El empresariado catalán se mueve. Mira a Chile y ve el Ejército en la calle. Mira a Barcelona y ve actos violentos en las calles, tras protestas impulsadas por el independentismo, pero que denotan otras causas y un malestar latente. ¿Qué ocurre? Los empresarios temen “una involución descontrolada del proceso generalizado de apertura económica y de avance democrático”, provocada por el malestar social creciente y el deterioro “de la política tradicional”. Ante ello, se piden medidas.
Lo ha hecho Foment del Treball, presidida por Josep Sánchez Llibre que, rodeado de los cuadros de todos sus predecesores a lo largo de los siglos XIX y XX, en la sede de la patronal, sabe que debe anticiparse. El think tank que impulsó, al acceder al cargo, el Instituto de Estudios Estratégicos, que dirige Jordi Alberich, ha considerado que el problema principal es el descenso constante del peso de los salarios en la renta global. Sin salarios dignos, una sociedad se paraliza y comienzan a surgir soluciones de carácter “populista”, que ponen todo el sistema patas arriba. ¿Un ejemplo?: Chile, un país considerado, hasta ahora, como modélico y el mejor de la región, en Latinoamérica, el único que ofrecía seguridad jurídica para los empresarios y trabajadores.
Entre el capitalismo chino y el más descarnado
Con todo eso, la apertura económica y el avance democrático, constantes en el mundo occidental en los últimos decenios, pueden verse contestados. Y ese es el peligro que percibe Foment, y que se debe impedir con medidas que favorezcan la cohesión social.
¿Ese peligro es real en España o Cataluña, a las puertas de unas elecciones generales, y con una desaceleración clara de la economía? Alberich, como coordinador de los trabajos del think tank de Foment, con Rosa Vergès, Rosa Nonell y Luis Torras, entre otros expertos, señala que “el capitalismo debe tomar medidas, dentro de dos parámetros: que mantenga su carácter democrático y que sea inclusivo, porque las otras dos alternativas ni funcionan ni las queremos”, en alusión al capitalismo sin democracia, el de China, o el capitalismo más descarnado, que ha vivido sus mejores tiempos en sociedades anglosajonas, como Estados Unidos o el Reino Unido.
Demasiado pendientes del accionista
El temor, para el empresariado catalán, pero también para el conjunto de la sociedad catalana, aunque Foment ha elaborado propuestas con voluntad de que trasciendan a nivel europeo, es que los “radares” sean incapaces de conectar con la realidad. Y que ocurra en Barcelona o en otras ciudades españolas lo que se ha producido en París con los chalecos amarillos, o en las calles de Santiago de Chile, donde la espita de la llama fue un aumento de los billetes de Metro.
El consejo a las empresas, es decir, a los asociados de Foment, es que miren a largo plazo: “La gran corporación debe hacer suyo el debate hacia un nuevo pacto social, e, incluso, lo debe liderar”. Esa idea la han recogido las empresas norteamericanas y los medios de comunicación anglosajones, como The Financial Times o The Economist, con un diagnóstico sobre lo que debe cambiar: “La gran empresa se ha orientado en exceso a los intereses del accionariado, olvidando que, de la misma forma, se debe atender a los clientes, los trabajadores, proveedores, el medio ambiente y la sociedad en general”.
La "entelequia" de la igualdad de oportunidades
El mensaje es para todas “las élites económicas”, que “deben asumir la gravedad del momento que vivimos, aparcando argumentaciones que pretenden preservar el status quo”. La reflexión de Foment es atrevida, al señalar que está en peligro la igualdad de oportunidades, porque la desigualdad aumenta. “Se argumenta a menudo que la cuestión relevante no es la igualdad en sí misma, sino la igualdad de oportunidades. Es cierto, pero sin unos niveles mínimos de igualdad entre unos y otros, la igualdad de oportunidades es una entelequia. Sin el nivel adecuado de justicia distributiva, el sistema no será sostenible”.
Para revertir esa situación, Foment hace suyas propuestas socialdemócratas, más que democristianas. Se trata de incorporar la “predistribución, o dicho de otra forma, avanzar hacia unos salarios suficientes que puedan paliar la necesidad de la tradicional redistribución, favoreciendo un crecimiento económico inclusivo”.
Lo que denuncia Foment guarda relación con un gráfico, el que encabeza estas líneas, que muestra la distinta evolución entre la productividad laboral, a través de la variable del PIB por hora trabajada, y los salarios como la compensación real por empleado. Tanto en España como en el conjunto de los países de la Unión Europea, los salarios pierden posiciones.
Contra la economía sumergida
El objetivo para Foment es coherente con la propia trayectoria de Josep Sánchez Llibre, que ha actuado en la política en los últimos 30 años. “La finalidad es favorecer un encuentro y armonía entre economía y política”.
Lo que se propone, para evitar que “millones de personas puedan situarse en la marginalidad”, es aumentar el salario mínimo, “de la misma manera que se deberá analizar la oportunidad de algún tipo de renta mínima”, algo, esto último, que se ha considerado un anatema desde el mundo económico liberal.
La otra gran cuestión que ha había abordado Foment es la fiscalidad, pero la “gran asignatura pendiente es acabar con la economía sumergida, que se encuentra en una media del 25,2% del PIB en el periodo comprendido entre 1991 y 2015”. En eso incidirá la patronal cuando se haya constituido el nuevo Gobierno, tras las elecciones del 10N.