El subinspector Jordi Arasa, condenado a dos años de prisión e inhabilitación para ejercer de policía por golpear a manifestantes del movimiento 15M durante el desalojo de la plaza Catalunya en 2011, fue ascendido hace dos meses a jefe del Área Regional de Recursos Operativos (ARRO) de los Mossos d’Esquadra. Este reconocimiento firmaba parte de la reestructuración que el consejero de Interior, Miquel Buch, ha llevado a cabo en su departamento. Arasa ya había sido condenado en 2014 por una falta de lesiones por agredir al exdiputado de la CUP, David Fernández.
No obstante, tras conocerse esa nueva condena, sectores de la policía autonómica han defendido a Arasa, tras recordar “la situación de presión a la que se ven sometidos los agentes” y lamentar “el machaque sufrido en las redes”.
La precariedad de las ARRO
Las ARRO son unidades de orden público que sirven de apoyo a las Brigadas Móviles (BRIMO) de los Mossos y que, a pesar de la precariedad de recursos –denunciada en diversas ocasiones por los sindicatos—tuvieron un papel protagonista en los graves altercados protagonizados por radicales tras conocerse las condenas del Tribunal Supremo por el referéndum del 1-O.
Fue precisamente la previsión de esos altercados los que propiciaron el golpe de timón de Buch, quien cesó a la directora de comunicación, Joana Vallès, por las noticias que apuntaban al uso de gas pimienta. En realidad, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, le había pedido la cabeza del jefe de la BRIMO, Xavi Pastor, quien accedió en enero de 2019, en el marco de una renovación total de los altos mandos policiales que incluyó el nombramiento en junio de Eduard Sallent como jefe de los Mossos.
Sin embargo, el temor a un motín en el cuerpo policial frenó la destitución de Pastor.
Investigación de Asuntos Internos
Posteriormente, Buch encargaría a la División de Asuntos Internos (DAI) que investigara las cargas policiales contra los activistas independentistas, una unidad dirigida por Jaume García Valls, a quien el consejero de Interior había ascendido poco antes a comisario. García Valls dependía de un hombre de la máxima confianza de Miquel Buch, el nuevo director general Pere Ferrer.