad del procés ha contaminado cualquier pacto en España. Igual para muchos independentistas ha sido una buena jugada, pero para España ha resultado fatal. A partir de 2017 es ya imposible cualquier aproximación que no pase por un posicionamiento previo a todo lo que ha conllevado: prisión, petición de amnistía... todo ha quedado mediatizado por la política identitaria. Cuando ocurre eso, es imposible hacer política.
--¿Está el PSOE condenado a pactar con la periferia?
--No lo veo así. El PSOE sufrió mucho con la moción de censura, porque se pensaba que se podía romper internamente. Sin embargo, la cercanía del poder une mucho. Y te acabas creyendo tu propia propaganda. Pero no creo que sea el modelo del PSOE. El problema que tiene es que no le alcanzan los números. De la misma manera, está claro que el PP tampoco está cómodo apoyándose en Vox.