Pandemia, crisis económica, fatiga procesista… Si hasta ahora ha sido difícil pronosticar el sentido del voto catalán, ahora lo es mucho más. Los partidos catalanes han puesto en marcha sus maquinarias electorales de cara a unos comicios que previsiblemente se celebrarán el 14 de febrero. Lo hacen con la mirada puesta en su fortaleza territorial, pues si hasta ahora, el área metropolitana de Barcelona era el tablero donde se jugaban las autonómicas, en esta ocasión adquieren protagonismo las provincias menos pobladas donde obtener escaño, debido al actual sistema electoral, es más fácil.
Junts per Catalunya, el nuevo partido creado por Carles Puigdemont, se ve fuerte en las comarcas gerundenses, su bastión tradicional. Pero PSC y ERC no están dispuestas a ponérselo fácil. Mientras los socialistas quieren romper su dependencia metropolitana, Esquerra quiere aprovechar su estructura territorial, que desde 2011 se ha mantenido al alza.
La fortaleza territorial
El Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), analiza la evolución desde fortaleza territorial de los partidos políticos en su Anuario Político de Catalunya de 2019. Y aunque los resultados municipales nunca se pueden extrapolar a unas elecciones autonómicas, sí que permite hacer un retrato de las estructuras territoriales de los partidos. Esto es, de su músculo local.
Tras destacar que las elecciones locales de 2015 estuvieron muy marcadas por el movimiento 15M, mientras que las de 2019 no pueden desligarse de la influencia del referéndum de independencia del 1-O, el trabajo del ICPS apunta un fuerte descenso de Junts per Catalunya-CiU desde 2011. Pese a ello, uno de los principales motivos de disputa entre PDECat y el nuevo partido creado por Puigdemont es precisamente la apropiación de los 3.300 alcaldes y concejales que ahora tienen los neoconvergentes.
Es decir, del poder territorial que aún conserva PDECat, que se guarda un as en la manga: una alianza con el Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) que lidera Marta Pascal. Pese a ello, los neocovergentes han pasado de tener el 55,7% de las alcaldías en 2011 a tener un 38,4%, aunque siguen siendo el partido que tiene más alcaldes en Cataluña, especialmente fuera del área metropolitana, es decir, en las circunscripciones de Girona y Lleida.
Es precisamente en ese territorio donde la rivalidad con ERC es mayor. Los republicanos han mantenido la tendencia al alza al pasar de 131 alcaldías a 359. Con permiso de la CUP, una formación eminentemente municipalista que también ha crecido en estos años, pues ha pasado de tres a 18 ayuntamientos liderados, según los datos de la Fundació Carles Pi i Sunyer.
Los republicanos perdieron la oportunidad de gobernar el Ayuntamiento de Barcelona y afrontan una campaña cuerpo a cuerpo con JxCat, que insistirá en reprochar a los republicanos sus pactos con un “Gobierno que apoya la represión”. El gran dilema del partido que, muy probablemente, presentará a Pere Aragonès como cabeza de lista, será mantener el discurso identitario para arañar votos precisamente en caladeros independentistas situados fuera de la conurbación barcelonesa, o mantener su estrategia de pragmatismo sin miedo a un rearme de última hora de Puigdemont.
El bastión metropolitano
Todos los sondeos apuntan a una victoria de ERC en las catalanas. Como también auguran un sensible aumento del PSC, posiblemente por el efecto arrastre de ser partido de Gobierno en España. Los socialistas catalanes mantienen su bastión metropolitano, pero según los datos analizados por ICPS, también ha menguado en número de alcaldías, de 197 en 2011 a 89 en 2019. Tal como avanzó Crónica Global, el PSC buscará en las elecciones catalanas superar su dependencia metropolitana y se plantea una campaña muy territorial, con actos en Lleida y Terres de l’Ebre.
Los socialistas catalanes aspiran a recuperar el voto de Ciudadanos –que se consolidó a nivel local, pero sin llegar a los niveles de PP y con unos sondeos que apuntan a una debacle en los comicios autonómicos--, pero no renuncian a captar un voto catalanista desencantado con el independentismo radical y que no acaba de ver claro el amasijo de siglas que supone una nueva oferta en la que participan PDECat, PNC, Lliures, Lliga y Convergents.
Los comunes, a la baja
Por tanto, los socialistas catalanes --que podrían repetir su coalición con Units per Avançar, surgida de la extinta UDC-- “saldrán” en campaña del área metropolitana, donde En Comú Podem, un partido a la baja que ha dilapidado la fortaleza que un día tuvo ICV, absorbida actualmente por los comunes.
Por el contrario, PP y Ciudadanos, la centrarán en la conurbación barcelonesa, así como en Tarragona. El músculo local de formación naranja fue aumentado hasta superar a los populares, a quienes han propuesto formar una Cataluña Suma, tal como se hizo en las elecciones navarras y vascas. De momento, el PPC se resiste a esa alianza autonómica, consciente de que las encuestas le son favorables. El temor, para ambos partidos, es la irrupción de Vox, cuya plaza fuerte está en Barcelona.