Algo se mueve en El Vendrell. Como en otros puntos de Cataluña, el pueblo del Baix Penedès ha sido presa de las okupaciones durante los últimos tiempos. En Comarruga, que depende administrativamente del municipio, los vecinos están hartos de los continuos allanamientos de morada que han obligado al consistorio a tapiar incluso algunas viviendas vacías.

Este clima de inseguridad está siendo aprovechado por grupúsculos de ultraderecha para hacerse un hueco en la política local. El pasado 18 de agosto, una manifestación liderada por Josep Anglada, exfundador de Plataforma per Catalunya (PxC), recorrió el centro de la localidad en contra de los okupas --la marcha intentó ser boicoteada violentamente por un grupo de izquierdistas--. Pese a que la marcha apenas contó con una veintena de asistentes, la problemática de las invasiones ha dado alas a los radicales, que intentan recuperar fuerzas en una plaza que no les es desconocida.

Un feudo ultra

La extinta formación derechista convirtió El Vendrell en un feudo ultra. En las elecciones municipales de 2003, las primeras a las que se presentó PxC, el partido obtuvo un concejal. En 2007, pasaron a tener cuatro, y en los siguientes comicios sumaron uno más hasta obtener cinco representantes sobre un total de 21 ediles. Sin embargo, el partido fue descendiendo de apoyos a partir de 2015 y ahora los cuadros que restan de la marca electoral se refugian en SOMI (Som Identitaris), un grupo extraconsistorial con nula influencia.

Pero el fenómeno okupa, sumado a un contingente importante de población magrebí (cercano al 10%), constituyen un trampolín ideal para un populismo que ha pasado de preocuparse por la inmigración a centrarse en la defensa de la propiedad privada. De hecho, el portavoz municipal de SOMI, Israel Carrión, ya ha solicitado al ayuntamiento el permiso para instalar carpas informativas para comunicar a los vecinos sus propuestas.

 

Manifestación de SOMI en El Vendrell

"Oportunismo antiokupa"

El Vendrell está gobernado por una coalición entre PSC, Ciudadanos y la AVP, una agrupación vecinal. La concejal de Policía Local, María Luz Ramírez Mancha (Cs), atiende a las preguntas de Crónica Global para desmentir algunos bulos propagados en redes: "En El Vendrell no damos altas gratuitas de luz y agua a los okupas. Aprobamos un protocolo que cumple con la normativa de pobreza energética de la Generalitat, al igual que el resto de municipios de Cataluña".

Por otro lado, la edil critica el oportunismo antiokupa de Anglada, recordando que cuando PxC sostenía el gobierno local de Convergència desde la oposición jamás se interesaron por este asunto. Pese a reconocer que en El Vendrell también experimentan este conflicto, Ramírez traza un paralelismo con otros enclaves costeros como Cunit y Calafell donde los chalés deshabitados son un atractivo goloso para los delincuentes. Para la representante naranja, deben ser otras administraciones las que atajen este problema: "Nosotros no podemos hacer nada desde el ámbito municipal. Tendría que ser el Gobierno o la Fiscalía quienes aprobasen leyes o disposiciones para salvar a la gente fuera más fácilmente".

Hartazgo de los vecinos

Pero estas justificaciones no bastan a los vecinos que viven en sus propias carnes el día a día de las okupaciones. Rosa Maria Rovira, portavoz de la Asociación de Vecinos de San Ramón, lo tiene claro: "Supongo que como la manifestación fue convocada por un partido político no demasiado aceptable, no tuvo mucho seguimiento. Si no hubiera estado detrás un partido político hubiésemos ido, porque tenían razón".

San Ramón es uno de los barrios más afectados por las mafias de invasores. En lo que va de año, Rovira ha contabilizado siete okupaciones en un vecindario bastante envejecido donde el 90% de propiedades son segundas residencias que, si ya estaban vacías durante la mayor parte del año, con la pandemia del coronavirus aún han estado más desocupadas. "No vemos a policía patrullando a pie, tampoco vigilando en los bares ni restaurantes. Ya hay mucha gente que ha quitado el rótulo de 'se vende'' o 'se alquila', porque tiene miedo a que les entren en casa", dice Rovira. Estamos dejados de la mano de Dios", remacha.