Un grupo de dirigentes y lo que ahora se llama "emprendedores", y ya sin vinculaciones claras con una fuerza política, pero sí con un dirigente: Carles Puigdemont. Ese es el grupo formado por David Madí, Xavier Vendrelll y Oriol Soler, que conocen bien la administración, que saben cómo se piden y obtienen subvenciones, unidos por el amor a la patria, y a los que se añade Josep Lluís Alay, historiador, que vio su oportunidad, y que ha estado al lado del expresidente como acompañante y cómplice en los viajes del vecino de Waterloo.
Entre ellos, investigados ahora, tras la operación de la Guardia Civil de este jueves, destaca David Madí, que ha sido el centro de gravedad del sector negocios convergente en el tránsito del nacionalismo al soberanismo. El nieto del gran empresario Joan Baptiste Cendrós, fue el número dos de Artur Mas en su etapa de president de la Generalitat, pero pronto abandonó la cosa pública para convertirse en su larga mano en el mundo de la economía regulada. Ha pasado por Telefónica, Endesa y ahora Aigües de Cataluña --filial de Aigües de Valencia-- que trata de pescar en el mercado y competir con Agbar, presidido por Ángel Simón. Madí está siendo clave en la renovación de concesiones de servicios del agua, mientras teje complicidades en pleno clima de privatización del agua. Fue el consejero catalán de Endesa, siguiendo el impulso marcado por el malogrado Rafael Español (La Seda) en la misma compañía eléctrica o por Carles Vilarrubí (ex Banca Rotschild), en el consejo de Telefónica. Español y Vilarrubí fueron dos de las contrapartidas del Pacto del Majestic, sellado entre Pujol y el incipiente José María Aznar de 1996; y en ambas intervino en exconsejero de Industria, Antoni Subirà.
Pareció por un tiempo que los tejemanejes de empresas favorecidas durante años por el Instituto Catalán de Finanzas, a través de sucesivos consejeros de Economía, como Artur Mas y Macià Alavedra, entraban en vía muerta. Gracias al pacto con Aznar el dinero para financiar a CiU fluiría sin pasar por pasadizos oscuros. Al nacionalismo se le abrió entonces la posibilidad de entrar en el pastel de las eléctricas, cuyas donaciones a través de la patronal Unesa, eran uno de los motores electorales (nunca reconocidos) de la política española. Pero el 2000 fue un año de mudanzas sin control. El PP chocó contra el mundo nacionalista y el Consejo General del Poder Judicial (GDPJ) envió a la Audiencia Nacional a los magistrados afines a la derecha. Se ponía en marcha la intriga judicial --de un lado y del otro-- que desde entonces atenaza al país y vincula los planes de carrera de los magistrados a los estrictos designios corporativos.
Cambio de piel
La financiación nacionalista mudó la piel. Y desde entonces, el sector negocios de Convergència ha ido saltando de la penumbra a la luz hasta sumergirse en los abismos que rigen hoy la segregación de Cataluña. Sus prácticas, las del 3% a cambio del presunto cohecho, germinaron a la sombra de los pactos políticos de Estado. Nacieron de la gobernabilidad tantas veces proclamada por Miquel Roca y destruida por la generación del Pinyol en CDC (la de Madi, Germà Gordó o Francesc Homs, entre otros). Este grupo de dirigentes se hizo hegemónico y en el momento del delfinato de Artur Mas, descabalgó del partido al ilustre abogado barcelonés, padre de la Constitución del 78. Pese a su juventud, Madí estaba ya al timón. Representaba el comienzo de una etapa mucho más comprometida: los negocios del independentismo.
En la depredación de fondos destinados a la causa separatista, el juez Joaquín Aguirre y la Guardia Civil --ayer practicaron 31 registros y varias detenciones-- buscan el epicentro de una red que alimenta a la arquitectura internacional al expresident Puigdemont exiliado en Waterloo, a través de la organización Tsunami Democràtic. Junto a Madí han caído Xavier Vendrell, --exconsejero de la Generalitat--- Oriol Soler, fuente de la comunicación soberanista en el procés, y Josep Lluís Alay, el historiador que desempeñó el cargo de coordinador de Políticas Internacionales del Govern. En el caso de Vendrell se trata de un exdirigente de Esquerra, que ha buscado un camino empresarial propio, pero siempre cercano al partido. Soler no es militante de ERC, pero ha servido sus intereses, desde el impulso de medios de comunicación, como el diario Ara, o de proyectos culturales, como Sàpiens, desde la cooperativa Grup Cultura 03. Y los tres formaban parte del Estat major, que actuó como verdadero 'tanque pensante' durante todo el proceso independentista.
Las andanzas de Prenafeta
El golpe de juzgado de instrucción número uno de Barcelona sitúa bajo el foco de la ley al lento cambio de tercio operado en el mundo de los negocios de CiU. Lo que ahora ve la luz en este sumario empezó hace casi dos décadas; y este largo paréntesis habla a las claras de cómo los negocios del nacionalismo han estado bajo la brújula de la política. La antigua CDC de Jordi Pujol tuvo siempre una pata en el mundo de las finanzas, primero a través de Banca Catalana --intervenida por el Banco de España en 1982-- y en años sucesivos bajo la coordinación del entonces Secretario de Presidencia, Lluís Prenafeta. La vinculación de este último con las supuestas operaciones de Zarzuela, a través del diplomático Prado y Colón de Carvajal, supusieron una coraza protectora para los convergentes. El canal abierto por los nacionalistas entre los muñidores de los petrodólares del Golfo estaba asegurado por la oficina de inversión de Kuwait, KIO; pero el estallido del caso De la Rosa convirtió al entramado en un laberinto de acusaciones y verdades ocultas.
El sector negocios de la antigua Convergència cambió de manos al retirarse de la carrera política el plenipotenciario Prenafeta. Para entonces, iba a ser Joan Hortalà, catedrático de Teoría Económica que saltó de ERC a CDC, el encargado de surtir de fondos a la coalición nacionalista. Pero lo detuvo en seco el caso Eurobank, entonces presidido por un pariente del presidente de la Bolsa de Barcelona. Las mutuas de aquel pequeño banco entraron en barrena y su proyecto de negocio fue clausurado por el Banco de España y de la Dirección General de Seguros.
Unidad irrenunciable de las fuerzas 'indepes'
La tercera y última etapa del manejo de comisiones y ventajas de mercado que ha alimentado a CDC durante cuatro décadas pasó de nuevo por Prenafeta y por Alavedra. Ambos fueron trincados en noviembre de 2009 por Baltasar Garzón, antes de su inhabilitación, en una operación crepuscular, más destinada a llenar los bolsillos de los implicados que a las arcas de su partido. La sociedad creada entre los dos ex altos cargos y el exalcalde socialista de Santa Coloma de Gramenet, el socialista Bartomeu Muñoz, incluido en la trama, acabó por desatar la enorme indignación de la calle frente a la política. Las mismas diligencias se llevaron por delante al exdiputado del PSC, Luis García Sáez, conocido en el negocio inmobiliario del cinturón industrial de los Capitanes, con el sobrenombre de Luiggi, un apodo propio de la camorra que acabó por alterar al vecindario. Ocurrió en pleno Tripartito catalán; la izquierda socialista de José Montilla, se emparentaba en términos de vergüenza pública con la siempre salpicada Convergència de Pujol.
Para entonces, el aparato del nuevo sector negocios nacionalista, que ahora ha recibido su primera andanada judicial, estaba en pleno auge. En 2003, Madí se refugió en CDC y asumió la estrategia de comunicación del partido. Se convirtió en el jefe de las sucesivas campañas electorales en la etapa definida como la “travesía del desierto”, hasta el momento en que los nacionalistas recuperaron el Govern. Todos daban por supuesto que, tas el éxito en los comicios, Madí se sentaría en algún trono junto a su amigo, pero él decidió pasarse al sector privado. La mano derecha de Mas eligió la sombra; replicó un modelo de trabajo eficiente en la entraña para dotar de fondos al movimiento y renacer después, durante el soberanismo a campo abierto. Su contribución junto al militante de ERC, Xavier Vendrell, resulta chocante para muchos; sin embargo, aunque sus partidos andan a la greña, ambos son de los que piensan en una unidad irrenunciable de las fuerzas indepes.
Madí estudio, como Mas, en el Liceo Francés; procede de la libertad de culto y practica la irreverencia volteriana que le ha permitido combatir a España con naturalidad y desacralizar al jefe del Estado. Su arrojo se demostró en la etapa en la que rivalizaba con José Zaragoza (PSC) en el arte de colocar sondeos de opinión avant la lettre. Vendrell, por su parte, procede de un origen más relacionado con la acción. Puede con todo, porque su causa lo vale todo, un camino muchas veces mostrado, pero no demostrado, por Francesc Homs, el Savonarola convergente, inspirador de conocido documento la Transición Nacional, que se ha evitado de momento el salto mortal de sus camaradas.