De exigir el confinamiento total a arremeter contra el Ejército. Dos caras de la misma estrategia de erosión al Gobierno que se han vuelto en contra de Quim Torra, quien en apenas una semana ha olvidado el mantra del aislamiento extremo, mientras que ayer daba la bienvenida a la ayuda militar contra el coronavirus.
¿Qué ha pasado durante estos siete días? Pues un nuevo decreto del Gobierno sobre la suspensión de actividades no esenciales, la constatación de que el experimento de Igualada no ha funcionado y que la situación límite existente en Cataluña exige desplegar todos los recursos que sean posibles. Los alcaldes lo supieron ver primero y pidieron la intervención del Ejército.
El cierre de la Conca d'Òdena
Pero hay que remontarse al 16 de marzo, cuando se activó la primera fase de esa estrategia de desgaste contra el Ejecutivo español, cuando la Generalitat aprobó la resolución que ordenaba el confinamiento territorial de Igualada, Òdena, Santa Margarida de Montbui y Vilanova del Camí, poblaciones situadas en la Conda d’Òdena (Barcelona) tras detectarse una alta incidencia del Covid-19. A partir de ese momento, Torra puso esta medida como ejemplo a seguir y los reproches contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez que se negaba a aplicarla territorialmente en Cataluña y, luego, en España, fueron constantes.
La opacidad sobre lo que estaba ocurriendo realmente en esta zona de Barcelona, así como el señalamiento de personal sanitario como supuesto origen del brote, fueron minando la moral de los afectados, utilizados hasta hoy como conejillos de indias. De hecho, el alcalde de Igualada, Marc Castells, se sumó inicialmente a las embestidas del Govern contra el Gobierno, pero luego se desmarcó.
Nunca hubo fase 2 en Igualada
Porque esas medidas de aislamiento extremo debían tener una duración mínima de 15 días naturales y serían revisables en función de la evolución de los datos epidemiológicos. Pero, tal como explicó este medio, los cuatro alcaldes de la zona rechazaron pasar a una fase 2 más extrema si la Generalitat no garantizaba el incremento de medidas económicas y sanitarias. Una fase 2 que nunca se llevó a cabo, pues el Gobierno prorrogó la situación sin que el Govern protestara. Eso ocurría el pasado fin de semana, cuando los gurús de Torra ya se habían envainado ejemplos como Baviera, Holanda, California, donde las medidas de confinamiento eran más laxas que las españolas.
Y es que, en paralelo, Pedro Sánchez anunciaba esa suspensión de actividades no esenciales que estaba lejos de ser un confinamiento total, pero que Torra utilizó para proclamar el “yo ya lo dije” y ponerse una medalla que le duró muy poco. Desde ese domingo, poco o nada han dicho el president y los miembros de su Gobierno sobre el aislamiento extremo, y los discursos se han centrado en criticar a un Ejército que ahora aplauden.
Otros municipios con más incidencia
Mientras tanto, en Igualada se siguen preguntando si ha valido la pena el confinamiento y por qué otros municipios con más incidencia --el mapa interactivo que puso en marcha la Generalitat es muy esclarecedor-- no han sido aislados.
El alcalde de Igualada, Marc Castells, durante una rueda de prensa / YOUTUBE
Si se atiende a los datos de contagios que facilita el propio Govern, hay municipios donde el virus se ha propagado más sin que se hayan visto sometidos a tan drásticas medidas. Tal es el caso de La Pobla de Segur (774 por cada 100.000 habitantes), Viladecans (719), Sabadell (683) o Capellades (641), mientras que en Igualada no suben de 637.
Los casos de Capellades y Sabadell son especialmente significativos. En el primero de ellos, la alta cifra de contagios se debe al azote del virus en residencias de ancianos, mientras que en la capital vallesana, el rechazo del Govern a la intervención de Ejército solicitada por el ayuntamiento ha puesto de manifiesto de nuevo la instrumentalización ideológica del Gobierno independentista.
El caso Sabadell
El rechazo de CatSalut a un hospital de campaña “demasiado militar”, destapado por Crónica Global, ha provocado tal revuelo que la Generalitat ha dado un nuevo bandazo y, ayer, tanto la consejera de Salud, Alba Vergès, como el presidente Torra, daban la bienvenida a una ayuda de las Fuerzas Armadas que, admitían, es necesaria. La gravedad de la situación en Cataluña, donde las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) están colapsadas y la mortalidad en residencias de ancianos alcanza cifras dramáticas, ha obligado al presidente catalán a dejar en un segundo plano la estrategia del enemigo exterior, tan ineficaz como contraproducente.